Internacional

Contradictorios movimientos

Alfredo García

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Los presidentes, Donald Trump, de Estados Unidos, y Vladimir Putin, de Rusia, principales contendientes en el conflicto sirio, protagonizaron en los últimos días contradictorios movimientos en su política exterior en el Medio Oriente.

Tras el anuncio de retirar las tropas norteamericanas aliados a las milicias kurdas que servían como “carne de cañón” en el combate contra el Estado Islámico (EI), para facilitar la invasión turca a Siria, a cambio de una importante venta de sistemas de misiles y aviones F-35, Trump hizo un inesperado giro con medidas de “castigo” contra el gobierno turco por el operativo militar que calificó de “acciones desestabilizadoras”.

“Es hora de que nos retiremos de estas ridículas guerras sin fin, muchas de ellas tribales y devolver a nuestros soldados a casa. Lucharemos donde sea por nuestro beneficio y solo lucharemos para ganar”. La decisión de retirar los militares norteamericanos fue denunciada por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), como “una puñalada por la espalda” y concitó fuerte crítica en el Congreso de EE.UU., incluyendo a legisladores republicanos que siempre han apoyado a Trump.

Días después Trump fue más explícito: “La ofensiva militar de Turquía pone en peligro a los civiles y amenaza la paz, la seguridad y la estabilidad en la región. He sido perfectamente claro con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan: la acción de Turquía está precipitando una crisis humanitaria y creando las condiciones para posibles crímenes de guerra. Desafortunadamente, Turquía no parece estar mitigando los efectos humanitarios de su invasión. Estoy totalmente preparado para destruir rápidamente la economía de Turquía, si los líderes turcos continúan por este peligroso camino destructivo”.

Posteriormente el díscolo presidente anunció el aumento de 50% en los aranceles al acero procedente de Turquía, cancelación de negociaciones en progreso para un acuerdo comercial bilateral, bloqueo de activos y prohibición de entrada a EE.UU. contra tres ministros del gobierno turco: Hulusi Akar, de Defensa Nacional, Suleyman Soylu, de Interior y Fatih Donmez de Energía, dejando en un limbo su relación con Erdogan.

Tras la retirada de los soldados norteamericanos los rusos aumentaron su relevancia en el territorio sirio. Militares rusos comenzaron a patrullar la frontera turco-siria del noreste del país, para evitar un choque del Ejército sirio con la ofensiva turca que mantiene su avance a pesar del rechazo de los países europeos y la ONU. El gobierno sirio recuperó el control del territorio después del retiro de las tropas norteamericanas, tras un acuerdo con las milicias kurdas abandonadas por Estados Unidos.

Por su parte el presidente ruso en otro imprevisto movimiento, realizó una visita a Arabia Saudita siendo recibido con una suntuosidad que no guarda correspondencia con el antagonismo que mantienen ambos países en los conflictos con Irán, Siria y Yemen. Mientras Rusia apoya a Irán, ayuda al gobierno sirio y condena la agresión saudita a Yemen, la monarquía considera a Irán su enemigo principal, ayuda a la oposición armada en Siria y lidera la intervención militar en Yemen. La agencia estatal saudita, confirmó que esos temas, formaban parte de la agenda durante la entrevista entre Putin y el príncipe heredero, Mohamed Bin Salmán, en donde también se firmaron acuerdos y contratos en sectores tecnológico, energético y de infraestructuras, estimados en más de dos mil millones de dólares.

El aparente giro contradictorio de Trump con Turquía y Putin con Arabia Saudita, resulta muy obvio para ser real. La situación es confusa y los riesgos de una escalada de violencia en el Medio Oriente aumentan.