Entretenimiento / Virales

Marta Núñez Sarmiento*XLIV

Evidentemente, me he entusiasmado tanto con “Papa” Hemingway que no concluiré mi libro hasta dos o tres artículos más. No importa, cuando lo publique, los editores me obligarán a acortar los textos para que pueda cumplir la promesa que les hice allá por el 25 de febrero de 2018 de que sería un libro pequeño, de bolsillo.

El Maestro le insiste a su “alumno” que quien escribe debe trasmitir al lector los sentimientos, pasiones, ámbitos y situaciones. Para lograrlo tiene que reelaborar minuciosamente lo que escribe. Como es un texto de 1935 sugiere que “…escribir con el lápiz permite ir corrigiendo cuando se da una lectura de principio a fin; al pasar a máquina se vuelve a corregir; después se hacen las correcciones en las pruebas”. Bueno, aunque han pasado 83 años yo sigo estas instrucciones, porque nunca comienzo a esbozar mis ideas para un informe final ante una computadora, sino que lleno ordenadamente la mesa del comedor de mi casa con los papeles en los que he resumido las informaciones imprescindibles para redactar los resultados y en varios papeles comienzo a garabatear con un “bolígrafo”, como decimos en Cuba, lo que será el bosquejo de mi informe final. A medida que voy escribiendo las partes que lo componen, las separo en distintos papeles que presillo y las ordeno sobre mi mesa.

En las hojas que componen cada uno de estos “capítulos” voy rasgueando mis ideas, esas que resumirán los argumentos que fundamentarán lo que descubrí. Solo entonces me siento ante la computadora con los papeles borroneados a mi lado para, capítulo por capítulo, desarrollar mis reflexiones.

En cuanto a la primera parte de esta recomendación de Hemingway, la que indica que hay que trasmitir a los lectores “los sentimientos, pasiones, ámbitos y situaciones”, yo la asumo en el sentido de “meterme en la piel” de quienes investigamos, teniendo sumo cuidado de no imponerles a ellos nuestras emociones. El Maestro dice que para lograr esto es necesario “reelaborar minuciosamente lo que escribe”.

Coincido plenamente, pero como no estamos escribiendo textos de ficción en los que los autores tienen el permiso de dar rienda suelta a sus propias emociones y experiencias, tenemos que seguir todas aquellas reglas metodológicas a las que dediqué la primera parte de este futuro libro en “Compromiso y distanciamiento” y en “El enfoque de género” porque, si por falta de profesionalidad u holgazanería las desconocemos, no estaríamos comunicando aquello de lo “concreto representado” que transformamos en lo “concreto pensado”.

Nuevamente les expondré cómo resolví este asunto de no confundir las emociones de las obreras agrícolas con las mías y, de paso, explico por qué titulé esta investigación como “Las mujeres de la carreta”.

Ellas se trasladan diariamente a la zona donde trabajan en una carreta cubierta tirada por un tractor, que sale de Guanímar a las 6:30 de la mañana, y regresa a las 5 de la tarde. Conocida como la “carreta de las mujeres”, tenía cuando yo laboré con ellas un cartel que decía: “no montar personas agena” (sic). Recoge a las obreras en la carretera desde la Playa hasta La Europa, y a todas las personas que piden que los lleven y que encuentran espacio en su interior. Este transporte comenzó a funcionar en 1988 o 1989, y se mantenía en 1993.

Cuando a varias de ella pregunté qué beneficios les había dado la Revolución, respondieron “la carreta”. Para ellas tiene un significado muy especial.

Las obreras sienten que la carreta les pertenece a ellas y a la granja. Es algo que usan en común para satisfacer necesidades muy directas: llegar a tiempo al trabajo, regresar a sus casas, ir al comedor, trasladar comida para sus animales, descansar, guarecerse de la lluvia, merendar, y, sobre todo, conversar. Sobre ellas ejercen decisiones colectivas: a quienes dejan montar; a qué hora se van; qué paradas hacen; qué pueden acarrear en su interior, y qué está prohibido. Son acuerdos tácitos o reglas discutidas a viva voz. La carreta les permite vivir la experiencia de un grupo y las cohesiona.

Es una especie de condominio que existe entre ellas y la granja, que es la representación del Estado más tangible.

Yo viví la relevancia que las obreras otorgaban a “su carreta” pero sólo comprendí su esencia cuando practiqué la observación participante prolongadamente y las entrevisté.

La próxima sugerencia del Maestro dice:

En el día hay que suspender el trabajo cuando todavía todo marcha bien y se sepa qué va a pasar a continuación. Interrumpir el trabajo, aunque las ideas acudan en abundancia a la cabeza y no pensar más en él hasta el día siguiente, cuando se reanude. Así el subconsciente lo elabora todo el tiempo que dura la interrupción. Pensar conscientemente en la tarea y preocuparse por ella perjudica el trabajo y fatiga el cerebro. No debe preocuparse si podrá continuarse el trabajo al día siguiente; sencillamente hay que hacerlo. Es absurdo preocuparse por gusto. Hay que distraer la atención en otras cosas.

Cuando leí estas sabias palabras borré mi complejo de culpa católica que siempre arrastro y arrastraré, porque me sucedía frecuentemente que escribía tonterías e incoherencias cuando estaba cansada, lo que puede suceder por múltiples razones. Por lo tanto, si Hemingway recesaba, por qué yo, una simple mortal socióloga, no lo puedo hacer. Les sugiero que conozcan a qué horas del día y de la noche les resulta más conveniente escribir. Yo produzco mejor por las mañanas y, desde que estoy jubilada, unas dos horas después de la siesta. A las 5 p.m. detengo todo lo que hago aunque esté inspirada y me dedico a la tediosa “segunda jornada”, esa que la mayoría de los hombres no comparte con las mujeres. Pero, increíblemente, mientras friego se me ocurren ideas que rasgueo al momento en papeles mojados.

Sigo con Hemingway. Ya nos dijo que teníamos que concluir la escritura diaria cuando nos cansemos y añade: “Cada vez que se comienza hay que releer el trabajo desde el comienzo, a la vez que se corrige. Luego, continuar escribiendo. Cuando hay mucho escrito, releer diariamente los dos o tres capítulos anteriores y dar una lectura semanal completa. Así la obra tiene homogeneidad”. Y repite que hay que interrumpir el trabajo cuando aún no se ha tropezado con dificultades.

Por tanto, al reiniciar la tarea de escribir los resultados de nuestras investigaciones conviene releer lo que hemos producido hasta el momento para no perder el hilo conductor de nuestros argumentos. A mí al inicio me parecía que esto era innecesario y hasta imposible porque lo entendí como que había que leer desde el principio todo lo que habíamos escrito. Pero no es así. Me imaginé entonces que el Maestro aleccionaba a su “novicio” a escribir cuentos cortos o artículos periodísticos, mientras que yo redactaba los resultados de lo que había estudiado, textos que suelen ser muy largos. Así que decidí releer lo que más recientemente había elaborado, además de consultar lo que había escrito en páginas anteriores, si me asaltaba alguna duda. Esto sirve para no repetir argumentos que ya comunicamos, para darle una coherencia al texto y para no repetir ejemplos. También para escribir con más elegancia.

Papa Hemingway también nos alerta que no vale la pena escribir nada de lo que ya esté escrito si no lo podemos superar. Cito: “Hay que escribir sobre cosas que nadie ha abordado o escribir mejor los temas ya tratados”. Aunque esto es muy muy difícil, tenemos que cumplir con este requisito, sobre todo porque somos científicos sociales que no podemos pecar de “llover sobre lo mojado”. Siempre encontraremos algo novedoso que descubrir en los temas en los que nos especializamos, pero para ello tenemos que convertirnos en “investigadores ilustrados”. Significa que debemos enriquecer constantemente nuestra cultura sociológica sobre los asuntos que nos interesan, practicando aquello que decía Lenin en ¿Qué hacer?, y lo parafraseo: un revolucionario tiene que estar pensando las 24 horas del día en la revolución.

Esta sugerencia del Maestro nos evita o, al menos nos alerta, a no cometer plagios, robándoles ideas a otros investigadores.

En los siguientes artículos concluiré con las lecciones del Maestro y pasaré a explicar cómo redactar las referencias.