Internacional

Mundo postcolonial

Alfredo García “Quien siembra vientos cosecha tempestades”. Con el pretexto de luchar contra el “terrorismo”, en agosto de 2014 las Fuerzas Armadas Francesas intervinieron en Malí, Chad y Níger con una coalición militar formada por EU, Unión Europea, UE, 3 países africanos y el apoyo de la ONU, en una operación militar de “duración sostenida” conocida como “Operación Barkhanees” con 4,500 tropas de fuerzas especiales, 3 drones, 7 aviones caza, 22 helicópteros, 10 aviones de transporte tácticos y estratégicos, 260 vehículos blindados pesados, 210 vehículos blindados ligeros y 360 vehículos logísticos, que desde entonces, mantienen su presencia en la región. En julio de 2017, Francia realizó el lanzamiento de la fuerza conjunta “antiterrorista”, G5 Sahel (Burkina Faso, Malí, Mauritania, Níger y Chad) apoyado política y financieramente por la Unión Africana, UA, la Unión Europea, UE y el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU.

Desde el pasado año el contingente militar francés está bajo mando del general de división, Frédéric Blachon, que opera desde N’Djamena en Chad y cuenta con 2 puntos de apoyo permanentes en Gao, (Malí), Niamey, (Níger) y otras bases de avanzada temporal con los Ejércitos aliados.

Después de más de medio siglo de colonialismo, Francia concedió la independencia a Malí, Níger, Chad, Mauritania y Burkina Faso, durante 1960. Sin embargo la ex metrópoli inició una relación postcolonial fuertemente intervencionista, controlando la economía de esos países con argucias “legales” sin reparar el daño hecho social por el largo período colonial.

Malí tiene una extensión de 1’240,192 km2 y casi 18 millones de habitantes. Siendo el tercer productor de oro más grande de Africa y contar con grandes yacimientos de uranio y sal, está considerado una de las naciones más pobres del mundo. Níger con una superficie de 1’267,000 km2 y casi 19 millones de habitantes, es un país rico en oro, uranio y petróleo. Sin embargo 2/3 de su población viven bajo el umbral de pobreza.

Chad, con una superficie de 1’284,000 km2 y una población de 14 millones de habitantes, es uno de los países más pobres y con mayor índice de corrupción en el mundo. La mayoría de los chadianos viven de la agricultura y ganadería de subsistencia, aunque el país cuenta con grandes yacimientos de petróleo. Mauritania, con una superficie de 1’030,700 km2 y 4’067,564 habitantes, dispone de hierro, petróleo, cobre y pesca. Sin embargo el 20% de su población sobrevive con menos de 1.25 dólares por día. Un 1% de su población trabaja en condiciones de esclavitud.

Burkina Faso, un territorio de 174,200 km2 y 14’326,000 habitantes, cuenta con yacimientos de manganeso, piedra caliza, mármol, oro, antimonio, cobre, níquel, bauxita, plomo, fosfato, plata, zinc y pesca. La falta de empleo es causa de una alta tasa de emigración hacia países vecinos. Es considerada la 27 nación más pobre del mundo.

En mayo de 2017, tras su ascenso a la presidencia, Emmanuel Macron priorizó Malí en su primer viaje fuera de Europa, para visitar el centro de operaciones regional contrainsurgente francés. Trascendió que en su calidad de anfitrión de la Cumbre del G-7 a celebrarse en Biarritz el próximo agosto, Macron extendió una inusual invitación a los 5 países del Sahel, lo que revela el grado de compromiso postcolonial de París con la región.

Siendo la pobreza y el atraso característica común de los 5 países de la región del Sahel a pesar de sus enormes riquezas naturales, sus pueblos son hoy víctimas objetivos vulnerables de organizaciones fundamentalistas que se benefician del malestar popular por el subdesarrollo, la miseria y la corrupción heredadas de la explotación colonial y postcolonial, para promover el terror y la violencia, justificando internacionalmente la presencia militar francesa y con ello un mayor control político y económico sobre sus ex colonias.