Entretenimiento / Virales

Félix Sautié Mederos  

CDLXXXV

En el capítulo anterior de La Espiritualidad Prohibida comencé a exponer un tema que considero muy sensible e importante y que, en mi opinión, no quedó agotado. El tema de la Felicidad a partir de una interrogante: ¿cuál es y cómo sería alcanzada la verdadera felicidad?

Pienso que no debo dejarlo así sin ser más explícito en lo referido a mi persona, lo que en mis memorias, publicadas en La Espiritualidad Prohibida, quedaría prácticamente truncado e incompleto. Me propongo, pues, abordarlo en este nuevo capítulo con un sentido básicamente de testimonio personal, basado en las circunstancias y coyunturas que estamos viviendo en los primeros meses de este año 2019, que para mí me afectan sensiblemente y, además, expresan un resumen apretado de mi vida revolucionaria, política y cristiana en esos sesenta años de construcción socialista en Cuba.

Para comenzar, debo decir que en mi concepción muy personal la felicidad es un concepto subjetivo que se hace realidad para cada cual en los estados de ánimos que vamos experimentando en cada momento dentro de nuestro SER INTERIOR. En esas circunstancias, es que específicamente para cada uno ese concepto subjetivo llega a transformarse por su reiteración en positivo, en un concepto con fundamentos objetivos que influyen benéficamente en nuestro estado de ánimo de manera muy abarcadora, creando un equilibrio sentimental muy favorable, por explicarlo de una forma más comprensible. Ese equilibrio cuando nos embarga totalmente es determinante en nuestra conciencia, nuestros pensamientos, nuestras ideas, así como en nuestro actuar y forma de ver a la vida presente y futura con una actitud optimista desarrollada por el ejercicio de nuestra realización personal, que nos infunde optimismo en razón de nuestro presente y futuro.

En consecuencia, para culminar con esta necesaria reconsideración de lo planteado al respecto de la felicidad en el capítulo anterior, quiero añadir algo que considero esencial y determinante para mi testimonio personal al respecto de mi felicidad; y de mi concepción de lo que es y/o de lo que podría ser. Me refiero al propósito de especificar la relación muy estrecha que le concedo a la realización personal en toda la extensión posible del significado de este concepto, específicamente en lo personal. Lo que ha sido un factor determinante, porque he dedicado mi vida a ser consecuente con mis ideas y a luchar por ellas todo el tiempo que he vivido, con la voluntad y decisión de hacerlo hasta el final de mis días.

En este orden de pensamiento, considero muy firmemente que la realización personal constituye un objetivo básico intrínseco en la vida de cada cual, aún vigente en mi criterio para quienes de palabra niegan su preocupación e interés al respecto de este concepto existencial básico cada vez que se le presenta una ocasión propicia para expresarlo. Muchas veces esta concepción de boca para afuera se corresponde con un estado de frustración generalizado y/o con una manera cínica de plantearse la vida. Todo ello porque el ánimo por la existencia, querámoslo o no, tiene un origen directamente proporcional con el grado de realización efectivamente alcanzado. Es algo intrínseco que no puede ser negado por mucho que nos lo propusiéramos.

En consecuencia, de nuevo quiero decir que en cada circunstancia casi siempre nuestro grado de realización es determinante del nivel de felicidad que llegamos a alcanzar. Expreso “casi siempre”, porque la enfermedad y/o cualquier accidente externo imprevisto pueden desequilibrarnos en nuestros ánimos y afectarnos de forma decisiva nuestro grado de felicidad, con independencia del nivel de realización personal que hayamos alcanzado. Por tanto, en mi opinión, cuando nos referimos a la felicidad estamos abordando un concepto que describe un estado de ánimo que se encuentra expuesto a un conjunto de circunstancias o contingencias externas, independientes de nuestra voluntad y de nuestro accionar, que pueden afectarnos decisivamente y hacernos muy infelices, pero que también podrían ser no determinantes de acuerdo con las concepciones y la fe que tengamos al respecto de la vida y su origen.

Es, pues, la felicidad un estado de ánimo que puede ser frágil, relativo, o en ocasiones específicamente permanente en personas de fe y/o en quienes hayan dedicado por entero su vida a la lucha por un ideal altruista y humano. En estos casos, la felicidad podría ser permanente en el tiempo. Estas características y circunstancias a una han actuado decisivamente en mi historia personal.

Es así que para explicar mi concepción personal al respecto de la felicidad que puedo alcanzar, necesariamente tengo que referirme en primer lugar al concepto de los valores con que comulgo, de la fe cristiana que nunca me ha abandonado y de mi concepción revolucionaria al respecto de la justicia social y la necesidad de la paz y el amor en la vida con lo que he tratado de ser consecuente durante mi peregrinación por este mundo.

En este sentido, quiero afirmar que estoy totalmente de acuerdo con lo que al respecto se expresa en un artículo publicado por el sacerdote jesuita Antonio Guillén (Padre Timo) en la revista Vida Cristiana, de Cuba, con fecha 17 de marzo de 2019, en el que expresa un conjunto de conceptos con los comulgo en su totalidad al respecto de la felicidad. Cito pues:

[…] Como tantas otras cosas importantes, la felicidad es más fácil sentirla que definirla. Está claro que tiene mucho que ver con la alegría honda en el corazón, con la capacidad para sufrir infortunios y contrariedades sin hundirse, y con los valores que dan sentido a nuestra vida. Todo eso junto es la felicidad.

También está claro que no puede depender de que todo en la vida nos salga bien o a nuestro gusto, porque entonces sería como una especie de sorteo injusto, con un final no deseado el día de la muerte.

Tampoco (¡menos todavía!) la felicidad es un destino que tenemos escrito al nacer y contra el que no podemos rebelarnos.

La felicidad depende totalmente de los espejuelos con los que decidimos mirar la vida, es decir, de aquello en lo que creemos y de lo que estamos seguros. Con razón reconocemos que la ausencia de valores personales hace la vida más mecánica y menos humana. El hombre sin valores no es plenamente hombre; es solo una maquinita.

La felicidad ha de ser un sentimiento muy hondo y suficientemente estable. No puede depender de la última casualidad o circunstancia. Ha de estar apoyada en una realidad más profunda que los golpes o las desgracias temporales de la vida. A cualquier edad, es compatible con la pérdida de salud o las lágrimas de un momento de tristeza.

Y finalmente, en específico con las circunstancias que estamos viviendo en Cuba y en nuestra América, quiero reiterar algo que viene muy al caso y que le encuentro una relación práctica directa con la consecuencia de las ideas con la acción, el pensamiento y la práctica concreta, así como con la lucha permanente mientras vivimos en este mundo. Me refiero a un artículo publicado en POR ESTO! con fecha viernes 13 de octubre del 2017, con el título “Pensar para actuar es quizás lo más importante...”.

Para enfrentar el “ya verán...” de Mr. Trump

Queridos lectores de Crónicas Cubanas, continúo escribiéndoles algunas consideraciones que considero esenciales en nuestra complicada y riesgosa actualidad. Vivimos una etapa sui géneris que cada día se complica más, en la que nos acercamos peligrosamente a una hecatombe universal que el Sr. Trump, con todo el poder del imperio más poderoso que haya existido, no se cansa de anunciarla y provocarla amenazadoramente. Lo hace con reiteración pasando por encima de las prácticas y convenciones de la política internacional, propias del momento histórico, incluso en los últimos días con un aumento de su intensidad a partir de la enigmática y amenazadora frase a los periodistas de “ya verán...”.

El tiempo, categoría ineluctable y preexistente desde que el universo es universo, ya está devorando al mes de octubre, que transcurre en medio de las secuelas de los ciclones, las tensiones en España por las acciones independentistas de Cataluña y las pruebas de misiles balísticos continentales junto con las de armas nucleares. Circunstancias matizadas, además, con las amenazas de destrucción y de aplicación de sanciones económicas extremas de los Estados Unidos contra Cuba y Venezuela, que pujan por infligir grandes sufrimientos a la población, incluyendo las acciones dirigidas a limitar el buen desenvolvimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, acudiendo a falsas acusaciones de agresiones acústicas contra los diplomáticos norteamericanos en La Habana sin fundamento ni prueba alguna. En tanto que se manifiesta un antídoto político muy importante con los recuerdos de lo que en vida nos alertó el Che con insistencia al respecto de lo que deberíamos tener muy en cuenta para continuar con la Revolución adelante.

El problema esencial del señor Trump es que, estando muy consciente del poder mortífero que tiene en sus manos, amenaza y amenaza pensando que se le va a coger miedo, con sus amenazas y subestimaciones del poder de resistencia del pueblo que en Cuba se ha manifestado desde los albores de nuestra nacionalidad. En la guerra de 1895 se perpetró una denominada “Reconcentración” que dictó el poder colonial para concentrar físicamente a toda la población cubana de entonces en los poblados y ciudades devenidos en criminales campos de concentración en los que murieron de hambre y maltratos miles de cubanos inocentes de todas las edades. Eso mis abuelos maternos, que eran canarios y lo vivieron en el centro de Cuba, me lo contaron con mucho dramatismo; y la población sufrió, murió, resistió y la Guerra de Independencia se ganó. Después en plena Revolución triunfante, en 1962, se nos hizo una amenaza de destrucción nuclear por parte de la Administración norteamericana de entonces –que yo viví personalmente– en donde el Partido me envió en aquellos momentos que nunca olvidaré, y la resistimos triunfalmente. También se nos ha impuesto un criminal bloqueo que hemos resistido desde hace más de cincuenta y tantos años y la Revolución ha continuado adelante con mucha dificultades y angustias de la población, pero sin ceder un paso.

Ahora el señor Trump intenta ahogarnos de nuevo con medidas y más medidas restrictivas que refuerzan el bloqueo más extenso de la historia universal. Y Mr. Trump piensa que nos va a “meter miedo con el uso del tradicional Coco que se le dice en Cuba a los niños pequeños”, pues muy equivocado está. Aquí no se rinde nadie, como dijo el inolvidable Juan Almeida en los primeros momentos de la guerra revolucionaria.

Es en estas circunstancias es que considero que el pensamiento y la creatividad se deben imponer entre nosotros, dejando atrás los dogmatismos y los extremismos que siempre se tocan y que muy poco nos pueden ayudar. En esto el pensamiento de Fidel, con su legado de lo que es Revolución, y del Che, con su “Socialismo y el hombre en Cuba”, ambos con una evidente inspiración martiana, constituyen orientación segura para organizar el enfrentamiento decisivo de vida o muerte que tenemos por delante quizás por muchos años más.

En estas circunstancias de nuevo, hay algo que nos dijo el Che que considero una prevención muy importante: “[...] No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni ‘becarios’ que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas [...]”.

En tanto que José Martí escribió mucho sobre la importancia de pensar y hay algo no muy citado que, en mi criterio, viene muy al caso para la situación que tenemos por delante. Lo escribió en una crítica de arte publicada en la revista Universal, México, el 13 de noviembre de 1875, que tiene en mi criterio un valor universal y valgan las redundancias del término: “Debe desenvolverse hábilmente el pensamiento concebido con grandeza. La obra bien pensada que no ha sido bien desarrollada, será por tanto verdaderamente defectuosa [...]”.

Mientras que Fidel, quien un día dijo que había que pensar con pensamiento propio, antes de marcharse al puesto que le corresponde en la eternidad, en donde se encuentran Martí y el Che, nos legó su concepto de lo que es Revolución, que nunca deberíamos olvidar y que no me canso de reiterar:

“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.

Pensar profundamente antes de actuar constituye el método que necesitamos de momento. Así lo pienso y así lo expreso en mi derecho a opinar, con mis respetos por el pensamiento diferente y sin querer ofender a nadie en particular.

http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=22&idTitulo=595690

Continuará.

Finalmente, les reitero mi correo electrónico con el propósito de que puedan trasmitirme dudas, criterios, opiniones y preguntas: fsmederos@gmail.com