Pedro Díaz Arcia
Ante la escalada que se incrementa como un alud en la guerra comercial entre Estados Unidos y China, las principales potencias económicas del mundo, ambos contendientes recurren a todo su arsenal en la materia. Al anuncio hecho por Washington de que aplicará aranceles del 10% sobre importaciones procedentes de China valoradas en 200,000 millones de dólares, y amenazara con una nueva ronda de sanciones si había contramedidas por parte del gigante asiático, el gobierno de Beijing reaccionó de inmediato y sumó un grupo superior a 5,000 productos estadounidenses que recibirán un aumento en las tarifas por un valor de 60,000 millones de dólares.
Las nuevas medidas decididas por ambos países entrarán en vigor el próximo lunes. Mientras que el gobierno de Xi Jinping anunció, además, que podría elevar los aranceles a las importaciones estadounidenses a 110,000 millones de dólares.
Un artículo publicado por la agencia Prime señala lo que califica como el “arma milagrosa” de China para enfrentar los desafíos, al referirse a los inicios de suministros provenientes de petróleo de Medio Oriente mediante transacciones en yuanes.
A principios de septiembre, ya un total de 600,000 barriles se recibieron a través de estos contratos. Según el texto, el “petroyuán” puede socavar la hegemonía del dólar como moneda de reserva mundial, y contribuir a que Beijing gane la guerra comercial con Washington.
En estos momentos, se encuentran en cartera futuros contratos entre empresas nacionales y extranjeras que se comercializan en la Bolsa Internacional del Comercio Energético de Shanghai, exclusivamente en yuanes. O sea, el mercado oferta-demanda en Asia Pacífico puede garantizar la factura de consumo de China.
En tanto la llamada “venta de futuros” crece de manera acelerada. A fines de agosto, la bolsa de Shanghai, convertida en la tercera plataforma de petróleo más grande del planeta, ejecutó contratos con un valor de 5.39 billones de yuanes. El hecho de que el país compre el crudo en su propia moneda, con la posibilidad de hacerlo con otros productos, sienta un precedente de excepción.
Los retos se presentan cuando Estados Unidos se convirtió en el mayor productor de crudo luego de décadas, según estimados de su Departamento de Energía; la proeza sería una muestra de cómo se ha reformado el auge del petróleo de esquisto, potenciando la posición del país en el mapa mundial energético. La producción habría alcanzado en junio y agosto unos 11 millones de barriles por día; duplicándose en los últimos diez años. La Energy Information Administration (EIA) espera que la producción se mantenga por encima de Rusia y Arabia Saudita hasta el año próximo.
¿Quién puede extrañar, entonces, que Donald Trump amenazara el jueves a la OPEP con reducir los precios del petróleo?
El lunes había dicho que incrementaría las sanciones a China; sin embargo, el martes afirmó estar dispuesto al diálogo para finalizar la guerra comercial. En este “teje y maneje”, ese propio martes, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, en una entrevista con la cadena televisiva CNBC, supeditó la posible negociación bilateral a que China tome determinadas acciones comerciales; es decir, que se ajuste a los reclamos de Washington.
Debate difícil, de tener lugar, cuando para cada cual y para quien la pelota está en la cancha contraria.