Internacional

Eco siniestro

Alfredo García

En diciembre de 2017, el presidente Donald Trump presentó su estrategia de Seguridad Nacional, en la que resucitó el lenguaje de confrontación de la “guerra fría”, eliminó el cambio climático como amenaza, expuso la proteccionista doctrina “América Primero” y perfiló al nuevo “enemigo”, al acusar a China y Rusia de ser poderes “revisionistas que buscan erosionar la prosperidad americana y crear un mundo en las antípodas de los valores americanos”.

“Después de haber sido desestimada como un fenómeno del siglo pasado, la competencia entre grandes poderes ha vuelto”. Y en esa contienda, China y Rusia son los rivales a vencer: “Están decididas a hacer las economías menos libres y menos justas, a hacer crecer sus Ejércitos, controlar la información y reprimir sus sociedades para expandir su influencia”, aseguró el documento.

Según expertos, la guerra comercial de Trump contra China con el pretexto de proteger las empresas norteamericanas, a la que se añade ahora el sabotaje a su capacidad militar, esconde una taimada estrategia para frenar el avance de Pekín como potencia mundial. A las altas tarifas arancelarias, Washington añade ahora sanciones por la venta de armamento ruso a China firmados en 2015. Las bases chinas de ultramar en Yibuti o las del mar del Sur, serán los destinos para desplegar los cazabombarderos SU-35 y los sistemas de misiles S-400 rusos que intenta contrapesar el despliegue naval norteamericano.

Las sanciones por la venta de armamento a China, también están dirigidas a Rusia, segundo exportador de armas (23%) en el mercado mundial, detrás de EU (34%); una advertencia a India, primer cliente en armamento de Rusia y a Turquía, quien recientemente recibió la compra de misiles S-400 rusos. En un comunicado del Departamento de Estado de EU, Heather Nauert, declaró: “Las sanciones son para seguir imponiendo costos al Gobierno ruso, en respuesta por sus actividades malignas”.

Por su parte, China reaccionó indignada exigiendo de Washington corregir su “error” de inmediato. De lo contrario, “EU tendrá que atenerse a las consecuencias”, declaró Geng Shuang, vocero del ministerio de Exteriores chino. Dimitri Peskov, portavoz del Kremlin, dijo que con sus nuevas restricciones, la Casa Blanca intenta apartar del mercado a su principal “competidor”, en medio de una “histeria de sanciones” en Washington. “Se tomarán las medidas que correspondan de la mejor manera a los intereses de Rusia”, aseguró Peskov.

La política exterior del presidente Trump, parece un eco siniestro de la más reciente historia de EU. Tres décadas antes, en marzo de 1983, el presidente Ronald Reagan se refirió a la URSS como “Imperio del Mal”, iniciando una agresiva política injerencista contra Moscú y el resto del campo socialista, impulsado por la concepción de que EU no sólo debía igualar sino exceder las capacidades militares estratégicas y globales soviéticas. Ocho años después, la URSS y el resto del sistema socialista europeo colapsaron, iniciándose un breve período de unipolaridad y hegemonía global de EU.

Después de una década de euforia ultraderechista por la desaparición del “Imperio del Mal” tras una embestida electoral en 2000, el Partido Republicano arrebató la Casa Blanca a los demócratas en unas elecciones fraudulentas. En su primer discurso del Estado de la Unión, enero de 2002, el presidente, George W. Bush, a falta del antiguo “enemigo” y parodiando al ex presidente Ronald Reagan, uso la expresión “Eje del Mal” para referirse a Irak, Irán y Corea del Norte, al cual posteriormente agregó a Libia, Siria, Cuba, Bielorrusia, Birmania y Zimbabwe, “enemigos” fabricados con urgencia para justificar las fechorías militares cometidas durante sus dos mandatos.