Gabriel Zapata Bello
La filigrana o la gema del béisbol es el pitcheo, aquel que limita el bateo de los contrarios, que cuelga los nueve ceros o que deja en pocos jits a la novena rival. Sin embargo, no hay nada más espectacular en el béisbol que un jonrón, el contacto seco del madero con la pelota que produce un sonido inconfundible y que durante el vuelo de la esféride en una parábola para superar la barda, pone de pie al público, quien además aplaude y vitorea el recorrido de las bases de ese superhombre, el jonronero.
Si hablamos de los jonrones más largos en Yucatán hay que recurrir a los buenos cronistas deportivos que hemos tenido. Cuando se jugaba la Liga Peninsular en el Estadio Salvador Alvarado, en un juego de exhibición entre Estrellas Yucatecas y el visitante “Tabasco”, entre los visitantes venía un fortachón inicialista de color, cubano, de nombre Brígida Ferrer quien pegó un estacazo fenomenal : “Fue un garrotazo descomunal que se fue de un bote, tras rebasar el limite de la imaginaria barda central, a la entonces vieja carretera Mérida-Progreso. Podríamos decir, sin exagerar- anotaba el periodista Rolando Bello González-que la esféride aún es buscada en los terrenos aledaños a Ochil que fuera residencia del insigne yucateco don Antonio Mediz Bolio.”1
Este pelotero cubano Ferrer, jugando posteriormente para el Motul en la temporada 47-48, también pegó un histórico cuadrangular, por la altura y fuerza que llevó, y que materialmente perdió la pelota en medio de las tradicionales palmeras que se erguían al fondo del parque “José González Beytia”2 de la ciudad de Carrillo Puerto.
Los aficionados de décadas recientes seguramente recordarán mejor los estacazos de los melenudos Von Joshua el día de la inauguración del estadio Kukulcán en 1982 o el de Jesse Castillo que dio el triunfo y el campeonato a los Leones en 2006, sin embargo, el trancazo más sólido que salió del parque de la serpiente emplumada provino de la macana de Nick Castañeda, un gigantón norteamericano que jugò con los Leones en dos temporadas, 1988 y 1990, siendo que en la primera campaña disparó una bestial línea que superó con tal fuerza todo el jardín central para estrellarse con una segunda barda ubicada en la última grada alta de la sección general; fue un auténtico cohete que, de no estar ese murete, habría salido a la calle alejándose quien sabe a cuantas calles de la Unidad Morelos.
Pero sin duda el cañonazo más largo en la historia del béisbol yucateco fue el que disparó Angel “Cuco” Toledo en el parque Carta Clara un 10 de enero de 1954 con la franela de los Cardenales de Motul; enfrente tenìa a otro antillano, el pitcher Chico Morillas de los Pericos del Mérida. La crónica de Luis Ramírez Aznar es muy ilustrativa: “Cuco Toledo asesinó un lanzamiento de Morillas para disparar el más espantoso cuadrangular que hemos visto en el Carta Clara y posiblemente en todos los juegos de la Liga Peninsular verificados en Mérida. La redonda, seguramente ovalada, se fue derechita a la marca de los 125 pies en el jardín central, tomó altura como un aeroplano y salió silbando una jarana entre el astabandera y la pizarra para caer quien sabe donde.”3
Cuando retornó la Liga Mexicana a Mérida, en marzo de 1979, previo al juego Leones versus Plataneros de Tabasco, se develó una placa en la barda al fondo del jardín central del desaparecido parque de Chuminópolis que rememoraba la hazaña del pundonoroso cubano, la cual decía. “Angel Cuco Toledo el 10 de enero de 1954 pegó el jonrón más largo en la historia de este parque.” Una cálida ovación se desgranó de las tribunas y el sencillo cubano, emocionado, se quitó el sombrero y sólo alcanzó a decir un “gracias”. El parque ya no existe y se desconoce el destino de dicha placa, pero el descomunal jonrón de Cuco Toledo aún resuena en los oídos de los viejos fanáticos beisboleros.
1 Diario del Sureste, Del Deporte y Otras Cosas por LANDORO, 14 marzo de 1972, p. 9.2 Novedades de Yucatán, El jonronero, estrella del show en las temporadas beisboleras, Luis A. Ramírez Aznar, 2 de diciembre de 1967, p. 14.3 Diario del Sureste, 11 de abril de 1954, p.10.