Internacional

Browderismo y lucha de clases

Pedro Díaz Arcia

¿Provocará la pandemia un quiebre de la movilización social? ¿La permanencia en casa de cientos de millones de seres, y la “sana distancia”, necesarias para encarar un reto descomunal, frenarán la lucha de los pueblos por sus derechos? ¿Fortalecerá el duro pasaje a los poderes fácticos?

La Segunda Guerra Mundial condujo a la creación de una amplia alianza internacional con el fin de detener el avance del Tercer Reich. El pacto tripartita Washington-Londres-Moscú; el llamado de la Tercera Internacional Comunista (Komintern) a concentrar la batalla de los partidos comunistas en una estrecha labor con los socialistas, al tiempo de influir en los trabajadores y sindicatos para abandonar las huelgas, cerrar filas con los patrones para mantener la producción destinada a los frentes de combate; significó dictar una tregua a la lucha de clases.

Un curioso fenómeno ideológico surgió en América Latina a partir de esta convocatoria: la guerra concluyó, pero el oportunismo revisionista aprovechó la coyuntura para continuar una política que debía responder sólo a un estado de excepción.

El hecho histórico lo debemos a Earl Browder, secretario general del Partido Comunista estadounidense, miembro por demás de la Komintern en la década del cuarenta. Se había propuesto unir los principios comunistas con la tradicional política norteamericana, para expandir la “libertad y el autogobierno democrático”; en un proceso de idealización del programa de gobierno de la Casa Blanca; imaginó una nueva revolución industrial en la que el trabajo sería limitado a una mera supervisión y restauración de las maquinarias.

Sostenía que los comunistas debían apartarse de fundamentos ideológicos para colaborar con los mandatarios, al margen de sus posiciones políticas. La acomodaticia filosofía de Browder influyó de manera determinante en numerosos partidos comunistas de América Latina: en su organización, estatutos y programas, semejantes a cualquier organización reformista de la época.

El líder norteño había asumido responsabilidades propias de la Internacional comunista debido al prestigio del Partido Comunista de Estados Unidos. Mientras los partidos comunistas de América seguían sus orientaciones, más que de la lejana Unión Soviética. Finalmente, la Komintern desapareció por decisión del Kremlin; y Browder, en 1946, fue expulsado del partido por la misma mano.

La corriente revisionista fijó un hito en la Historia del movimiento comunista en el continente; pero tuvo una existencia breve (enero de 1944 a mediados de 1945). Después vendría la rectificación.

Las experiencias pasadas son como señales en los caminos.

¿Qué sucede cuando una situación fuera de pronósticos sacude las bases de la economía y las infraestructuras que la sustentan?

En las crisis provocadas por disfunciones del Estado capitalista, la prioridad esencial es salvar a los bancos, la red financiera sin la cual no opera el sistema, y con ella a los grandes capitales cobijados a su sombra. También en esta crisis sanitaria, la preocupación principal de algunos gobiernos, no de todos, es salvar el patrimonio de los ricos. Hay gobernantes que temen tanto al virus como a la reacción de los pueblos que, a su vez, tienen un doble temor: el de morir sin asistencia médica, y el miedo de cargar con el mayor peso por las consecuencias.

Los gobiernos y los medios masivos nos llaman a la unidad para sobreponernos a las penurias y abonar el camino para salir adelante en una cruel encrucijada; donde hoy todo es duda.

¿Se mantendrá el status quo para que nada cambie? ¿O se reiniciará la lucha para sacudir el tablero?

¡Ahí radicaría el quid de la cuestión!