Por Pedro Díaz Arcia
La decisión del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, de adquirir el sistema de defensa de misiles S-400 rusos hizo que Estados Unidos cancelara la venta de más de 100 cazas F-35. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, declaró que los misiles antiaéreos rusos son “incompatibles” con el sistema de defensa de la Alianza, de la que Turquía es miembro.
Stoltenberg anticipó que si “no hay una solución no sería bueno “para Estados Unidos, ni para Turquía ni para la OTAN”. Lo que considero constituye no solo un duro golpe para Washington, sino un reto para la cofradía militar, envuelta en turbulencias.
Donald Trump dijo el miércoles al referirse a Turquía: “Están en una situación difícil y nos han puesto a nosotros también en una situación difícil”. Y “No les vamos a vender más F-35, y punto”.
Por su parte, el Capitolio analiza sanciones contra Ankara.
Del país euroasiático podría decir que está muy cerca de Rusia y de los problemas regionales que lo acechan, para seguir en galanteos con un “socio” impredecible.
La posición de Turquía es de interés estratégico para Occidente, por lo que se “justifica” la indignación. La región es un polvorín con un cerco de llamas que la rodean.
En este contexto, no debemos excluir importantes antecedentes: el intento de golpe de Estado en el país entre el 15 y 16 de julio, de 2016, encabezado por sectores de las Fuerzas Armadas para derrocar a Erdogan que fue rápidamente aplastado. La purga luego del fracaso de la intentona, rebasó cualquier límite. Fue el único golpe de Estado dirigido por el Ejército en fracasar desde 1923.
A lo que se adiciona que en abril de 2017, el gobierno convocó a un polémico referéndum para establecer reformas que incluían la eliminación del cargo de Primer Ministro, de manera que toda la responsabilidad ejecutiva pasara a manos del Presidente. Erdogan había dicho que ganaría con un 60% de los votos, pero a duras penas alcanzó el 51%.
La evaluación del proceso realizada por los observadores electorales de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, no fue reconocida por el Ejecutivo que las calificó de “inaceptables”, provocando fuertes roces con la Unión Europea.
Ankara tiene la dualidad de que pertenece a la OTAN pero no a la Unión Europea (que ha sido, a pesar de pasos adelante y pasos atrás, por una y otra parte, una manzana de la discordia). Por supuesto, existen menos exigencias para integrar la primera que para conformar la segunda. Para aceptar a Turquía en la Unión se requiere el voto de sus 28 miembros. Algo virtualmente imposible.
Con fronteras con Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Irán, Irak, Siria, Bulgaria y Grecia por tierra; con Egipto, Rusia, Rumanía y Ucrania por mar; la ubicación geográfica estratégica de Turquía tiene un valor inestimable para Occidente.
Durante su discurso en una reciente reunión del Consejo del Atlántico Norte con los socios del Diálogo Mediterráneo, Erdogan reivindicó la soberanía de su país para tomar decisiones en materia de defensa; y dijo que la compra de los misiles rusos se debió a la necesidad y urgencia de poseer un sistema de defensa antiaéreo, ante la negativa de Estados Unidos a vender sus misiles.
Es de esperar que aumenten las sanciones, así como presiones económicas y políticas contra la nación. Es una práctica común.