Internacional

Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga(Especial para Por Esto!)

LA HABANA, Cuba.- Tres años sin Fidel Castro no han secado en el pueblo cubano las emociones, que han ido dejando de ser tristeza para que prevalezca el orgullo cuando se escuchan anécdotas hasta hoy desconocidas, dichas con franqueza y desenfado porque él no está, y es posible seguir perfilando la personalidad del hombre sin herir el pudor de quien siempre rechazó lo que en muchos lugares se ha conocido como “culto a la personalidad”.

Como antes de partir dejó claro que no quería estatuas, ni su nombre en calles o institutos, ni homenajes grandilocuentes, la manera de recordar a Fidel este otro 25 de noviembre ha sido conmovedora y aleccionadoramente sencilla.

Personalidades o gente anónima, que en algún momento estuvieron cerca de él, han desgranado ante las cámaras de la Televisión Cubana, durante todo el día, sus recuerdos de quien siguen llamando “el Comandante en Jefe”.

Y… ha sido inevitable. Mientras algunos esperábamos análisis más teóricos acerca de sus incuestionables aportes, como líder de un movimiento revolucionario imbatible, al decursar de la vida de Latinoamérica y de la humanidad, en cada conversación ha vuelto a relucir otro gesto, otro detalle que retrata mejor al ser humano cálido, nunca avasallado por sus dotes de Jefe de Estado ni por el don de mando del líder revolucionario.

Así ocurrió cuando la ex atleta olímpica Ana Fidelia Quirot narró la preocupación de Fidel por ella luego de un accidente que le provocó quemaduras aparentemente irreversibles, y la influencia que la fe de él en su restablecimiento ejerció en la propia fe de ella; o cuando, quien fue jefe de su escolta, contó la manera inesperada en que un gigantesco árbol cayó, como una araña, sobre el jeep en que se movían y a nadie le ocurrió nada, alimentando también con la narración -¡otra vez!-, el sueño legendario acerca de su presunta invulnerabilidad, y razón por la cual a muchos nos costó tanto asumirlo muerto.

También se sigue aprendiendo de su modo de ser, y se le entiende mejor, luego de que el periodista Randy Alonso, conductor del espacio televisivo informativo Mesa Redonda, contó de su aprecio por los detalles en todo cuanto hacía, algo que, según el propio Fidel le explicó, se debía al precio que le costó no tomar en cuenta un detalle determinante durante el asalto al Cuartel Moncada. No haber reparado en la hora en que hacía su ronda la llamada guardia cosaca que vigilaba el fortín, le costó al Movimiento 26 de Julio prescindir del factor sorpresa y dictó la derrota militar de los bisoños combatientes revolucionarios ante la guardia del dictador Fulgencio Batista.

Y afloró de nuevo este lunes la trascendencia de su palabra de aliento, que se dejó ver en los testimonios de Gerardo Hernández Nordelo, uno de los Cinco Héroes, al dar cuenta de la confianza en la victoria que le transmitió el día en que, condenado ya injustamente a dos cadenas perpetuas, recibió una llamada telefónica de Fidel en medio de su encierro en una cárcel de Estados Unidos.

Son muchas las aristas de la personalidad y de la vida de Fidel que salen a la luz al evocar su figura.

Tres años ausente -y 60 con él- no han sido suficientes para que él se nos devele por completo. Habrá que seguir juntando retazos de vivencias para completar un retrato acabado de su figura… Tampoco bastan tres años para que “los agradecidos” -como llamó el poeta a quienes nos sentimos herederos de su legado- nos cansemos de admirarlo… Y, como si se tratase de un pariente cercano, descubramos que lo sigamos queriendo.