Internacional

Un incorregible atizador de guerras

Gustavo Robreño

El imperialismo norteamericano, cuya cabeza visible son los gobiernos de Estados Unidos, ha sido desde el surgimiento de este país ambicioso de expansión y dominación, un incorregible atizador de conflictos bélicos en las más disímiles regiones del mundo, en diversas coyunturas y circunstancias.

Independientemente de quienes prevalezcan temporalmente en la Casa Blanca de Washington o en el Congreso, los casi dos siglos y medio de historia con que cuenta ya esa nación imperial se han caracterizado por su activo papel en el desencadenamiento y la participación en sucesivas guerras, llevadas a cabo en territorios extranjeros como formas de agresión o conquista.

Sería difícil recordar algún momento de la larga historia que se inició el 4 de julio de 1776 en que un contingente de sus ejércitos punitivos no haya estado cumpliendo, de una u otra manera, misiones de ocupación o en son de guerra, lejos de la defensa de su propia soberanía o suelo patrio, tal como sería lo justo y elogiable.

Por el contrario, la acción militar de las fuerzas estadounidenses se ha desarrollado generalmente bien distante de sus fronteras, si exceptuamos la breve y desastrosa guerra con la metrópoli británica cuando era ocupante de Canadá y la guerra de agresión, ocupación y robo de territorios emprendida contra el vecino México a mediados del siglo XIX.

En cumplimiento de la llamada Doctrina Monroe, mediante la cual Estados Unidos exigía de Europa el abandono de toda influencia sobre América, sus fuerzas militares expulsaron a la decadente España de sus colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, ocupándolas y cercenando así el derecho que se habían ganado a la independencia inmediata.

Para evitar la posibilidad de una postguerra digna y equilibrada lanzaron las dos bombas atómicas contra la población civil de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, cometiendo el mayor crimen colectivo que recuerda la historia de la humanidad.

Pretendiendo imponer el poder imperial hasta en el más “oscuro rincón del mundo”, como lo calificara el genocida Bush hijo, nada detiene al afán de ganancias y control geopolítico del régimen de Washington, cualquiera que esta sea, a las transnacionales de base estadounidense y al complejo militar-industrial que hoy asoma como el más relevante de los poderes fácticos que allí dirigen.

Un vistazo al mundo actual nos confirma rápidamente y sin mucho esfuerzo ese papel de atizador, participante y beneficiario que las guerras han brindado al imperialismo norteamericano desde su aparición. Acaban de aprobar el presupuesto militar más elevado en toda su historia, mayor aún que en los tiempos de la “guerra fría” contra la URSS.

Los pueblos del mundo, -incluso los gobiernos que le son aliados y socios,- no podrán dormir tranquilos ante el cuadro universal que va configurándose, teniendo en cuenta sobre todo los antecedentes de quien busca erigirse como “policía mundial global”, irrespetando todos los límites del derecho internacional y la convivencia pacífica entre las naciones lograda mediante el diálogo y conducente a la paz.

Esa paz mundial que los eternos atizadores de la guerra ponen en peligro nuevamente.

(grobreno@enet.cu)