Internacional

La Habana de noche

Por Marina MenéndezFotos: Lisbet GoenagaEspecial para Por Esto!

LA HABANA.— La pretensión está latente desde 2016 y tres años después, su materialización empieza a ser más ostensible a los noctámbulos: desaparece la mortecina luz amarilla del alumbrado público y la vista agradece la blanca de las lámparas LED, que comienza verse y dejar ver, las principales avenidas capitalinas.

En total sumaban 70 mil las luminarias de vapor de sodio existentes en la urbe, de las cuales solo 600 se habían cambiado hace tres años, cuando la Empresa Eléctrica dio a conocer el propósito.

A cuatro meses de que La Habana cumpla los 500 —un onomástico que incrementa el deseo de seguir restaurando y modernizando la ciudad— el cambio de bombillas alcanza a 87 calzadas principales. A saber: la célebre 23, en el Vedado, así como 12, 17 y 21; la hoy popular calle G o Avenida de los Presidentes, siempre visitada por jóvenes; Zapata, evocación triste del Cementerio de Colón; Línea; las muy transitadas Primera, Tercera y Quinta, en Playa, y Boyeros, tránsito obligado hacia y desde el aeropuerto José Martí… entre otras.

Zanja, en Centro Habana y los alrededores de la Plaza de la Revolución, son otros de los tramos iluminados ahora con tecnología LED: un sistema más caro, pero más duradero y eficiente.

La labor ha comprendido también —en muchos, aunque en no todos los casos— el cambio de los viejos postes de madera por vistosas luminarias y el soterramiento de cables que, a pesar de ello, siguen pululando todavía en buena parte de la ciudad como telarañas cazadoras de algún papalote. Suelen ser frecuentes las roturas cuando hay mucho viento.

Empero, el plan de cara a noviembre —fecha del medio mileno de La Habana— comprende otras obras. Según declaró en reciente conferencia de prensa el director de Inversiones de la Empresa Eléctrica, José A. García Leyva, están proyectados también trabajos en instalaciones turísticas, universidades, fuentes ornamentales y áreas de recreación.

Más caro, pero más duradero y eficiente

La concreción de esos planes, sin embargo, será de manera paulatina.

Un interesante artículo publicado hace algunos meses por el Periódico Digital Centroamericano y del Caribe puede arrojar luces sobre los motivos por los cuales Cuba —un país con dificultades económicas y financieras—, instaura la LED, pero de a poco.

“unque está comprobado que la iluminación LED brinda a los municipios un ahorro inmediato del 50 por ciento y hasta 75 por ciento en el consumo eléctrico, además de una mejora considerable en la eficiencia de la iluminación, aún es un desafío para muchas municipalidades aprobar paquetes financieros para la inversión inicial necesaria. Los proyectos de alumbrado público son de gran envergadura y necesitan un presupuesto amplio” afirma el artículo “luminación Led: puerta de entrada a las ciudades inteligentes”

Sin embargo, las virtudes de esa tecnología también explican por qué vale la pena. La iluminación pública mediante tecnología LED, explica, contribuye a mejorar la eficiencia energética de las ciudades pues reduce los costos de energía y de mantenimiento, además de las emisiones de carbono, y sirve como soporte de aplicaciones que caracterizan a las urbes modernas como el establecimiento de cámaras de vigilancia y de las redes wifi, de modo de alcanzar espacios citadinos más sostenibles y eficientes, para una mejor calidad de vida de las poblaciones.

Así, cada vez va quedando más lejano el tiempo de las lámparas de gas y la necesaria labor de los serenos, quienes voceaban la hora al tiempo que abrían con una vara alta las tuberías de las bombillas al caer la noche, y las apagaban cuando despuntaba el día.

La tres y serenoooooo

Se recoge por los historiadores que así fue en La Habana hasta el 22 de febrero de 1889, cuando sus habitantes vieron la luz eléctrica en el alumbrado público por primera vez.

El acontecimiento tuvo lugar en el Parque Central, y deslumbró —no solo literalmente, sino también de entusiasmo— a los capitalinos que acudieron a presenciar el acontecimiento, extendido después a la desaparecida plaza de Isabel La Católica, frente a donde luego se erigiría el Capitolio y estaba entonces la llamada Estación de Villanueva.

Para entonces, hacía solo seis años que las lámparas de arco eléctrico habían irrumpido en América Latina: la ciudad argentina de Mar del Plata fue la primera de la región, con la instalación de 200 bombillos de mil bujías cada uno.

Pero no hicieron en Cuba como en Argentina, donde estrenaron las lámparas eléctricas en aquella ciudad y no en Buenos Aires, la capital, porque era algo aún no experimentado y se consideró prematuro, aunque desde septiembre de 1882 se había puesto en funcionamiento en Nueva York la primera central del sistema de Thomas Alba Edison, creador de la lámpara incandescente con filamento de bambú carbonizado.

En el Parque Central de La Habana convivieron durante algún tiempo las lámparas de gas y las de electricidad, lo que permitió no solo comprobar las ventajas de iluminación de las últimas, sino tener luces seguras.

Según ha escrito el Dr. en Ciencias José Altshuler en un libro publicado en 1997: “(…) a lo largo de muchos años la vida se encargaría de demostrar que las interrupciones del fluido eléctrico por falla técnicas serían bastante frecuentes”.

En septiembre de ese año, se inauguró el servicio de alumbrado público en Cárdenas, localidad de la provincia de Matanzas, cercana a Varadero. El servicio de generación era ofertado por la firma estadounidense Thomson-Houston, que luego instaló similares sistemas en todo Matanzas así como en Camagüey y, concretamente, en diez ingenios azucareros.

En La Habana se extendió más tarde: en 1905 llegó a todo el barrio del Vedado y luego a Marianao.

Más de un siglo después, la implantación de la tecnología LED en la capital se halla a tono con los propósitos de desarrollar en Cuba un socialismo no solo sostenible y eficiente sino también, próspero.