Por Marina MenéndezFotos: Lisbet GoenagaEspecial para Por Esto!
LA HABANA.— Una mujer pedaleando sobre una enorme bicicleta y provista de mochila con distintos útiles de labor, más la casa a cuestas, recibe a los transeúntes desde sus siete metros de altura y podría ser, ahora mismo, el más visible y contundente reclamo de equidad de las féminas cubanas, desde el arte.
La escultura, plantada al inicio de la célebre y legendaria Alameda de Paula, es de la camagüeyana Martha Jiménez, quien ha confesado que la obra la resarce de sus tiempos de estudiante, cuando soñaba con hacer una escultura así de gigante; pero los conceptos machistas sobre la presunta debilidad de las mujeres, la inhibieron.
No por gusto “Contra viento y marea”, que es el título de la escultura, está hecha en acero: además, constituye una muestra de nuestra fuerza.
La preocupación pronto será vuelta a poner en primeros planos por otra artista. El documental “En busca de un espacio” se estrenará en unos días gracias al talento de la cineasta Marilyn Solaya, directora cinematográfica y, ahora, también productora. Un nombre que vuelve a la gran pantalla luego de sentar cátedra con un filme trascendental, por la profundidad con que aborda la realidad de las personas transgénero: “Vestido de novia”.
Actriz y realizadora de numerosos documentales entre los que se encuentra el que precedió a aquel largometraje —“En el cuerpo equivocado”— Solaya aborda ahora el nunca agotado tema de la lucha de las mujeres contra su discriminación; un asunto que, piensa, no está resuelto aquí, a pesar de las leyes donde se plasma la igualdad entre mujeres y hombres.
“Luego de la revolución social, para hombres y mujeres, que se hizo en 1959, siento que las mujeres estamos ahora como estancadas”, confiesa a Por Esto!
“No es equiparable la magnitud de aquella transformación con la situación de la mujer hoy. Hay que repensar esa igualdad; esa infraestructura”.
Ocurre con este asunto como en temas puntuales de las relaciones internacionales. No pueden asumirse los mismos compromisos ni disfrutarse igual los mismos derechos, en medio de asimetrías entre unos y otros.
“Todos tenemos derecho a llegar a los mismos espacios, pero no estamos en igualdad de condiciones: las mujeres seguimos teniendo dobles y triples jornadas; somos las cuidadoras de los hijos y los ancianos… Tendrían que establecerse políticas públicas para llegar a la equidad, que no es lo mismo que igualdad”.
Según se puntualizó en el reciente Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas, hoy nosotras constituimos el 37 por ciento de la ocupación general; estamos en las categorías de profesionales y técnicos en un 66 por ciento, y ocupamos más de la mitad de los asientos de la Asamblea Nacional, entre otras conquistas.
Aunque no es un tema nuevo en la legislación cubana, la nueva Constitución, aprobada en referendo el 24 de febrero, reconoce y detalla como ningún otro texto que “todas las personas son iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades” y que “la violación del principio de igualdad está proscrita y es sancionada por la ley”.
“La mujer y el hombre tienen iguales derechos y responsabilidades (…) El Estado garantiza que se ofrezcan a ambos las mismas oportunidades y posibilidades”, enfatiza.
Para Solaya muchas de las retrancas están en la mentalidad de la sociedad. “Los cambios después de 1959 no significan que no vivamos aún en un país machista y patriarcal”, apunta. E insiste en que hacen falta políticas públicas.
Pioneras
Aun con insatisfacciones, aquellas son conquistas desbrozadas por antecesoras que se organizaron y dieron cuenta de la necesidad de exigir.
De eso trata el documental, a partir de una investigación realizada por el asesor del corto, el Dr. Julio César González Pagés.
“Me percaté de la existencia de mujeres que no están en nuestros libros de texto. La historia se ha escrito siempre por los hombres, y nos ha llegado incompleta.
“Descubrí el feminismo cubano. Y quise darles a aquellas mujeres el lugar importante que tienen, y reconocer su aporte a la construcción de la nación cubana y de nuestra ciudadanía… A veces una se cree que todas esas leyes las hicimos nosotros solos, y ellas las impulsaron”.
Menciona, entre otras, a la escritora Gertrudis Gómez de Avellaneda, a María Luisa Dolz (fundadora de la segunda enseñanza para que las niñas pudieran prepararse e ir a la Universidad), y a Pilar Morlón de Menéndez. Pero concede un lugar preferencial a Ana Betancourt, porque fue la primera que pronunció un discurso feminista en Cuba, lo que hizo en 1869, cuando se debatía la Constitución de Guáimaro.
“Ella pidió que se tuviera en cuenta el aporte de las mujeres en aquella, la primera de las guerras de independencia”.
A tenor con tales posturas, Cuba fue el primer país de Iberoamérica que tuvo un Congreso Nacional de Mujeres, celebrado en el año 1923 bajo la convocatoria de las líderes del Club Femenino de Cuba.
“Fue esa la organización de mujeres más importante que tuvo la isla desde 1918, cuando se fundó, hasta los años 50.
“Eran mujeres de clase media-alta con instrucción. Al principio querían juntarse y leer poemas… Pensaron que harían sólo eso, algo cultural. Pero ellas ya venían con una historia, estaban preparadas pues muchas habían ido a la Universidad, y tenían otros intereses”, explica.
Para el II Congreso se invitó a las primeras mujeres trabajadoras, y a las negras.
Ya en 1917 se había aprobado la Ley de la Patria Potestad. Y en 1918 se instituye la de Divorcio, lo que convierte a la isla en el primer país latinoamericano en tenerla.
“Ellas querían, además, el derecho al sufragio. Poseían una fuerza política importante. Y en 1934, se aprueba que voten. Dos años después se acepta el aborto terapéutico bajo tres causales”.
La no diferenciación entre los llamados hijos legítimos e ilegítimos, que fue una demanda de su Primer Congreso, quedaría plasmada en la Constitución de 1940, donde se recoge que todos los hijos tenían derecho a ser reconocidos por sus padres, así como la igualdad entre hombres y mujeres. También se reconocía a las mujeres trabajadoras.
“Ellas habían sido muy discriminadas. Para 1902, cuando nació la República mediatizada, la Cámara de Representantes designaba los lugares donde las mujeres podían estar, y había una sola calle en la que se les permitía montar bicicletas; supuestamente, se trataba de sitios más seguros, pero era para controlarlas. Está en La Habana Vieja, y por eso, seguro, la vía adoptó el nombre de Damas”.
Sin embargo, las mujeres cubanas no eran así. Tenían instrucción y además fumaban en público, tenían novio, conducían…
“El primer propósito del documental es hacerles justicia. Hay que mostrar a aquellas mujeres. ¿Cómo seguir adelante si no reconocemos a nuestras precursoras?