Cultura

Manuela Escoffié Zetina, una poetisa perdida en Yucatán

Mariana Joseline Sosa presenta su investigación sobre una escritora yucateca olvidada. Se trata de nuela Escoffié Zetina
El primer contacto de la autora del texto con este nombre fue a través de unas copias de manuscritos / Especial

Introducción

En un marco de nuevas miradas que buscan recuperar las voces femeninas silenciadas en el pasado, se sitúa la presente investigación sobre una poeta perdida de Yucatán, Manuela Escoffié Zetina (1868?-1931). El primer contacto de la autora del texto con este nombre fue a través de unas copias de manuscritos a los cuales se tuvo acceso gracias a mi tía abuela Sary Hernández y mi tía bisabuela Addy Acevedo. Con ellas descubrí que, cercana a mi línea familiar, existía una mujer, no solo silenciada, sino también poeta, de quien no se había leído ni escuchado en ningún ámbito, y es por esta razón que surge la intención de investigar la época y la autora, puesto que se tiene la gran oportunidad de reconocer su legado: es un compromiso personal y académico.

Los libros que mis abuelas me suministraron eran dos cuadernos escritos a mano, olvidados por la tradición literaria de su tiempo, que permitían vislumbrar detalles biográficos de la propia autora como, por ejemplo, la realización de sus nupcias en el año de 1910 con Benito Montes Piñeyro. Además, en ellos se encontraba una fotografía de la poeta que nos ayuda a adentrarnos en la transición de los siglos XIX y XX. Aunado a esto, los poemas que se encuentran en los escritos (cerca de 200) dejan entrever un panorama general de su vida, describiendo experiencias que la marcaron y denunciando, también, algunas prácticas que la escritora consideraba reprochables de su entorno social, religioso y político; mostrando una particular manera de percibir Mérida en la transición del final del siglo XIX, la Revolución y la pos-revolución.

 Haciendo un recorrido sobre su vida, se busca explorar todas las facetas que influyeron en su escritura, mostrando la percepción de la vida misma que tenía la poeta.

La vida de Manuela Escoffié Zetina: hija, hermana, esposa y madre

La situación de las mujeres en el siglo XIX fue sumamente compleja, puesto que su papel estaba arraigado a una ideología conservadora, pero se envolvía en aires revolucionarios y liberales. Ana Gutiérrez (2000), en su artículo “De la mujer ideal a la mujer real. Las contradicciones del estereotipo femenino en el siglo XIX”, nos comenta que el rol fundamental asignado a las mujeres de mediados de ese siglo fue restringido al cuidado de la familia y educación de los hijos. Ciertamente, y repasando textos enfocados al estudio de esta figura, la tarea del cuidado familiar siempre se la ha asignado a las mujeres, incluso hasta la fecha, ya que la constitución del ser femenino en el imaginario cultural es la de un ser-para-otros (Lagarde, 2005); y este, a su vez, tiene su origen en la capacidad reproductora de las mujeres como sujeto factible para procrear.

En ese marco, entra el concepto del ángel del hogar, que se consolidó entre los burgueses del XIX como el modelo femenino al que todas debían de seguir, sin importar la clase social en la que se encontraran. Bajo esa línea, Ángeles Cantero (2007) desarrolla este concepto como el ideal patriarcal para preservar a la familia, institución sumamente preciada para la burguesía. Al respecto menciona Luz Ma. Vázquez (2016) que algunos valores que recalca este modelo son la decencia, la pureza, la castidad, la abnegación, el sacrificio y la capacidad de controlar sus pasiones. Características todas ellas que justifican la naturaleza de la mujer:

[...] Al considerar la delicadeza de su fibra, la blandura del tejido celular y su desarrollo, y las formas suaves y graciosas de esta mitad del género humano, habrá que concederle todos los afectos de humanidad, compasión, caridad, ternura y conciliación, que sostienen la sociedad, unen sus diversos miembros, estrechan mas los vínculos de familia y forman su mas apreciable atributo (Jiménez de Pedro, 1854, citado por Cantero, 2007).

De esta forma, la única manera en que una mujer es y se reconoce como tal es mediante las relaciones con los otros, y específicamente con los hombres. Así, se puede empezar a indagar en la figura de Manuela Escoffié Zetina, mujer que aceptó y reprodujo el ideal de mujer en gran medida, con su actitud siempre entregada de hija, esposa y madre.

Desafortunadamente, no se cuentan con los medios necesarios para hacer las averiguaciones pertinentes en lo que respecta a la biografía completa de la poeta. Empero, se considera indispensable hacer este recorrido con el escaso material que se ha logrado reunir para lograr comprender, en las limitantes que esto conlleva, su obra literaria. Así mismo, su poesía arroja datos particulares de su vida, aunque no genera información de sus primeros años, ya que empezó a escribir aproximadamente en 1885-86 y solo hace referencia a su presente y no al pasado.

Sin embargo, para conocer la mayor cantidad de información en torno a su vida, durante el proceso de investigación se entró en contacto con la señora Addy Catalina Acevedo y Heredia (1930-2023), nieta de la poeta aquí estudiada. En la entrevista realizada en agosto de 2021, quedó claro que no tuvo la oportunidad de convivir mucho con ella, pues al año de nacida, muere Manuela Escoffié. A pesar de esta situación, en una agradable entrevista llevada a cabo por llamada telefónica y en el marco de la pandemia de Covid-19 de los años 2020-2022, logró aportar algunos datos esclarecedores sobre ella.

Lo primero que destaca de esta mujer es que aún no se ha encontrado su acta de nacimiento. Tanto Manuel E. Aguilar (2008) como la genealogista Teresa Herrera (comunicación personal, noviembre de 2020) señalan que este documento no se encuentra ni en el Registro Civil o el Sagrario, por lo que su fecha de nacimiento es bastante incierta. Esta situación se dificulta pues, en los diferentes documentos en los que se menciona su persona, se encuentran edades que no clarifican el año en que nació. Por ejemplo, en su acta de defunción que registra su muerte el 15 de octubre de 1931, consta que muere a los 60 años, por lo que daría como año de nacimiento 1871; sin embargo, en la de su padre, se señala que tenía 19 años en 1887, dando a entender entonces que el año sería 1868 y no 1871. Pero aún más, en el acta de defunción de una hija suya en 1903(2) marcaría que tendría 39 años, por lo que su nacimiento sería en 1864. Es, sin duda, una cuestión aún dudosa que muestra la poca atención que se la ha dado a esta mujer. Para fines de esta investigación, se ha considerado hacer uso del año que le asigna Manuel E. Aguilar, 1868.

En cuanto a su infancia, es menester comentar que sus padres fueron maestros durante casi 20 años en diversos municipios. Esta situación hizo que Manuela y sus hermanos no tuvieran un contacto cercano y constante con sus figuras materna y paterna; circunstancia que cambió drásticamente con la muerte del padre, quedando a cargo la madre y la hermana mayor de la familia. De esta manera, resulta evidente que la educación de la familia estuvo muy cercana a la liberal, ya que esta era la encargada de educar a los futuros ciudadanos con los valores progresistas, propios de los burgueses. Además, puede verse a la mujer como la encargada de la familia, asignándole así, la tarea fundamental de educar a los hijos. De esta forma, se cumple la ideología porfiriana: “[…] la mujer ya no debía estar sumida en la ignorancia y la superchería religiosa; era necesario instruirla y educarla, siempre y cuando su educación sirviera única y exclusivamente para las tareas encomendadas al hogar, el cuidado de los hijos y la enseñanza moral que debía ejercer en su marido para encaminarlo al bien social” (Pérez, 2011: 68).

Con eso en mente, es posible decir que Manuela Escoffié, junto con sus hermanas, fuera educada y letrada, como da cuenta su poesía. Vale la pena preguntarse si todos los hermanos y hermanas tuvieron la misma educación, ya que se sabe que a las mujeres se les regulaban las lecturas. A tal respecto comenta Marisa Pérez (2011) que solo se les permitía leer para reforzar su papel como madres y esposas. La autora ofrece, de igual manera, una lista de libros apropiados para mujeres, los cuales:

[…] debían ser aquellos que no extraviasen el entendimiento, no corrompieran el corazón y no fueran inmorales. Entre la lista de libros permitidos para la recreación del bello sexo se encontraban Galería histórica de mujeres célebres, Manual de urbanidad de Carreño, Libros de viajes, Obras poéticas de Campoamor, Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, Mosaico literario epistolar, Historia patria de Guillermo Prieto; Leyendas de las calles de la ciudad de México de Juan de Dios Peza y las publicaciones periódicas femeninas como El álbum de la mujer y Violetas de Anáhuac (p. 66).

Lo anterior es fácilmente reconocible en la poesía de Manuela Escoffié, ya que incluso tiene un poema titulado “Leyendo a Bécquer”(3) (p. 28-I), donde se puede notar la gran aceptación que ella le tenía a este famoso poeta. Un comentario importante que mencionar es que, si bien es cierto que sus hermano, Carlos y Manuel Escoffié(4), podrían inscribirse en la corriente del Romanticismo mexicano(5), indudablemente es diferente la forma en que cada uno expresa estos ideales, siendo que los hombres prefieren la crítica directa a los sucesos mediante periódicos o novelas, y la mujer se decanta por la poesía y se expresa con especial inclinación en lo que las diferentes situaciones le causan a su persona.

En lo que respecta a su situación económica, es claro que pertenecían a la clase media, lo cual se puede inferir de la ubicación del hogar familiar(6), la profesión de los padres y el material bibliográfico con el que posiblemente contaron. Además, se sabe también que la señora Amelia Zetina recibió una pensión de 30 pesos por los servicios de su padre (Escoffié, 2008), pero que también solicitó el trámite “Pobres de Solemnidad(7)” para suspender el pago de sus deudas, lo cual lleva a reforzar esta idea. Recordando, también, que en el mundo patriarcal todo el material económico y los bienes lo manejaban los hombres, la única forma en que una mujer podía subir de clase social era mediante el matrimonio. Con eso igualmente se explica la necesidad de controlar a la mujer y reglamentar sus relaciones, pues de esta forma se garantizaba “la transmisión de los derechos de propiedad a los hijos legítimos” (Robin, citada por Gutiérrez, 2000: 4).

En la obra de Manuela Escoffié se encuentran descritos algunos pensamientos y momentos que hacen referencia a su situación económica. Por ejemplo, en sus manuscritos se localiza un poema titulado “En la Playa” (p. 11- I), en donde se explica que su familia iba al puerto de Progreso a vacacionar. Esto cobra relevancia ya que, según Pérez y Savarino: “Para algunas familias que no poseían una hacienda, el veraneo consistía en una temporada en el puerto de Progreso, cuyo mayor atractivo eran los baños de mar y el fresco pescado y marisco que se comía; ahí, a la orilla de la playa, se extendían las cabañas utilizadas para el descanso de los vacacionistas” (2001: 117).

En ese sentido, y retomando el tema del matrimonio, puede leerse en sus cuadernos esta ansia de encontrar una buena unión durante su juventud. Romántica como marcaba su época y su deber ser femenino, hay una que otra descripción de bailes, de su primer amor y de la realización de este en su primera relación. Igualmente, se encuentran claras censuras a comportamientos que no respetaban las “buenas costumbres” de lo anterior, como el hombre dedicado a engañar a jóvenes o la constante rivalidad entre mujeres para encontrar un buen esposo.

No obstante lo anterior, resalta una relación que Manuela Escoffié sostuvo con un hacendado henequenero en el pueblo de Acanceh, llamado Celedonio Acevedo8. Y es interesante pues, según documentos oficiales, estas dos personas nunca llegaron a casarse, pero sí tuvieron hijos, concretamente seis: Alfredo, Ernesto, Gustavo, Gonzalo, Guadalupe y Celedonio Acevedo Escoffié. Sin ir más lejos, Addy Acevedo es descendencia (nieta) de esta unión. De igual manera, esta aportó un poco de información sobre este vínculo ya que, en su testimonio, se menciona que se conocieron gracias a la intervención del padre de Escoffié.

Durante su estancia con el hacendado, Manuela Escoffié se desempeñó como ama de casa, siendo así que se dedicaba a sus hijos y a las tareas del hogar. Hay varios poemas en donde ella describe esta cotidianidad en su vida, con especial énfasis en el cariño que profesaba a sus hijos. Títulos como “Duerme hijo mío”, “Mi hijo”, “Mis hijas”, “Miedo infantil”, “Mi Lupita (1ª época)”, y otros cuantos manifiestan la reproducción del ideal femenino siempre entregado a los otros, y en este caso en particular, a sus hijos.

Resulta interesante, del mismo modo, que dado su estado civil su vida fuera, aparentemente, bastante normal según la época y considerando lo que cuenta su poesía. Habla del supuesto amor que le tiene, cómo este va cambiando según pasa el tiempo, de sus amigas y lo especial que son para ella, de las injusticias que le toca ver y la indignación que siente por lo mismo y de una época civilizada que es puramente mecanicista. También se puede notar la discriminación que le tenía al pueblo maya por ser considerados salvajes y aún otros temas de su vida diaria. Retomando el principio de este párrafo, se podría decir que fue una vida que logró ser como dictaba la sociedad de mediados del XIX, y en esta línea, cabe recalcar lo que su nieta dijo sobre esta circunstancia: “Ella vivía como una reina. Enjaulada. No la dejaban salir por ningún lado” (A. Acevedo, comunicación personal, agosto de 2021). Otra cuestión interesante que la entrevistada arrojó, fue un dato relevante en cuanto a esta mujer, y es que, según su testimonio, la escritora llegó a ser una doctora homeópata(9). Vale la pena recalcar que dicha información no puede confirmarse por otros medios hasta el momento, pero sí encuentra justificación en el gran apogeo que tuvo esta práctica de la medicina alternativa a mitad del siglo XIX en Yucatán. Además, a esta ciencia se le han atribuido las cualidades del cuidado ajeno, por lo tanto, el hecho de realizar tal acto por su parte recae de nuevo en el ideal de la mujer como cuidadora de otros. Es fundamental señalar que, aunque realizaba consultas, las ejercía dentro de su vivienda, ya que no tenía permitido salir de esta.

Esto mismo manifiesta que llegó a estar muy bien educada e incluso, que esta enseñanza va un poco más de lo que se podría esperar para la época, recordando que la formación de la mujer estaba restringida a los cuidados del hogar y de los hijos. Sin duda, muestra que tuvo acceso a una educación nada desdeñable y también, revela la importancia de sus padres en su educación, ya que sin ellos no hubiera sido posible tal resultado.

Como dato adicional, a parte de la muerte de su hija, también le tocó vivir la muerte de su concubino, Celedonio Acevedo en 1910. Quedando sola, sus hijos se repartieron la herencia del padre entre ellos, no exento de peleas, dejando desamparada a la madre, según cuenta Addy Acevedo. Sin embargo, la poeta en cuestión contrae nupcias ese mismo año con Benito Montes Piñeyro y con quien tiene una segunda hija, Consuelo Montes Escoffié. Este segundo matrimonio merece su propio cuadernillo de poemas, que, aunque trate temas similares al anterior y con menos hojas que el primero, se puede apreciar a una poeta más madura en el ámbito literario.

 Otro dato aún interesante sobre el personaje en cuestión es su adscripción a la doctrina filosófica y científica del espiritismo. Esta surgió en Francia en los albores del siglo XIX con su iniciador y principal exponente Hyppolite León Denizart Rivail (1804-1869), también conocido como Allan Kardec. Su llegada a México es posible marcarla en 1872 por el periódico La Ilustración Espirita, encargada de transmitir este pensamiento entre la población. Ricardo Rodríguez nota en su trabajo Del espiritismo de élite decimonónico a las prácticas espirituales populares (2015), la reconfiguración(10) de esta práctica de acuerdo con el pensamiento de la época, convirtiéndola en un principio moralizante que perseguía el mejoramiento universal de la humanidad. Su gran aceptación por parte de la población yucateca se puede considerar a la cercanía que entablaba con la religión católica, pues el mismo fundador de esta escuela escribe en su libro El Evangelio según el Espiritismo: “Dios ha querido que la nueva revelación llegase a los hombres por un camino más rápido y más auténtico; por esto ha encargado a los Espíritus el llevarla de uno a otro polo, manifestándose en todas partes, sin conceder a nadie el privilegio exclusivo de oír su palabra” (Kardec, 1993, citado por Rodríguez, 2015).

La participación de la poeta en ella se puede entender por la gran aversión que le tenía a la institución de la religión católica como marcan, de igual forma, algunas de sus composiciones. Aunado a esto, la pérdida de su hija se puede relacionar con la devoción de su religión(11) debido a la proclamada actividad de hablar con los espíritus. Un título que se ve constantemente en sus cuadernos, El siglo Espírita, así como la terminación de uno de sus poemas de la siguiente manera: “Mérida de Yucatán, Centro Espírita ‘Caridad-Arturo Valdez’ Diciembre 3 de 1920” (Escoffié, 1920: II-32); dejan atisbar su muy posible implicación. Sin embargo, tampoco se encuentra más información de su inserción en este dogma más que en lo escrito por ella misma.

Finalmente, se puede comentar que Manuela Escoffié aceptó y reprodujo el ideal de mujer en gran medida, siendo su aspiración el modelo del ángel del hogar, puesto que esta concepción fue la que envolvió a la figura de la mujer durante ese siglo. No obstante, la escritora se apropió de este modelo y lo reinterpretó, realizando actividades que, si bien para el propio ángel del hogar no son permitidas, sí se sustentan en el origen de este concepto, el de servir a los otros. Como resultado, se obtuvo a una mujer que necesitó relacionarse con los otros, tal como lo demuestran sus dos matrimonios, sus siete hijos y otros vínculos menores como sus amistades femeninas; pero que también, buscó formarse como profesionista en medicina homeopática para seguir ayudando a los demás. Aunado a esto, su inscripción en el credo del espiritismo puede recaer, de igual manera, en la creencia de la mujer como un ser incapaz de pensar y que se refugia en las supersticiones para responder las inquietudes de su vida, pero al mismo tiempo, fue gracias a su capacidad de reflexión que decidió afiliarse a una religión diferente a la dominante. Se concluye con las palabras de la entrevistada Addy Acevedo que ejemplifican, finalmente, las motivaciones de la poeta en cuestión: “Sí, la abuelita era muy caritativa. Le gustaba ayudar a los pobres. Como ella vivía en un rancho o en un pueblo, no sé. Muy buena. Ayudaba. Todos la querían porque ayudaba mucho a los pobres” (comunicación personal, agosto de 2021).

Comentarios finales

La vida de una mujer entre siglos resulta de lo más compleja: regida por normas estrictas normalizadas al grado de hacerlas naturales, marcan significativamente las vivencias y el pensar de estas. En su biografía, Manuela Escoffié Zetina, sin duda una mujer de su época y a la vez liberal, muestra el laberinto constante que enfrentaba al pactar su vida en un esquema impuesto por hombres, a la vez que se salía del molde respondiendo las obligaciones impuestas en ella. En su obra literaria, empero, nos expresa de manera explícita esta convivencia de mundos aparentemente opuestos que en su ser convergían y construyeron a la poeta que hoy logramos leer.

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JG