Internacional

En Cuba ¡se puede!

Donald Trump parece decidido a intentar lo que otros no han logrado. Ni siquiera aspira a derrotar a la Revolución Cubana, sino que trata de asfixiarla. Tratándose de una isla sin aliados cercanos, impunemente está forjando las piezas de un bloqueo aeronaval total y genocida con efectos letales.

La confrontación entre capitalismo y socialismo que ocupó un breve período histórico, no fue un fenómeno intrínseco de los procesos civilizatorios y no obedeció a leyes del desarrollo histórico. El triunfo de los bolcheviques fue un fenómeno político circunstancial, como muchos otros, plagado de factores casuales.

En aquellos eventos se mezclaron las reflexiones teóricas de Marx y otros socialistas con las situaciones reales creadas con el fin del zarismo en Rusia y la geopolítica asociada a la primera y segunda guerras mundiales y el fin del sistema colonial. El liderazgo de Lenin y el poderío de la Unión Soviética, capaz de intentar crear nuevas correlaciones de fuerza y librar la Guerra Fría fueron decisivos.

El socialismo real, basado en estructuras improvisadas, estuvo lejos de ser perfecto. Lo mismo ocurrió con el capitalismo, que siendo resultado de una evolución milenaria no se salva de notables defectos. Aunque esquemática, la idea permite formular el corolario de que, a escala nacional y global, la eficacia de los sistemas políticos y sociales depende de la solvencia de los liderazgos. Nunca se sabrá qué hubiera sido la Unión Soviética conducida por Lenin y Trotski.

En el mundo de hoy lo verdaderamente decisivo no son los factores doctrinarios ni la naturaleza del sistema, sino la solvencia y la competencia de los liderazgos políticos, la solidez de las instituciones que, unidos a la cohesión de la sociedad civil, inspirada por metas compartidas y viables, en un clima de libertad y participación, forman una dialéctica ganadora.

Esas posibilidades que están al alcance de la capacidad de la dirección política cubana, fundamentan la confianza en que el país puede salir adelante a pesar del bloqueo de los Estados Unidos. De lo que se trata no es tanto de determinar qué hacer y cómo, cosas que parecen jugadas cantadas, sino de incorporar a las reflexiones del gobierno y del partido la variable tiempo que es ahora lo más importante.

No hace falta ser un consagrado politólogo para percatarse de que, con el capital humano, los recursos naturales, la cohesión social, y la solvencia del liderazgo estatal y partidista, Cuba puede realizar una enérgica y decidida apertura para, en los límites del primer período de gobierno del presidente Díaz-Canel, generar una dinámica que cambie la realidad económica del país, que necesita sobre todo libertad para ejercer la iniciativa individual y colectiva y alcanzar un nuevo tipo de prosperidad. El estado socialista no puede hacerlo todo, pero puede inspirarlo todo.

Adecuadamente diseñado, gestionado, y liderado, (digo liderado y no cooptado), por los mismos que conducen al pueblo y a las estructuras estatales y políticas al máximo nivel, y aliado con las empresas estatales, el sector privado nacional puede ser a la vez la palanca y el punto de apoyo de un despegue económico que incluso haga vacilar el bloqueo. No se trata de aventuras, sino de rescatar el espíritu de que: “Sí se puede”.

Una de las pocas certezas que pueden ser asumidas es que la idea de un socialismo diseñado para “coser en casa”, no existe y no es recuperable, tampoco se puede esperar ninguna indulgencia del imperio, ni alcanza el tiempo para esperar que allí se operen cambios políticos.

Ante semejante situación es preciso crear soluciones nuevas e imprimir dinamismo a los procesos económicos. Tal como lo veo hay más oportunidades que riesgos. El peligro no está en la dinámica sino en la estática. Allá nos vemos.