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El visionario Bobby Fischer

Conrado Roche Reyes12 años sin el genio entre los genios

Los admiradores de Magnus Carlsen, Gary Kasparov y José Raúl Capablanca se llenan la boca con las hazañas de sus ídolos, pero, sin menospreciar su grandeza, nadie ha influido tanto en el crecimiento mundial del ajedrez como Bobby Fischer, un genio entre los genios que exhaló su último suspiro hace una docena de años.

El 17 de enero del 2008, el mundo entero quedó impactado con el repentino fallecimiento del hombre que 36 años antes se enfrentó totalmente solo, y venció, a la mayor potencia ajedrecística del planeta, la hoy desaparecida Unión Soviética.

Su muerte por insuficiencia renal tuvo lugar en la gélida Islandia, el país que organizó el “Encuentro del Siglo”, en el que el estadounidense destronó a Boris Spassky, un soviético que se rindió ante la grandeza de su adversario y terminó siendo su amigo hasta su muerte.

Boris, quien poco tiempo después se nacionalizó francés y siempre se caracterizó por ser todo un caballero, hizo algo impensable en aquellos tiempos de la “Guerra Fría”: Aplaudió al norteamericano cuando éste le ganó en forma brillante la sexta partida del match más famoso de la historia.

Amado y odiado por multitudes (nadie podía permanecer indiferente ante la actitud del ídolo), Bobby fue, además de uno de los mejores jugadores de la historia, el mayor visionario en cuanto al futuro del juego de sus amores. De ningún jugador se han escrito tantos libros en el mundo entero como de Bobby, pero hoy nos limitaremos a hablar sobre el Fischer visionario.

Muchos lo consideraban más que nada un excéntrico y un insolente por las exigencias sobre las condiciones económicas para los jugadores, pero gracias a eso hoy los campeones del mundo, los jugadores de élite y los grandes maestros en general cobran sumas mucho más que decorosas, y que antes de Fischer eran irrisorias.

Cuando Bobby propuso que se añada tiempo de compensación por cada jugada para evitar que por culpa del reloj se perdieran partidas ganadas, se topó con la incomprensión de la gran mayoría (jugadores, árbitros, entrenadores y organizadores), pero hoy día casi no hay competencia alguna que no disponga segundos adicionales por lance.

Demasiada gente lo tildó de loco por su sugerencia de que se sortee la posición de las piezas, excepto los peones, antes de cada encuentro, a fin de privilegiar el verdadero talento en vez de las preparaciones caseras. Hace tan sólo unas semanas se organizó el primer campeonato mundial de ajedrez Fischer-Random, también llamado “Ajedrez 960”.

Igual puso oídos sordos el mundo cuando protestó porque los soviéticos jugaban en equipo y propuso que en vez de largos torneos se realizarán matches personales, lo que se aplica desde hace muchos años. Bobby Fischer era muy adelantado a su tiempo.

El estadounidense, que luego de coronarse campeón universal se alejó misteriosamente de las competencias, era un rebelde por naturaleza y eso lo llevó en 1975 a la pérdida de su corona mundial. La FIDE lo despojó de su título por negarse a defenderlo si no le cumplían todas sus exigencias. No fue culpa de Anatoly Karpov que llegara al trono sin combatir.

Esa rebeldía, manifestada desde su más tierna infancia, lo llevó a desafiar al propio Gobierno de Estados Unidos al jugar en 1992 contra Spassky, por el cetro que no le quitaron sobre el tablero. El premio era una suma millonaria, tanto para el vencedor como para el derrotado. Sucede que el encuentro se realizó en Sveti Stefan, Yugoslavia, país con el que Washington tenía prohibido sostener relaciones comerciales y deportivas.

Bobby no sólo hizo caso omiso a la advertencia de que no jugara, sino que humilló al Departamento de Estado durante un evento televisado y cubierto a nivel mundial. El ídolo escupió sobre la carta que le envió la dependencia advirtiéndole que si jugaba en Yugoslavia se enfrentaría a una multa de 250 mil dólares y a 10 años de cárcel.

El Tío Sam nunca le perdonó ese desplante, después del cual tuvo que vivir exiliado hasta su muerte, no sin antes retener su corona ante Spassky.

El héroe del tablero continúa causando admiración entre las nuevas generaciones de adeptos de Caissa y son incontables los sitios web en que se le rinde culto a su grandeza. Entre ellos se cuenta un simpatizante leal como pocos: el entrenador internacional José Fischer Magaña. El creó en Facebook el grupo “Admiradores de Bobby”, que alimenta cotidianamente con sabrosas anécdotas, inolvidables combinaciones y fotografías del ídolo, desde niño hasta ya sexagenario.

Aquí en Mérida, Yucatán, tiene su sede desde hace muchos años el mejor club de ajedrez independiente de México y lleva por nombre el del inmortal norteamericano. Tiene su sede en “Plaza Diamante” (calle 62 x 63), contra esquina del Zócalo.

Bobby Fischer, genio, visionario y rebelde, sigue despertando pasiones.