A sus 22 años, Samuel Isaías Pech Yam — alias Rappech— mira hacia el horizonte con certeza. Es el primer rapero yucateco en figurar en las clasificatorias de la Red Bull México, la empresa que disparó el freestyle al panorama internacional y sacó un arte —el de las rimas espontáneas— de un pozo de infravaloración. Tras ocho años en el circuito del Sureste, ganando decenas de batallas, persiguiendo los escalafones necesarios para estar entre los mejores de la escena, Rappech se siente seguro, como si por un momento la tensión de la batalla se detuviera, y el último punchline, como un eco revitalizador, se hubiera instalado en sus oídos.
Sillas de plástico con logos de una refresquera. Un patio precario. Un baño que no funciona. En los rincones hay personas que comparten cigarros o beben cervezas directo del gollete. En una de esas sillas, trabajando como jurado en el estado de Yucatán, está Mauricio Hernández —alias Aczino—, una leyenda en el mundo de las batallas.
Luego de sus comienzos en Nezahualcóyotl (Estado de México), Aczino se volvió la punta de lanza del movimiento de freestyle mexicano en una época de extrema mediatización. Campeón indiscutible en diversas ligas de prestigio internacional, “el mejor maldito freestylero que se ha parido” —una rima que lanzó durante la Red Bull del año 2015— es la sentencia que lo define.
De acuerdo con los especialistas en batallas, se trata del referente más importante para cientos de jóvenes que incursionan en el mundo del rap para ganarse la vida construyendo “barras”. Se trata del referente de Rappech, el primer yucateco en competir en las clasificatorias de la Red Bull nacional.
Esa noche del año 2017, Samuel ganó el primer lugar del torneo. Me pide omitir el nombre de la competición porque su organizador defraudó posteriormente a los raperos —un hecho constante en el nivel de las batallas underground, donde las razones son más artísticas que económicas—.
Para Rappech, se trata de un momento importante en su trayectoria. Su ídolo, el top 1 en su lista de raperos, lo consideró ganador en un torneo con al menos 70 participantes.
—Venía de un año en el que gané muchas batallas. Aczino estuvo de jurado en el evento. Fue la primera vez que llegaron personas de Cancún, de Campeche, de otros estados, a competir. Se organizó en un patio que llamamos el local de “El pozo”. No había piso, sólo una carpa con lonas, y no funcionaba el baño. Era un ambiente increíble. Ese año, Aczino se iba a volver campeón internacional de la Red Bull en México. Me pareció un tipo muy humilde.
¿Quién es Rappech?
Samuel nació el 28 de diciembre del año 1998 en el Oriente de Mérida y creció en el fraccionamiento Tixcacal Opichén. Su primer contacto con el freestyle fue difícil. Su familia profesaba la fe cristiana. Y si bien esa situación lo acercó a la música, en ese momento, viendo una batalla del rapero mexicano Hadrian desde un celular con mala definición, le pareció que el combate argumental se excedía en la violencia verbal. Con el paso de los años, olvidó las limitaciones —en la entrevista dice que se trató de un periodo “un poco conservador”— para sentirse más libre sobre el escenario.
Al ser el mayor de una familia conformada por tres hermanos —así como por su madre, empleada de una lavandería, y su padre, músico y trabajador del estado— el rap llegó a Samuel como una confrontación contra sus principios más sólidos.
A partir de las batallas y las conversaciones con sus amigos raperos, se cuestionó la ideología religiosa que adoptó durante la niñez. Se preguntó si Dios podía ser ese ente autoritario y poco piadoso que promueven los textos religiosos, cuyas “versiones traducidas”, dice, “no encajan con la realidad”. Actualmente, se define como agnóstico —“el universo es tan inmenso como para asegurar si algo existe o no”, acota—, lo que significó uno de los primeros cambios radicales que tuvo en su vida tras entregarse a las batallas.
—A los 16 años, mi papá me llevó a competir al parque de la Santa Lucía, en el centro de Mérida. Gané las batallas de esa tarde. Me pareció muy fácil, y en adelante comencé a avanzar sin parar. Por entonces, tomé teatro como optativa en la prepa y eso me sirvió para trabajar la puesta en escena, el manejo del público.
Además de un combate verbal, Rappech considera el freestyle un espectáculo: le gusta la repercusión de las rimas en el público; disfruta el eco avasallador de los aplausos y los gritos cuando lanza un concepto a tiempo y lo remata en la cuarta línea.
Cuando compite, su cuerpo entra en un estado de éxtasis performático: levanta las piernas, se agacha, mueve los brazos maximizando el impacto de sus frases. Su intensidad es casi un elemento vivo. Entre los primeros 60 clasificados a la Red Bull nacional, Rappech fue el único que celebró las rimas de su rival con verdadera emoción. “No se trata”, dice, “de un deporte; no se trata de lastimar al oponente. Se trata de divertirse y llevarnos al máximo”.
Estudia Derecho en la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady). Hace un par de semestres, se destapó como candidato a la presidencia estudiantil para frenar el dominio de las llamadas “federaciones”, es decir, grupos financiados por partidos políticos para controlar el dinero que debería ser para los estudiantes. Me muestra un breve video en donde pide rescatar la autonomía universitaria. Dada la corrupción que impera en esos procesos, no ganó la elección; sin embargo, es un dato que habla sobre uno de sus principales paradigmas: la transformación social.
Mientras estudiaba la licenciatura, trabajó cantando en camiones, lavando autos, cargando instrumentos musicales y vendiendo beats y canciones. Hoy, de no concretar una carrera en el mundo de las barras, considera dedicarse al derecho ambiental, la rama que más lo apasiona.
La lógica del esfuerzo lo ha sacado adelante a casi una década de haberse iniciado en las batallas. A lado de él, al término de una competencia en el Parque de la Azcorra, veo a varios adolescentes de entre 13 y 15 años que se acercan para pedirle fotografías. “Eres un crack, eres mi ídolo”, dice uno de ellos mientras se despide.
EP QIDC
Antes de aparecer en las clasificatorias de la Red Bull con una sudadera amarilla donde está inscrita la leyenda de “El Olimpo” — el grupo que representa—, en una batalla contra el rapero oaxaqueño Esencia, Rappech publicó su primer EP titulado QIDC (2021), compuesto por cuatro canciones (Caballo blanco, Home Office, Métodos de Shock y Quien intente detenerme cuídese) que hablan sobre los conflictos sociales y su lucha personal para permanecer en el mundo de la música y el freestyle. En 2020, retomó el programa Fl Studio para componer sus propias instrumentales; y en 2018 y 2019, obtuvo el segundo lugar en la BDM Mérida.
—¿De qué va tu nuevo EP? ¿Cuál es la historia de su producción?
—Cada uno de los tracks que componen el EP QIDC me sirvieron para batallas escritas durante el año pasado, contra unos raperos de Perú. Originalmente eran de ataque, escritos de competencia, pero decidí hacerlas canciones para hablar de temas que me importan. Desde el inicio, noté que no eran completamente textos para batallas escritas, pero sí rounds de ataque.
—¿Qué representó el material para tu trayectoria?
—Significó pasar de ser sólo un batallero a batallero-compositor. Fue una transición. Antes, estaba un poco en el limbo, pero ahora sé que no soy un batallero convencional al escribir, y que tampoco soy un rapero de competencia convencional. Eso representó para mí.
—¿Tienes alguna expectativa sobre su alcance?
—Solamente quería compartirlo. Nunca pensé en que tuviera muchas vistas o una gran repercusión. De cualquier modo, le di difusión y a la gente le gustó. Recibí buenos comentarios y sigue avanzando bien en los números.
—¿Cómo surge “El Olimpo”, el grupo que representaste en las clasificatorias?
—Un amigo de mi colonia con el que me reunía para hacer batallas me llevó en su moto a Cordemex. Ahí había varias personas con las que comenzamos a cotorrear, a hacer freestyle sin batallar. Había quienes hacían beatbox y quienes rapeaban. Entonces tenía 18 años. Me presentaron a Jair, quien nos planteó hacer una liga y pedir una tarima y recursos públicos. Ahí comenzó “El Olimpo”.
El proyecto fue importante para Rappech. En octubre de 2017, durante la primera fecha de “El Olimpo”, cambió la precariedad a la que se había acostumbrado en los primeros tres años de su trayectoria, inmerso en el underground yucateco.
“El Olimpo” puso un escenario, había más equipo, mayor cabida para el público, y se pactaron batallas con raperos de otros estados. Además, le dio un segundo aire. Desmotivado por no pasar ese año a las clasificatorias de la Red Bull México, luego de una última selección en la que participó el rapero mexicano Danger, Rappech sintió que la esperanza volvía a través de las competencias organizadas por “El Olimpo” y su grupo de compañeros, donde es uno de los mayores referentes
—“El Olimpo” me gustó un chingo. Disfruto el escenario, disfruto que a la gente le guste lo que hago. En esa primera fecha, yo llegué a la final. Llegaron personas de los medios de comunicación. La repercusión fue otra: una de mis batallas se volvió viral y la gente, los medios, comenzaron a poner un poco más de atención. Empezaron a llegar contratos para bares y restaurantes. Creamos un grupo cuyas actuaciones nos generaron nuestros primeros pagos.
Una constante en el freestyle son los minutos que se vuelven virales. Un rapero sumido en el anonimato puede pasar a la consagración gracias a una rima tirada en el momento oportuno. Samuel lo sabe. Junto con otros integrantes de “El Olimpo” compitió contra algunos representantes de la FMS México —la liga de freestyle más importante del país— durante una fecha realizada en Yucatán, en el año 2019.
Él estaba entre la audiencia cuando los invitaron a subir al escenario. Si hubiera que definir a los ganadores y los perdedores —la batalla contra Johnny Beltrán, Mcklopedia y Rapder (el actual campeón mundial de la Red Bull) fue sólo una exhibición—, sin duda Rappech estaría entre los primeros. Aquella noche atacó a Mcklopedia —de origen venezolano y considerado uno de los mejores raperos de la historia— con la siguiente frase:
—¿Piensas que me ganas? Ya vino tu carnal. Mucho gusto, mi Ramsés (Mcklopedia), voy a ocupar tu lugar.
—¿“El Olimpo” los vinculó a espacios importantes?
—De hecho, comenzamos a abrir conciertos de artistas conocidos, como C Kan, Mc Dharius, Kinto Sol, West Gold y otros. Por ese motivo, yo sigo con Jair. Él me patrocina. La sudadera que usé en la Red Bull, él me la dio. Al verme con ella puesta, se sintió muy orgulloso.
—¿Han tenido alguna clase de problema en el grupo?
—Algunos puntos de quiebre. Por ejemplo, personas que quieren salir o quieren entrar. Hemos recibido muchas críticas porque piensan que somos muy selectivos con quienes ingresan.
—Cambiando un poco de tema, en la actualidad se piensa en el freestyle desde un sentido deportivo. Esto a partir de los formatos que comenzaron a calificar cuantitativamente lo que gira en torno a una rima. Viéndolo como un arte, ¿qué piensas de la interpretación?
—Lo veo como algo espontáneo, algo que no debe practicarse como un deporte. Siento que eso le quitaría lo divertido.
—Se habla mucho de personajes dentro del rap, que, cuando alguien batalla, encarna un personaje que no es el mismo de la vida real. O sea, un alter ego. ¿Pasa esto contigo?
—Siento que soy yo en todo momento. Pero también depende de los contextos. Si voy a una iglesia, no llego brincando; y si voy a una disco, no llego rezando. La persona y el personaje no deben de estar desvinculados, sólo están limitados según el contexto.
—En ese sentido, ¿qué significa para ti tu nombre artístico?
—Es una reivindicación de mis orígenes. Aprovechando el alcance mediático del freestyle, espero algún día tener el espacio para realizar protesta social. Son temas que puedo también abarcar con canciones, con mi música, sólo que no tienen el mismo alcance que en las batallas. Las batallas son como un anzuelo para las canciones. En el caso del free, las protestas se dan desde el intercambio argumental. Si alguien es machista o racista, yo uso eso para confrontarlo.
—¿Crees que esa clase de actitudes deberían eliminarse o prohibirse dentro del rap?
—Nada se debe de prohibir. Mientras la sociedad siga siendo machista, homofóbica, racista, se verá reflejado en las batallas. No podemos decir “la sociedad está hecha una mierda y en las batallas tienes que ser políticamente correcto”, porque es irreal. Al final, la sociedad tendrá que expresar sus problemas. Por bloquearlas u omitirlas no dejan de existir.
—¿Cuáles son las cosas que no haces dentro del free?
—Golpear o interrumpir a mi contrincante en su participación.
—¿Puedes mencionar tres grandes referentes que tengas en el freestyle y tres grandes referentes en la música?
—En el free, pongo a Aczino, Kodigo y Chuty; en la música, a Vico C, Pedro Mo y Chystemc.
Freestyle, ¿una transformación social?
Tras su participación en las clasificatorias de la Red Bull, y como uno de los representantes más experimentados en la escena local, Samuel se siente seguro y bien posicionado. ¿Qué espera del futuro? Seguir compitiendo y componiendo música, los proyectos que dirigen su vida.
—Estoy feliz con lo que he logrado, me siento satisfecho. Lo que más me gustaría es hacer música. La prefiero, aunque cobre menos. Desde mi punto de vista, tiene más mérito triunfar en la música que en el freestyle.
Desde hace dos años trabaja en un disco sobre protesta social, mientras que varias de sus canciones —disponibles en YouTube y Spotify— poseen un trasfondo crítico en donde destaca la necesidad de mantenerse firmes, “macizos” y tirar hacia adelante.
Sobre el disco, menciona que lo ha dejado madurar. Su forma de pensar evoluciona día con día. Apunta: “Para criticar a un político o para hablar sobre la violencia de nuestro país, primero se deben encontrar las razones de fondo; entender la realidad desde lo micro a lo macro. He llegado a la conclusión de que es muy fácil opinar sin entender a profundidad los contextos”.
—¿Crees que el freestyle es un mecanismo de transformación social?
—No lo es. Pero creo que influye en la sociedad. Puede hacerlo de manera positiva o negativa. ¿A qué me refiero? Algunas veces se reproducen conductas incorrectas en las batallas, pero, en el mejor de los casos, se cuestionan sobre la tarima. Ahora, ¿de qué manera podría ser algo que genere cambios? Quizá que haya un impacto mental y material, que el freestyle tenga tanto auge que permita la creación de fundaciones para apoyar a las personas.
—¿Cuáles serían los principales problemas que observas en el rap mexicano?
—Los discursos machistas y violentos. También la repartición económica: los que rapean son quienes menos ganan, pero si trabajan por su cuenta, pierden más.
La supremacía de un sistema patriarcal mantiene a las mujeres alejadas de la escena del freestyle. En definitiva, se trata de un arte que no es igualitario. De un total de cinco ligas de la FMS—México, Argentina, Chile, Perú y España—, ninguna cuenta con mujeres competidoras. Cuestionado sobre este punto, Rappech piensa que se debe a la utilización constante de recursos misóginos y la falta de innovación en los ataques. Cuenta un caso que conoció de cerca:
—Recuerdo algo que pasó con una chica de 14 años. Comenzó a competir en una liga junto con hombres. Todos tomaron su género como elemento para criticar. Le lanzaron frases como “regrésate a la cocina” o “no puedes batallar porque eres mujer”. La chica no regresó por eso mismo. Es una falta total de creatividad.
—Retomo el caso de la batalla polémica de Sara Socas contra Rapder en México. Después del evento, él se justificó diciendo que asumió un personaje como parte de un intercambio argumental. ¿Qué piensas de eso? ¿Vale escudarse en un personaje para marginar al rival?
—Un personaje sirve para el teatro, para el cine. Yo no creo que en el rap tenga que haber personajes. Al final, siempre eres tú como persona. Me parece más fácil reconocer que soy machista, o que tengo una forma de pensar incorrecta. Te disculpas, lo reconoces, fin del asunto.
Un legado
Después de beber un par de cervezas, Rappech y yo batallamos. Con la poca experiencia que tengo en el ejercicio de las rimas, noto al instante su capacidad de construir métricas, de sintetizar conceptos, de crear recursos en donde trata de no atacar con ofensas o insultos vinculados a los defectos físicos. Es un rapero de 22 años, bien formado, que planta cara en nombre de las decenas de jóvenes de la escena del rap yucateco. Es paciente con mi incapacidad. Me deja llevar la ventaja por pequeños momentos, me celebra rimas. Al terminar, brindamos, y le pregunto:
—Para terminar, Samuel: dime algo que te preocupe. Algo que te importe más que cualquier otra cosa.
—Me preocupa no dejar una huella en el mundo.
Sobre el autor
Mateo Peraza nació en Mérida, Yucatán, en 1995. Reportero. Ha publicado textos en Tierra Adentro, Punto de Partida y Crónicas de Asfalto. Actualmente es jefe de redacción en la revista digital Efecto Antabus. Contacto: mauwo7@hotmail.com