No es la primera vez que Trump se rehúsa a admitir que cometió una equivocación. Los ejemplos van desde lo inofensivo, como su declaración de su envestidura presidencial contó con la mayor multitud de la historia, hasta lo más grave, como su aseveración sobre un fraude electoral generalizado en 2016 que propició la creación de una comisión electoral para que demostrara y apoyara su aseveración.
Por Jonathan Lemire
NUEVA YORK (AP) — El Presidente Donald Trump nunca se equivoca, al menos según él. Las incesantes explicaciones que dio a sus erróneas advertencias del domingo de que el huracán “Dorian” amenazaba a Alabama, y que causaron días de burla y escepticismo, son sólo el ejemplo más reciente de la eterna renuencia del Presidente a reconocer un error, por inofensivo que sea.
Su ferviente defensa durante días, no solo ha prolongado la atención a su capricho personal, sino también su voluntad, nuevamente en manifiesto la noche del jueves, a desplegar a personal y recursos del gobierno para justificar una aseveración imprecisa. Las declaraciones presidenciales pueden influir en los mercados, inquietar a los capitales en el mundo y, en este caso, alarmar innecesariamente a los habitantes de un estado. Sin embargo, la relación de Trump con la verdad y la responsabilidad amenazó de nuevo con socavar el peso de las palabras de un Presidente.
“Los grandes presidentes reconocen cuando cometen un error, lo arreglan, y siguen adelante”, dijo el historiador presidencial Jon Meacham. “En este momento, se trata de una equivocación de que un huracán va a azotar un estado. Pero también puede derivar en un problema mayor, costar vidas humanas y contribuir a crear un ambiente en el que las personas no puedan confiar en el gobierno”.
No es la primera vez que Trump se rehúsa a admitir que cometió una equivocación. Los ejemplos van desde lo inofensivo, como su declaración de su envestidura presidencial contó con la mayor multitud de la historia, hasta lo más grave, como su aseveración sobre un fraude electoral generalizado en 2016 que propició la creación de una comisión electoral para que demostrara y apoyara su aseveración.
Esta tempestad en particular de Trump, como suele ser el caso, comenzó con un tuit.
El domingo, el Presidente advirtió que Alabama y otros estados “muy probablemente serían impactados con (mucha) más fuerza de lo anticipado”. Sin embargo, para entonces, Alabama no enfrentaba ningún peligro, como lo aclaró rápidamente el Servicio Nacional de Meteorología.
En lugar de retractarse, Trump arreció la defensa de su alerta y continuaba haciéndolo cuatro días después.
El miércoles, Trump mostró un mapa del curso proyectado de Dorian en el que se mostraba el cono de incertidumbre que abarcaba gran parte de Florida pero que no rebasaba al estado. Sin embargo, una extensión estaba agregada con un marcador negro que llegaba hasta una zona de Alabama.
El Presidente, conocido por su amor a los rotuladores de la marca Sharpie, alegó ignorancia sobre la alteración. “No sé, no sé, no sé, no sé”, respondió cuando se le preguntó.
Esa noche y al día siguiente, acudió a Twitter para insistir de nuevo en que ciertos modelos de seguimiento de tormentas demostraban que él tenía razón. Tuiteó mapas obsoletos, presionó al personal de la Casa Blanca para que apoyara sus afirmaciones y duplicó su pronóstico erróneo, ocho veces más.
“En el modelo de Florida, el Gran Estado de Alabama habría sido golpeado o rozado”, dijo en uno de sus tuits. “¡Lo que dije fue correcto! ¡Todas las Noticias Falsas son para humillarme!”, agregó.
Luego, a última hora del jueves, la Casa Blanca emitió una declaración oficial del contraalmirante Peter J. Brown, asesor del Presidente en materia de seguridad nacional y antiterrorismo.
Fue él, escribió Brown bajo el membrete de la Casa Blanca, quien informó a Trump el domingo, mostrándole el pronóstico oficial del Centro Nacional de Huracanes, pero también una serie de otros modelos, que “mostraban posibles impactos de tormentas fuera del cono de pronóstico oficial”.
Por AP