Alfredo García
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Diez años después de las “negociaciones” entre los secretarios de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, y de Colombia, Juan Manuel Santos, para un acuerdo legitimando la presencia de tropas norteamericanas en 7 bases militares colombianas, la intervención militar de EU en Venezuela se hace “creíble”.
Trascendió que el jefe del Comando Sur almirante, Craig Faller, y el comandante de las Fuerzas Armadas de Colombia general, Luis Navarro Jiménez, se reúnen hoy en “privado” en el cuartel general del Comando Sur en Florida, para coordinar la entrega de la “ayuda humanitaria” en Venezuela, en el marco de la crisis que impulsa la Casa Blanca para derrocar al presidente venezolano, Nicolás Maduro.
El pasado lunes en un encuentro con la comunidad venezolana radicada en Miami, el presidente Donald Trump hizo un insólito llamado a los militares venezolanos: “Pueden elegir entre aceptar la generosa oferta de amnistía del presidente, Juan Guaidó y vivir su vida en paz con sus familias y sus compatriotas o pueden elegir el segundo camino: seguir apoyando a Maduro. Si eligen este camino no encontrarán refugio, no habrá salida fácil. Lo perderán todo”, advirtió Trump. ¿Cómo es posible que frente a esta barbaridad, el Consejo de Seguridad de la ONU no intervenga para decir basta?
La embestida imperialista siguió a la reunión sostenida la pasada semana en Washington entre los presidentes, Donald Trump, de Estados Unidos, e Iván Duque, de Colombia, donde ambos mandatarios exigieron al presidente, Nicolás Maduro, abandonar el poder. La subordinada relación de Colombia con EU, data de la guerra de la península coreana. Colombia fue el único país de América Latina que envió tropas para combatir bajo el mando norteamericano. A partir de entonces el vínculo entre ambos gobiernos, permitió el crecimiento de una clase militar colombiana alimentada con el soborno económico de la alianza militar para combatir la insurgencia armada bajo pretexto de lucha contra el narcotráfico. Colombia es el principal país receptor de ayuda militar de EU en América Latina y tercero mayor del mundo. Lo que explica el papel jugado por el entonces ministro de Defensa, Santos para dar luz verde a la intervención militar en Suramérica y su hipócrita política de paz como presidente, mientras favorecía la guerra de baja intensidad contra las FARC y el ELN.
Aunque una agresión militar no puede ser descartada en una persona tan torcida e impredecible como Trump, es probable que las amenazantes “opciones sobre la mesa” sean variantes para obligar al liderato chavista a negociar un acuerdo con la “oposición” en condiciones desventajosas, lo que equivaldría a poner un pie en la puerta entreabierta por el presidente Maduro y dar entrada a un tren expreso para sepultar por siempre los ideales bolivarianos.
La larga historia de confrontación de EU con Cuba demostró desde 1959, como varias crisis promovidas por la política intervencionista de Washington contra la autodeterminación de los cubanos, produjeron “amenazas creíbles” de agresión acompañadas con tentadoras zanahorias. La serena respuesta del líder de la revolución cubana, Fidel Castro, siempre fue demostrar al pueblo norteamericano que el precio de una agresión, sería más alto que su beneficio. El resultado: ni agresión ni zanahoria.
Dicho sea de paso, esa cruenta historia que aún perdura, recuerda que aunque se comparta la visión de Trump y Duque contra Maduro, de que “obstruir la ayuda humanitaria es un crimen contra la humanidad”, ¿cómo podríamos calificar a los 12 presidentes de Estados Unidos que durante más de medio siglo han obstruido el desarrollo de Cuba mediante un bloqueo económico, comercial y financiero con la explícita intención de “causar penuria, hambre y desesperación entre la población cubana”?