Jorge Gómez Barata
Comparto la visión de Karl Marx acerca del fin del capitalismo que, a diferencia de la especulación instalada por Lenin acerca de una “crisis general”, no será un capítulo del Apocalipsis, sino una transición, más o menos racional, resultante del crecimiento de las fuerzas productivas, es decir, del progreso y del desarrollo.
En 1859 Marx escribió: “…Al llegar a una determinada fase de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes…De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas y se abre así una época de revolución social…”.
En 1875, esto es 15 años después, insistió en la idea: “Cuando la sociedad ?enfatizó? crezca en todos sus aspectos y manen las riquezas colectivas, entonces podrá escribir en sus banderas: Dé cada cual según su capacidad y reciba según sus necesidades…”
Este credo, me lleva a rechazar las visiones apocalípticas de los agoreros del desastre que como Daniel Estulin, por cierto sobrevalorado en algunos círculos de la izquierda, que aprovecha la actual crisis para renovar sus augurios asegurando, que “…Estamos viviendo el fin del capitalismo, una crisis sistémica planetaria…”
De esa manera los anticapitalistas vitriólicos, llegan a creer que la actual pandemia, más que un hecho casual, originado por uno de los miles de virus que desde hace más de diez mil años periódicamente afectan a los humanos con efectos devastadores, es un actor que puede dar al traste con el capitalismo. Por ese camino casi tendríamos que celebrar la catástrofe.
Francamente, no encuentro evidencia de que alguna de las crisis, más o menos cíclicas por las que atraviesan los países desarrollados, primero en Europa y luego los Estados Unidos, hayan puesto en peligro el sistema capitalista y ni siquiera hayan estremecido los cimientos de ese modelo en ningún país. No creo que esta pueda ser la primera vez.
Lo peligroso de ésta, una de las ilustradas elucubraciones a que ciertos ideólogos nos tienen acostumbrados, es que las fuerzas de izquierda o progresistas puedan llegar a creer que la pandemia, que posiblemente liquide a millones de personas y quebrante las economías locales y mundial, tenga efectos sobre el sistema capitalista en su conjunto y pueda cambiar el curso de la historia.
En mi criterio, ésta, como otras crisis, será una especie de paréntesis después del cual la economía, la producción, el comercio, las finanzas y el consumo de Estados Unidos, China, Europa, Japón, Rusia y otros países desarrollados, a más o menos velocidad, retomarán su curso y probablemente vivan una etapa de auge y prosperidad que haga olvidar los terribles momentos vividos. Tal vez ningún ejemplo ilustre más que la postguerra. Lo confieso, me gustaría que ocurriera así.
Probablemente, la presente crisis que no es un evento político, ni un resultado de las luchas de clases o de las contradicciones interimperialistas, sino de ignotos nanoprocesos que se despliegan en el interior de las células por criaturas invisibles al ojo humano, provoquen mutaciones importantes en las relaciones sociales, pero de ninguna manera darán lugar al hundimiento del capitalismo. De ser así, estaríamos como los bárbaros frente a Roma, que pudieron destruir un mundo que no podían sustituir.
Como anticipó Marx, el socialismo llegará, pero como también creyó, no será como parte de un Apocalipsis, sino como resultado del desarrollo.
Quien quiera afiliarse al catastrofismo de Estulin está en su derecho, yo apuesto por Marx.