Nadie duda que en la historia de la diplomacia moderna jamás ha existido un jefe de Estado tan disparatado como el presidente de Estados Unidos en la actualidad. No porque no existieran antes contendientes para tan bochornoso título, sino porque Donald Trump los ha superado a todos con creces y es hoy vergüenza de sus compatriotas exceptuando sólo a los fanáticos de sus excentricidades.
El aspirante más cercano a esa “distinción” desde el final de la guerra fría hasta hoy, había sido Silvio Berlusconi, magnate de los medios de comunicación y ex primer ministro italiano que introdujo un estilo de gobierno similar al actual de Trump en la década de 1990 y acabó con una condena por fraude fiscal aunque ya ha vuelto a sus andadas e increíblemente cuenta con la aprobación de un 30% del electorado italiano que sigue admirando a Benito Mussolini.
A Berlusconi se le recuerda más por sus crudos comentarios que por sus políticas neofascistas. En 2011, ofendió a la mandataria alemana Angela Merkel e hizo misóginos comentarios sobre la presidenta de Finlandia, Tarja Halonen.
Entre sus atrocidades estuvo la de criticar al gobierno español por tener demasiadas mujeres en su gabinete y la de insultar a China afirmando que bajo Mao Zedong, el gobierno chino “hervía a los niños para fertilizar los campos”.
Es de notar que la retórica de insultos se dirigía antes contra líderes del Tercer Mundo como Idi Amin, de Uganda; Robert Mugabe, de Zimbabwe, y Yahya Jammeh, de Gambia. En la era post-diplomática actual, tales insultos ya no emanan de Kampala, Harare o Banjul, sino de la Casa Blanca en Washington, Downing Street en Londres y Parliament Hill en Canberra. Los líderes y sus asesores cercanos ahora parecen más marineros borrachos a la salida de un bar que representantes de naciones con largas tradiciones protocolares.
En los últimos años, el mundo ha visto el surgimiento de la antidiplomacia, ocasionada por la aparición en el escenario mundial de bestias políticas que operan bajo el color del “populismo”.
El Primer Ministro británico Boris Johnson ha elaborado un largo historial de injurias, tanto siendo alcalde de Londres como luego desempeñándose como Secretario de Asuntos Exteriores.
Donald Trump, también ha pretendido ofender a África y a los africanos al calificar a sus naciones como “países de mierda”.
Los insultos de Trump a los mexicanos con su obsesión por construir de un muro para separar a México de Estados Unidos resultaron en que el entonces presidente mexicano Enrique Peña Nieto se viera obligado a cancelar una visita a Washington en 2017.
Antes de su ridícula historieta de amor con el líder comunista norcoreano Kim Jong Un, Trump se refería a él como el “pequeño hombre cohete”. El Primer Ministro canadiense Justin Trudeau fue calificado por Trump de “deshonesto y débil” luego de que Trump abandonara furioso la cumbre del G-7 de 2018 en Quebec.
Trump calificó de “desagradable” a la primera ministra danesa Mette Frederiksen luego que esta rechazara por “absurda” la propuesta de Trump de comprar Groenlandia a Dinamarca. También insultó a la Reina Margrethe II de Dinamarca al cancelar abruptamente, una visita de Estado suya a Dinamarca.
Similarmente, insultó al primer ministro sueco Stefan Löfven cuando éste le informó que no podía liberar de la cárcel a un rapero estadounidense acusado del asalto de un hombre en una calle de Estocolmo.
Otras conocidas víctimas de los insultos personales de Trump han sido el presidente francés Emmanuel Macron, la canciller alemana Merkel, la ex primera ministra británica Theresa May y el presidente iraní Hassan Rouhani.
El Vice primer Ministro de Australia, Michael McCormack, insultó a líderes de varias islas del Pacífico Sur preocupados por los efectos del cambio climático global en sus países cuando dijo de los isleños del Pacífico: “Seguirán sobreviviendo porque muchos de sus trabajadores vienen aquí a recoger nuestras frutas”, lo que provocó que el Primer Ministro de Tuvalu, Enele Sopoaga, reaccionara amenazando con retirar a los ciudadanos de su país del programa de trabajadores temporales en Australia.
El presidente turco Recep Tayyip de Turquía y el Primer Ministro israelí Binyamin Netanyahu eran aficionados a los insultos y se llamaban unos a otros “terroristas”. Erdogan también insultó a Australia, afirmando que “australianos anti-musulmanes” en Turquía volverían a Australia en ataúdes como sus abuelos, en referencia a la Primera Guerra Mundial, en la que murieron miles de soldados australianos.
Los insultos de Trump a los mexicanos resultaron en que el entonces presidente mexicano Peña Nieto cancelara una visita a Washington en 2017.
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