Internacional

Pedro Díaz Arcia

En momentos en que los tambores de guerra suenan estrepitosos llamando a invadir militarmente a Venezuela, bajo la voz de mando de Washington; representantes de Estados Unidos, incluido su Presidente, se encuentran en tierras de Asia y Medio Oriente abogando por soluciones pacíficas a conflictos que han provocado millones de pérdidas humanas.

En la ciudad de Hanoi, capital de Vietnam, se encuentran reunidos los respectivos gobernantes de Estados Unidos y Corea del Norte, Donald Trump y Kim Jong-un. Se trata de una segunda ronda luego del encuentro de ambos en junio de 2018 en Singapur, para discutir sobre la desnuclearización de la península coreana; aunque en aquella ocasión sólo se consiguió un vago acuerdo.

La guerra de Corea (1950-1953) causó más de 3.5 millones de muertos; entre ellos, más de 54,000 norteamericanos. El conflicto concluyó con la firma de un tratado de paz por parte de Estados Unidos, Corea del Norte, sus respectivos aliados, y la ONU. El armisticio de Panmunjon puso fin a las hostilidades hasta alcanzar un acuerdo de paz definitivo, pero que aún no se ha logrado.

Pues hasta Hanoi se fue Trump a negociar con un país con el que técnicamente “está en guerra” para lograr una zona libre de armas nucleares, y crear una zona apacible en la región; nada menos viajó a una pequeña nación en donde se calcula murieron entre 3.8 y 5.7 millones de personas en la guerra que tuvo lugar en la década 1955-1975, y en la que Estados Unidos perdió más de 58,000 militares, y además miles de desaparecidos.

Casi simultáneamente, los representantes del movimiento Talibán y el enviado especial de Estados Unidos para Afganistán, Zalmay Khalilzad, iniciaron el martes en Doha, Catar, una nueva ronda de conversaciones. El objetivo es lograr un convenio que permita retirar las 14,000 tropas norteamericanas del país, a cambio de que los talibanes garanticen que Afganistán no se convertirá en un refugio para atacar a otros Estados; lo que al parecer se logró.

La convocatoria se hizo un día después de conocerse el informe anual de la ONU sobre civiles muertos en el país que se elevó a 3,804 en 2018 (el 37% se atribuye a los talibanes), y es el más sangriento en los últimos diez años. Se trata de la guerra más larga del ejército norteamericano en la que han perdido más de 2,300 hombres; con un gasto para sus contribuyentes de un billón de dólares.

En la nación centroasiática se mantienen unos 22,000 militares extranjeros, incluidos los estadounidenses, al concluir la misión de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad; en tanto, el movimiento Talibán es más fuerte y controla más territorio que desde el inicio del conflicto en 2001, según reporte de CNN.

¿Cómo se entiende que Estados Unidos apoye procesos de paz en la antípoda de América; mientras promueve la violencia en nuestra región? ¿Miel allá y sangre acá; en el “patio trasero”?

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, respondió firme y alturadamente al vicepresidente estadounidense, Mike Pence, quien irrespetuosamente lo instó a que no permaneciera como espectador ante la crisis venezolana.

Hay que “construir “puentes de entendimiento”, dijo el gobernante. “No querer imponer las cosas, nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho”; en una defensa a ultranza de los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos.

No se ubicó el halcón Pence: “Por ir al Norte, fue al Sur/ Creyó que el trigo era agua, se equivocaba”.