Internacional

Manuel E. Yepe

Activistas occidentales mal calificados como “progresistas” y muchos supuestos expertos en asuntos orientales han estado tuiteando que las manifestaciones de Hong Kong deben apoyarse como parangones de la virtud y la justicia. Algunos han blogueado insistentemente sobre la importancia de estas protestas para la lucha por la libertad contra la “dictadura” a escala mundial.

El periodista estadounidense K.J.Noh destaca que la mayoría de estas personas nunca se han preguntado por qué, de los miles de protestas diarias de cientos de movimientos independentistas en el mundo, la mayor parte de cuyos integrantes nunca ha puesto un pie o pasado un día en China. De hecho, no sabían que la de Hong Kon no era una revolución de color verdadera hasta que la estúpida blogosfera occidental “progresista” se convirtió en su animadora.

K.J.Noh ofrece a los lectores, con el propósito de aclararlos, las precisiones siguientes:

No puede ser un levantamiento popular progresista porque en él se involucra la Fundación Nacional para la Democracia (NED), que es el brazo golpista del gobierno de Estados Unidos, que hace lo que la CIA solía hacer -cambios de régimen y trucos sucios- por otros medios.

“No puede ser un levantamiento popular progresista cuando su principal financista es el conocido multimillonario fascista de los medios de comunicación, con estrechos lazos con los elementos más reaccionarios de la reacción derechista occidental, Rupert Murdoch, y su homólogo de Hong Kong, Jimmy Lai, propietario del misógino, racista, xenófobo, Next Media/Next Digital Corp./Apple Daily, como impulsores de esto.

“No se trata de un levantamiento popular progresista porque los líderes clave son los racistas, antiinmigrantes, secesionistas que cortejan y se asocian con poderosos extremistas de derecha e ideólogos del cambio de régimen en Estados Unidos (John Bolton, Paul Wolfowitz, Mike Pence, Mike Pompeo, Marco Rubio, Eliot Engel, Larry Diamond, etc.)”.

Otra prueba de que no se trata de un levantamiento popular progresista es que el Congreso de Estados Unidos y el State Department de proclaman su apoyo a los manifestantes, escriben proyectos de leyes y amenazan con consecuencias si las protestas no son permitidas por el gobierno.

No puede serlo cuando los manifestantes apelan a que Estados Unidos intervenga o quieren volver a ser una colonia de supremacía blanca, sin democracia ni representación.

Los levantamientos progresistas populares no ondean banderas de Estados Unidos ni del Reino Unido, ni cantan consignas coloniales.

Usan esvásticas y símbolos de la derecha alternativa, aterrorizan a los niños, vomitan discursos de odio o golpean a personas inconscientes con banderas de los Estados Unidos como hacen los fascistas.

Adicionalmente, hay que tener en cuenta que para las protestas ha habido una preparación, logística, organización y financiación increíbles. Las revoluciones en esta época no ocurren por sí solas, y ciertamente no se financian por sí solas. Decenas de miles de manifestantes, preparados con cascos, máscaras antigás, filtros, gafas, corbatas, duelas, láser, guantes y chalecos antibalas no aparecen espontáneamente. No sólo empiezan de improviso a crear líneas logísticas complejas usando señales de mano predeterminadas mientras blanden pancartas, animaciones y frases llamativas en inglés con diseño corporativo. Todo eso requiere una organización, capacitación y financiación increíbles.

El modus operandi para las revoluciones de color es, primero, instigar protestas masivas con un pretexto menor, seguido de una rápida y preparada escalada a la violencia. Las revoluciones de color apoyadas por EEUU necesitan escalar rápidamente a la violencia, para desplazar la reflexión crítica, ahogar el paisaje mediático con imágenes emocionales y pornografía de disturbios, para “catapultar propaganda”; crear caos y confusión, para derribar, paralizar y hacer impotente al gobierno en los choques; o para desencadenar represión y, por lo tanto, para provocar una censura global. Sobre todo, necesitan y confían en el terror perturbador para intimidar y paralizar: para crear confusión por el continuo sabotaje -para echar arena en los

engranajes- y para crear fricción estructural en las condiciones de vida que hacen que la existencia ordinaria sea intolerable e insoportable.

En otras palabras, no se trata de exigir cambios: se trata de una terapia de choque diseñada para crear para un Estado una crisis de

legitimación: hacer que el Estado sea impotente o ingobernable, o moralmente intocable.

Son tácticas de cambio de régimen de la NED/CIA, practicadas y documentadas en todo el mundo, diseñadas para inflamar el descontento, la indignación y las protestas.

(http://manuelyepe.wordpress.com)

(Este artículo se puede reproducir citando al periódico POR ESTO como fuente.