CIUDAD DEL VATICANO, 29 de septiembre (ACI Prensa/REUTERS/AP/AFP).- El Papa Francisco renovó su llamado a la acogida de los refugiados y migrantes que huyen de las guerras y de la pobreza, y recordó que muchos de los países que se niegan a la acogida son precisamente los que fabrican las armas que luego se emplearán en los conflictos que empujan a poblaciones enteras al éxodo.
“Las guerras afectan sólo a algunas regiones del mundo; sin embargo, la fabricación de armas y su venta se lleva a cabo en otras regiones, que luego no quieren hacerse cargo de los refugiados que dichos conflictos generan”.
El Papa Francisco hizo esta denuncia en su homilía de la Misa que, con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, presidió este domingo 29 de septiembre en la Plaza de San Pedro del Vaticano, ante 40,000 personas.
En su enseñanza, el Santo Padre recordó que en esta Jornada “debemos prestar especial atención a los forasteros, como también a las viudas, a los huérfanos y a todos los que son descartados en nuestros días”.
En ese sentido, recordó que el lema de esta Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado es, precisamente, “No se trata sólo de migrantes”.
“Y es verdad”, subrayó, “no se trata sólo de forasteros, se trata de todos los habitantes de las periferias existenciales que, junto con los migrantes y los refugiados, son víctimas de la cultura del descarte. El Señor nos pide que pongamos en práctica la caridad hacia ellos; nos pide que restauremos su humanidad, a la vez que la nuestra, sin excluir a nadie, sin dejar a nadie afuera”.
El Pontífice señaló que “el Señor nos pide que reflexionemos sobre las injusticias que generan exclusión, en particular sobre los privilegios de unos pocos, que perjudican a muchos otros cuando perduran”.
“El mundo actual es cada día más elitista y cruel con los excluidos. Una verdad que provoca dolor. Este mundo, cada día es más elitista y más cruel con los excluidos”, lamentó.
El problema descrito por el Papa supone que “los países en vías de desarrollo siguen agotando sus mejores recursos naturales y humanos en beneficio de unos pocos mercados privilegiados”.
“Quienes padecen las consecuencias son siempre los pequeños, los pobres, los más vulnerables, a quienes se les impide sentarse a la mesa y se les deja sólo las migajas del banquete”.
En ese contexto de injusticias y de conflictos que afectan a los más pobres, el Santo Padre recordó que “como cristianos no podemos permanecer indiferentes ante el drama de las viejas y nuevas pobrezas, de las soledades más oscuras, del desprecio y de la discriminación de quienes no pertenecen a ‘nuestro’ grupo”.
“No podemos permanecer insensibles, con el corazón anestesiado, ante la miseria de tantas personas inocentes. No podemos sino llorar. No podemos dejar de reaccionar. Pidamos al Señor la gracia de llorar, ese llanto que convierte el corazón ante estos pecados”.
En ese sentido, subrayó que el mandato evangélico de amar al prójimo como a uno mismo “significa también comprometerse seriamente en la construcción de un mundo más justo, donde todos puedan acceder a los bienes de la tierra, donde todos tengan la posibilidad de realizarse como personas y como familias, donde los derechos fundamentales y la dignidad estén garantizados para todos”.
Muchos migrantes y refugiados de conflictos en todo el mundo asistieron a la misa en la Plaza de San Pedro, donde el Santo Padre inauguró además una gran estatua que muestra a docenas de migrantes y refugiados de diferentes religiones durante algunos períodos de la historia.
“Esta escultura muestra a un grupo de migrantes de varias culturas y diferentes periodos históricos. Quería esta obra artística aquí en la Plaza de San Pedro para recordar a todo el mundo el desafío evangélico de la hospitalidad”, dijo Francisco.
Un coro multiétnico cantó durante la misa, y el incienso utilizado procedía de un campamento de refugiados en el sur de Etiopía, donde los refugiados están retomando una tradición de 600 años de recolectarlo. El incienso, señaló el Vaticano, “nos recuerda que los refugiados también pueden prosperar, no solo sobrevivir”.
Ángeles inconscientes
Esta obra de bronce y arcilla, creada por el artista canadiense Timothy Schmalz y bautizada como “Angels Unaware” (ángeles inconscientes), representa a un grupo de 140 migrantes de distintas culturas y periodos históricos, amontonados en una embarcación.
La obra viene acompañada por una cita de la Epístola a los hebreos: “No olvidéis la hospitalidad, algunos, practicándola sin saberlo, aceptaron a los ángeles”.
“No son sólo extranjeros, se trata de todos los habitantes de las periferias existenciales que, como los migrantes y los refugiados, son víctimas de la cultura del despojo humano”, afirmó durante la misa Jorge Bergoglio, hijo
de una familia de italianos que emigraron a Argentina.
Tras su designación como papa en 2013, Francisco defendió en múltiples ocasiones la necesidad de acoger de forma digna a los refugiados y migrantes.
Pocos meses después de su elección, se desplazó a la isla italiana de Lampedusa, una de las puertas de entrada de extranjeros en Europa. En abril de 2016, también regresó de una visita a la isla griega de Lesbos acompañado por una familia de tres refugiados sirios musulmanes.
El Papa pidió a finales de julio a la comunidad internacional que actúe “con celeridad y decisión” para evitar nuevas tragedias en el Mediterráneo.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), entre principios de 2014 y julio de 2018 se encontraron los cuerpos muertos de 5,773 migrantes y hubo 11,089 desaparecidos en el Mediterráneo.
La mayoría de estas muertes se produce en la zona central del Mediterráneo, entre las costas de Libia, Túnez, Malta e Italia.
Varios países europeos, como Italia, Francia, Alemania y Malta, acordaron un mecanismo de repartición automática de los refugiados, cuyo objetivo es acabar con el caso a caso aplicado en el último año después de que cada
embarcación humanitaria efectuara un rescate en el Mediterráneo.
Este dispositivo será votado por el conjunto de los países de la Unión Europea durante el consejo europeo de “Justicia y Asuntos interiores” que se celebrará en Luxemburgo a principios de octubre.