Internacional

Pedro Díaz Arcia

Hoy se conmemora el 59 aniversario de la primera derrota del imperialismo yanqui en América Latina. El pasado día 16, se conmemoró la declaración del carácter socialista de la Revolución Cubana.

“Compañeros, todas las unidades deben dirigirse hacia la sede de sus respectivos batallones, en vista de la movilización ordenada para mantener el país en estado de alerta ante la inminencia que se deduce de todos los hechos de las últimas semanas y del cobarde ataque de ayer, de la agresión de los mercenarios. Marchemos a las Casas de los Milicianos, formemos los batallones y dispongámonos a salirle al frente al enemigo, con el Himno Nacional, con las estrofas del himno patriótico, con el grito de ‘al combate’, con la convicción de que ‘morir por la patria es vivir’ y que ‘en cadenas vivir es vivir en oprobios y afrentas sumidos’.

Marchemos a nuestros respectivos batallones y allí esperen órdenes”.

Así concluyó el discurso de Fidel Castro, pronunciado el 16 de abril de 1961, en el cruce de las calles 23 y 12, en el Vedado, La Habana, luego del entierro en el Cementerio de Colón de las víctimas de los bombardeos del día anterior.

El día 15 de abril de 1961, aviones B-26 con falsas insignias de la incipiente Fuerza Aérea cubana, para hacer creer que se trataba de una sublevación interna, bombardearon varias locaciones de nuestro país. El artero ataque, como lo previó Fidel Castro, era el preludio de una invasión mercenaria que, organizada por la CIA y apoyada por gobiernos lacayos de América Central, se aprestaba a desembarcar en costas del archipiélago antillano.

Al día siguiente, las Milicias Nacionales Revolucionarias en una compacta formación, con sus fusiles reglamentarios formaron una interminable y disciplinada columna a lo largo de la avenida 23, en el Vedado. Una tropa ansiosa de ajustar cuentas con un enemigo sin escrúpulos. No era un sentimiento de venganza, sino de justicia. Pero el imperio, en su ceguera, lo propició.

El 19 de abril, tres días después y antes de 72 horas, fuerzas combinadas de la patria de Martí propinaron a Estados Unidos su primera derrota en América Latina. El desembarco mercenario de la Brigada 2506 no pudo establecer la cabeza de playa para designar un Gobierno provisional, listo en Miami, y pedir ayuda a Washington. Un total de 1,192 prisioneros serían entregados a Estados Unidos año y medio después, en diciembre de 1962, a cambio de 63 millones de dólares en medicinas, equipos médicos y compotas para los niños. ¡Cuánta humillación!

Un pueblo que además esperó impasible, firme en la defensa de la patria amenazada por ataques atómicos en los dramáticos momentos de la llamada “Crisis de los Misiles”, en octubre de 1962, cuando el mundo estuvo al borde de una conflagración nuclear; que venció a las bandas contrarrevolucionarias a lo largo y ancho del país, aupadas por Estados Unidos; que enfrentó sabotajes, intentos de asesinato de sus dirigentes; epidemias que llegaron al territorio nacional de la mano de la CIA; y que no ha cejado en su sentido de solidaridad ayer y hoy cuando brigadas médicas prestan servicios en lugares de riesgo para salvar vidas ajenas y lejanas; que ha soportado con estoicidad espartana un criminal bloqueo imperialista por casi seis décadas: ¿A qué puede temer?

El 16 de abril de 1996, dijo Fidel en Matanzas, en conmemoración de las históricas efemérides, expresó: “¿Asustarnos? ¡Cómo se podría concebir el temor después de todo lo que hemos vivido!”.

Durante su discurso, 25 años antes, expuso los argumentos que sustentaban la decisión de los cubanos de enfrentar cualquier reto en defensa de sus principios:

“La lucha de nuestro pueblo en varias guerras de independencia por llegar a ser lo que es hoy, constituye la materia prima de la cual se hizo este pueblo”. En otro momento de su intervención exclamó: lo que no pueden perdonarnos es “…que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos”.

“¡Y que esa Revolución socialista, exclamó, la defendemos con esos fusiles! ¡Y que esa Revolución socialista la defendemos con el valor conque ayer nuestros artilleros antiaéreos acribillaron a balazos a los aviones agresores!”.

“Obreros y campesinos, hombres y mujeres humildes de la patria ¿juran defender hasta la última gota de sangre esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes?”. Un coro de voces se elevó sobre el dolor: “¡Juramos!”.

¡No es posible que olvidemos momentos de gloria que vivimos bajo nuestro cielo y en defensa de nuestro suelo!