Internacional

Teoría y práctica teórica en Cuba

Desde hace veinte años el presidente Raúl Castro llama a “desatar los nudos que traban las fuerzas productivas”, cosa que no ha ocurrido y por lo cual el presidente Miguel Díaz-Canel insta a que se identifiquen cuáles son los nudos, dónde están y por qué no se acaban de deshacer.

Las fuerzas productivas y las relaciones de producción son las categorías principales de la economía política marxista y la dialéctica entre ambas trata de explicar el devenir histórico. Marx fue explícito: “El resultado general al que llegué…puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales… Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas y, se abre así una época de revolución social”.

No recuerdo el momento en que aprendí que aquel esquema creado por Marx es un modelo teórico creado para estudiar y comprender la realidad social y su dinámica, pero no es la realidad.

Las fuerzas productivas son elementos materiales, en primer lugar, la totalidad de la naturaleza, la entidad física del planeta, a lo cual se suma el conjunto de la obra humana. Semejante entramado sería impensable sin el hombre. El hombre y sus circunstancias, incluido su entorno, es la más formidable fuerza productiva y sin él es imposible concebir la existencia. De ese acápite forman parte también la subjetividad, entre ellas, las aspiraciones a una vida mejor y de más calidad, caracterizada por el consumo, el confort, el bienestar y el disfrute cultural, lo cual requiere de una organización social determinada, del trabajo, del capital y del dinero.

La totalidad descrita es apenas la mitad de la realidad; la otra es la humanidad, el hombre, que además del núcleo de las fuerzas productivas es el eje de las relaciones de producción, el portador de la espiritualidad que, para desempeñar su rol, necesita trabajar y crear, reproducirse y vivir en armonía bajo reglas y leyes creadas por él mismo y que asumen la forma del estado, el poder, los partidos políticos, los liderazgos y por supuesto, la fe. Dios, para muchos, el creador de todo lo existente, incluso el hombre y sus saberes, es el sostén de la condición humana.

Esta otra entidad son las relaciones de producción que, según Marx, forman el marco en el que se desenvuelven las fuerzas productivas y que, a partir de una lógica científicamente implacable, llegan a un punto en el cual, en lugar de estimular a las fuerzas productivas, obstaculizan su desarrollo. La producción y sus resultados son más dinámicas que las concepciones y las entidades políticas. Subordinar la economía a dogmas ideológicos es invertir la lógica del devenir.

No digo que eso es lo que ocurre en Cuba, pero asumiendo como válidas las magníficas metáforas invocadas por Raúl y por el presidente Díaz-Canel, de eso se trata.

En el desarrollo de las capacidades productivas cubanas, en la creatividad de sus emprendedores, en la capacidad de invención de sus científicos y académicos, en su gestión comercial y, en el desempeño de sus estructuras políticas, existen frenos que se expresan, tanto de modo puntual como a escala social. Siguiendo esa rima me atrevo a afirmar que, en una dimensión global, ciertos aspectos de las relaciones de producción en Cuba se han constituido en un freno para la marcha de la economía, la innovación y la construcción del socialismo. Se trata de un fenómeno sistémico.

La solución no radica en dinamitar el orden social, sino mediante reformas, perfeccionarlo, dotarlo de flexibilidad y operatividad, abrirlo a la innovación y poner al Estado magníficamente instalado en función de hacer avanzar el socialismo y no en limitar su proyección.

Mucho antes de que yo escribiera estas notas, Raúl Castro condujo al Partido a la aprobación de los Lineamientos del Desarrollo Económico y Social, a la formulación de la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista y a la adopción de la nueva Constitución.

Los nudos que traban las fuerzas productivas no están en las fábricas, en las minas ni en las obras, tampoco en los ministerios, sino en las mentes. Ello determina que no se avanzará mientras no haya un efectivo cambio de mentalidad.

Reiteradamente, el presidente ha preguntado al activo revolucionario, a los que creen en el socialismo y apuestan por su perfeccionamiento:

¿Dónde están las trabas que frenan a las fuerzas productivas? ¡Elas ahí! Tal vez me equivoque, lo cual carece de importancia. Quien no puede equivocarse es el liderazgo nacional y el partido.