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Iván de la Nuez

Por estos días pandémicos, hemos asistido a un ritual expandido por el mundo entero: los aplausos al personal médico al caer la tarde. Una muestra colectiva de agradecimiento y apoyo al trabajo extraordinario de ese colectivo contra el COVID-19. La gente salía a sus balcones y aplaudía, gritando “vivas”, “gracias”, mostrando su solidaridad con los que, a fin de cuentas, se encargaban de muestra salvación.

Hoy, medio mundo está en lo que algunos llaman “desescalada”. Esto es, la vuelta a las costumbres más o menos normales que teníamos antes del virus. Regresando, poco a poco, al trabajo, la escuela, los servicios. Un retorno, por así decirlo, de los aplausos a la vida anónima, del ritual a la rutina.

Vuelve la escuela, el trabajo, la búsquedas de los pesos para ir tirando. Y, entre todo lo que vuelve, vuelve también el fútbol. Ese rito que abduce a millones de humanos de toda condición, aunque no en la misma condición. ¿Y cómo regresa ese fútbol? En Alemania, por ejemplo, ya están jugando. En otros países comenzarán pronto. Eso sí, sin público, una medida extraña no sólo para los fans, sino también para los mismos jugadores. Se hacen fintas y todo tipo de filigranas no sólo para ganar, sino también para ser aplaudido. Para levantar de sus asientos a esos que están en la grada y, más que a un deporte, están asistiendo a un espectáculo.

Como los partidos serán a puerta cerrada, la solución encontrada ha sido echar mano de los aplausos enlatados. Vítores grabados que, ante un gol, una buena jugada, una parada del portero, una carrera ganada, un técnico pondrá en circulación para que los jugadores no se sientan solos.

Como en esas telecomedias que tiran de las risas enlatadas, el fútbol quedará convertido, todavía más, en un fenómeno para ver en pantalla. Y en otra prueba de la victoria de las grandes plataformas audiovisuales en esta pandemia que le ha multiplicado sus ganancias. No sabemos si, aparte del calentamiento habitual, los futbolistas pasarán antes por una sesión de maquillaje. O si, una vez aceptados los aplausos, también contaremos con silbidos enlatados e improperios grabados al árbitro en el idioma adecuado.

Todo por el dinero, en este mundo que acaba de entrar, definitivamente, en el teletrabajo, el telefútbol y los nuevos teleproblemas que se nos vienen encima.