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Internacional

La redada debe ser contra la DEA y la CIA

Pedro Díaz Arcia

Me resulta imposible no establecer comparaciones entre aquellos que sufrieron la barbarie del nazi-fascismo, con la política de odio del gobierno estadounidense contra poblaciones que migran por razones de violencia, inseguridad, hambre y desigualdad, o en busca de horizontes que mejoren sus expectativas de vida.

Las redadas que este domingo deben comenzar en Estados Unidos contra miles de migrantes ilegales, por órdenes del presidente Donald Trump, nada tienen que envidiar a las prácticas de los servicios de seguridad hitlerianos. Serán hordas embriagadas de poder, que se lanzarán como hienas contra seres que buscan, sin abandonar su dignidad, un refugio que calme su desesperación.

A principios de los años setenta presidí una delegación que visitó Polonia, así como otros países socialistas, y también occidentales. Al conocer el programa para nuestra estancia, sugerí que nos llevaran a un campo de concentración y al Gueto de Varsovia.

Una polaca de origen hebreo, con una alta responsabilidad en el país y que nos acompañaba, nos dijo cómo, en medio de su boda, agentes de la SS alemana habían sacado de la iglesia a su novio para asesinarlo. En esos precisos momentos, Estados Unidos bombardeaba con napalm al pueblo vietnamita.

Los mismos asesinos en distintas coyunturas históricas.

Desde los inicios del poder nazi, los hebreos fueron obligados a exhibir la estrella de seis puntas (símbolo del judaísmo) para que grupos vandálicos realizaran pogromos (redadas) para saquear sus negocios, violar a las mujeres y golpear a los hombres. Estas acciones antisemitas databan de tiempos atrás, pero no tuvieron la trágica dimensión de Polonia.

Una mañana ingresamos al Gueto de Varsovia, el más grande de Europa, cada paso era una senda al pasado. En los recovecos de una comunidad bajo encierro absoluto, con una salida controlada militarmente, se produjo un levantamiento armado, sin la menor posibilidad de victoria, pero que trazó una marca indeleble en la resistencia contra la opresión y el vasallaje.

Días después, en Cracovia, nos condujeron a Auschwitz. Al entrar recordé, no la frase de “bienvenida” nazi expuesta a la entrada del infierno: “El trabajo os hace libres”, sino la de Dante Alighieri en su obra universal la Divina Comedia, los que entréis, “abandonad toda esperanza”. Y afuera quedaron, sin esperanzas y para siempre, los sueños de millones de familias.

En el campo de concentración había un silencio impenetrable. Un vaho de dolor flotaba en el espacio; cuando aún no habíamos visto el entramado criminal para eliminar a la población judía. Al salir no hubo diálogo. Así estuvimos buen tiempo. Es historia; aunque Polonia decidió otro camino, es su derecho y que le vaya bien…

Pero, ante la cacería que se inicia hoy en territorio norteamericano, hay que salir con fuerza en defensa de nuestros hermanos que no son criminales, ni traficantes, ni drogadictos. Si un delincuente trata de filtrarse que lo detengan y reciba todo el peso de la ley.

Recordemos que el mayor mercado de drogadicción está en Estados Unidos, bajo el manto de la DEA y la CIA. Contra ellos debe ser la redada. Y contra los desmanes de la Patrulla Fronteriza.

Callarlo es hacerle el juego al imperio.

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