Internacional

El niño presidente

Zheger Hay Harb

A un año de haber asumido Iván Duque la presidencia del país, actúa como subpresidente y su mentor (el ex presidente Alvaro Uribe) como presidente real, que gobierna en cuerpo ajeno.

Esa caracterización –sub presidente- ya era popular en Colombia desde el evento formal de su posesión cuando se comprobó, por registro fílmico, que el discurso patán del presidente del Senado que pintaba un país derrotado por la guerrilla por culpa del proceso de paz del saliente presidente Juan Manuel Santos, obedeció a un guión de Uribe que marcaba el derrotero que debía seguir el recién posesionado.

A partir de ahí comenzamos a descubrir quién era en realidad el nuevo presidente, que contaba como trayectoria profesional y política apenas con unos cargos de esos llamados corbatas en organismos internacionales, que se asignan a alguien para que devengue un sueldo sin necesidad de esforzarse demasiado, apenas de entretenimiento. En 2014 Uribe lo incluyó en la lista cerrada al Senado de la República, que él encabezaba; es decir, el voto iba para la lista, era él quien atraía a los votantes y no cada candidato en particular. Así Uribe pudo arrastrar a 20 candidatos de su partido, entre ellos Duque.

Para el período presidencial 2018-2022, Uribe impuso a Duque como candidato de su partido. Como era obvia la ausencia de autoridad que reflejaba, le tiñeron el pelo y de un día para otro lo vimos aparecer canoso; pero las falsas canas no fueron suficientes y no ha podido generar respeto; resultó elegido con una campaña en que aterrorizaron al electorado con las mismas mentiras con que ganaron el plebiscito contra la paz. Y a partir de ahí hemos estado en manos de un adolescente de 43 años a quien Uribe pretende excusar por su “extrema juventud”: “El solito presentó una propuesta política” dijo el ex presidente queriendo resaltar la capacidad de su protegido, con lo cual contribuyó a dibujar su caricatura.

De alguien de 42 años podrá decirse que es muy joven para padecer Alzheimer o para ser bisabuelo. Pero después de que Alberto Lleras Camargo asumió la presidencia de Colombia a los 39 años, Fidel Castro entró triunfante en La Habana a los 33, Trudeau llegó a la presidencia de Canadá a los 42 y Alejandro Magno se coronó rey de Macedonia a los 20, para dar apenas unos ejemplos, resulta difícil considerar demasiado joven a un presidente de esa edad.

Pero este Peter Pan irresponsable que se niega a crecer confunde la labor presidencial con uno de esos entretenimientos de bachiller: dar cabezaditas a un balón en una visita de Estado, saludar al rey de España diciéndole que Uribe lo quiere mucho y le manda saludos, animar reuniones oficiales como si fueran fiestas escolares de graduación con la guitarra y emplear metáforas difíciles de compaginar con su gran responsabilidad: en la Unesco dijo que la economía naranja, que ha planteado como su gran apuesta de gobierno sin que todavía sepamos bien en qué consiste, tiene relación con los siete enanitos de Blanca Nieves.

Todo ello lo ha convertido en objeto de burlas; hace las delicias de los caricaturistas siempre presentándolo como un jovencito atolondrado y los chistes, más allá de los que ningún político logra escapar, en este caso lo dejan como un total incapaz. La irreverencia de los columnistas colombianos es bien conocida, pero ni siquiera al ignorante y alocado Andrés Pastrana en sus épocas de presidente lo desestimaron de esa manera por incompetente.

Han sido varias las veces que la vice presidenta y los ministros le cambian el apellido y lo llaman presidente Uribe, con lo cual agravan su imagen de marioneta; la ministra de Trabajo, de la entraña del ex, dijo que Duque era el presidente pero Uribe el jefe. En la inauguración del festival de Cine de Cartagena el cineasta Rubén Mendoza le dijo a la vicepresidente: “dígale a su jefe y al jefe de su jefe…”

Ahora es la prestigiosa BBC (British Broadcasting Corporation –Corporación de Radiodifusión Británica), servicio público de radio y televisión del Reino Unido, la encargada de presentarlo como sub presidente. Tuve que buscar la página oficial para convencerme de que la crónica y la calificación eran auténticas.

La imagen internacional corresponde a lo que a diario vemos los colombianos: un partido de gobierno que sin siquiera guardar las formas le da órdenes, un jefe de ese partido que lo lleva del cabestro y ha sido grabado diciendo que Duque “tiene que enderezar” (lo cual entraña una amenaza, habida cuenta del proceder del mesías Uribe) ante el desespero de ver que su imagen va en picada; un presidente que, por esas mismas razones, luce perdido, desdibujado, defendiendo causas impuestas como las objeciones a la ley de la Justicia Especial de Paz sin mayor convicción y un gobierno a la deriva que pretende tapar todos los problemas internos con la cortina de humo de la falta de democracia en Venezuela.

Su titiritero, Uribe, está ad portas de que la Corte Suprema lo llame a indagatoria en el proceso por manipulación de testigos en un caso en que su hermano y él mismo están involucrados en la creación de grupos paramilitares y homicidio.

Cuando eso ocurra –y ya van muchos llamados de la opinión a la Corte por la demora- ¿qué va a hacer Duque sin su ideólogo? ¿Quién le va a dictar lo que debe decir y hacer? Su partido está cohesionado sólo por la figura del titiritero porque todos están contra todos buscando arañar una cuota de poder y sólo apoyan al presidente si se las brinda.

Mientras tanto los líderes siguen cayendo asesinados, el ministro de Defensa lo niega y el presidente se muestra feliz porque Trump, que ya lo había regañado porque no lograba disminuir las hectáreas sembradas de coca ahora le da una palmadita en la espalda y le dice que está haciendo muy bien la tarea porque disminuyeron en 2,000 frente a más de 200,000.

Su imagen favorable está en 40% según unas encuestas y en 37% según otras. Ya ni los siete enanitos ni Blanca Nieves, a quien muy probablemente Duque identifica con Uribe, le alcanzan para remontar la cuesta. Y mientras tanto, los líderes siguen cayendo asesinados.