Internacional

Bloqueo naval a Cuba

Jorge Gómez Barata

¿Trump sabe a donde va?

El bloqueo naval es la medida más extrema que puede ser adoptada contra una isla. Hasta ahora se conocían tres maneras de hacerlo: (1) ocupar con naves militares los accesos marítimos, (2) decretar una zona exclusión naval, y (3) minar los puertos, como hizo Estados Unidos en Vietnam. Aconsejado por John Bolton y Marcos Rubio, Donald Trump aplica una cuarta manera que es mediante sanciones a los buques y los armadores de terceros países.

A principios del mes de abril de 2019, Estados Unidos sancionó a 34 buques y dos compañías por transportar petróleo a Cuba. Desde entonces la lista ha crecido, agregando embarcaciones, armadores, países con cuyas banderas navegan los barcos, firmas comerciales, y aseguradoras.

Se trata de un hallazgo demoníaco, que sin utilizar efectivos militares, puede establecer un cerco total.

Quizás haga falta recordar que Cuba es una isla de economía abierta, dependiente en grado sumo del comercio exterior, que se realiza exclusivamente por vía marítima. Por añadidura, desde hace 60 años soporta un bloqueo económico, comercial, y financiero impuesto por Estados Unidos con ramificaciones mundiales.

En los primeros treinta años de vigencia del bloqueo, la economía de la isleña operó amparada en la asistencia de la Unión Soviética y las relaciones económicas y comerciales con los países socialistas de Europa Oriental, que disponían de grandes flotas de travesía, a lo cual se sumaba una marina mercante propia, que en los años ochenta llegó a disponer de 127 buques con más de un millón y medio de toneladas a flote.

En los últimos treinta años, desde que sucumbieron los regímenes socialistas de Europa Oriental y colapsó la Unión Soviética, privada de cualquier asistencia y de acceso a las organizaciones financieras y de inversión extranjera, Cuba ha sobrevivido básicamente con sus propios recursos, entre ellos la exportación de servicios técnicos, principalmente médicos, a países como Venezuela, Brasil, Sudáfrica y otros, desarrollando el turismo, exportación de medicamentos y otras producciones en pequeña escala, con lo cual obtiene básicamente petróleo, alimentos, y algunas materias primas.

Esa supervivencia, ciertamente precaria, se ha logrado a pesar de los obstáculos que representa el bloqueo de los Estados Unidos recientemente acrecentado con la aplicación del Capitulo Tres de la ley Helms-Burton. Ir más allá e impedir el comercio marítimo, puede representar el límite de lo admisible.

En 1962, durante la Crisis de los Misiles, el presidente John F.

Kennedy desoyó las presiones de los halcones de su gabinete para que bombardeara la Isla y las instalaciones nucleares soviéticas mediante bombardeos masivos, y ordenó un bloqueo total a la Isla para impedir que ingresaran nuevos armamentos. De ese modo se estableció una barrera ante la cual las naves soviéticas serian inspeccionadas, deteniendo a los que transportaban armas, y dejando pasar los demás.

Kennedy trataba de preservar la seguridad de su país, no matar de hambre a los cubanos.

Ignoro si Donald Trump se ha percatado de que un bloqueo naval a Cuba, que impida por vía de sanciones a terceros el arribo de embarcaciones, puede conducir a tensiones políticas bilaterales al límite, radicalizar a las autoridades cubanas, y empujarlas a decisiones extremas, así como desatar una crisis humanitaria.

A la altura del siglo XXI, la búsqueda de soluciones políticas con métodos barbaros, no solo son erróneas e injustas, sino que desmienten la condición humana.