Internacional

No jueguen con el tigre

Pedro Díaz Arcia

La Resolución 2758 aprobada el 25 de octubre de 1971 por dos tercios de la Asamblea General de la ONU reconoció a la República Popular de China (RPC) como el único representante del país asiático. La ilegal representación de Chiang Kai-shek, abandonó la sala de sesiones para ceder el puesto a la delegación de Pekín.

Que China es una nación única e indivisible fue suscrito por el órgano más representativo y democrático de las Naciones Unidas. México tendría más derecho a reclamar la devolución de más de la mitad de su territorio, arrebatado por Estados Unidos a mediados del siglo XIX y validado por el Tratado de Guadalupe-Hidalgo; que la provocadora actitud de Washington renuente a la aceptación del veredicto de la comunidad internacional respecto a Taiwán.

La política de “un país, dos sistemas”, aplicada por el líder Deng Xiaoping, se basó en la teoría de que para reunificar el país, una vez recuperado Hong Kong, lo que sucedió en 1997 de acuerdo a lo previsto, se realizaría con la instauración del socialismo en el continente con características chinas, mientras que en Taiwán y Hong Kong se mantendría el ordenamiento capitalista.

Respecto a la antigua colonia británica, más tarde llamada de modo eufemístico un “Territorio de Ultramar” bajo la administración de Reino Unido, el Gobierno de Pekín afirmó que establecería tropas solo para resguardar la seguridad nacional. No obstante las sostenidas manifestaciones en Hong Kong y las advertencias sobre las consecuencias económicas para el país, hasta el martes no había movilización de tropas del Ejército chino hacia el enclave.

La piedra angular de la política estratégica China y que no admite negociación, es lo relativo a su reunificación, que implica su soberanía. Quizás Washington pueda retozar con la retórica y alguna que otra provocación, pero no jugar con el tigre.

En una coyuntura de peligros crecientes, Estados Unidos vendió armas a Taiwán; en tanto sus naves de guerra maniobraban en aguas cercanas al territorio continental; además, Beijing le ha reiterado, lo hizo nuevamente el lunes, que aleje su parafernalia militar de las islas de los mares del este y sur de China.

Por su parte, el vocero de la Séptima Flota calificó tal despliegue como “paso inocente”, protegido por el derecho internacional. Ese tipo de inocencia duró muy poco en el Paraíso. La zona es rica en reservas de gas y petróleo, suficiente para “justificar” el pecado.

Por último, a la propuesta de Tokio de crear una nueva estructura de control misilístico, China respondió con rudeza que si Japón está realmente preocupado por los asuntos de seguridad, primero debe decir a Estados Unidos que es “inadmisible” tomar pasos unilaterales, -refiriéndose a su salida del Tratado de Eliminación de Misiles de Corto y Medio Alcance (INF, por sus siglas en inglés), suscrito en 1987 por los respectivos líderes de la Unión Soviética y Estados Unidos, Mijaíl Gorbachov y Ronald Reagan, que era de vital importancia para la seguridad mundial.

Entre medidas y contramedidas de distinta naturaleza, las aguas se calientan y las amenazas suben de tono.

El Ministerio de Defensa chino ha sido muy claro: “Si hay personas que se atrevan a tratar de separar a Taiwán del país, el Ejército de China estará listo para ir a la guerra para salvaguardar firmemente la soberanía nacional”.

Al que le sirva el sayo, que se lo ponga.