Internacional

Marta Núñez Sarmiento “¡La cosa está muy mala cuando cerraron las escuelas!” Así precisó un cubano cuán profunda es la crisis que ha provocado el Coronavirus. Las palabras las reprodujo el periodista Omar Echevarría Rodríguez en el principal noticiero radial el 8 de mayo.

Coincido plenamente con esta lapidaria expresión porque resume los avatares por los que atravesamos los cubanos. Pero no pretendo interpretarla con su posible significado de amargura y pesimismo, porque esa no fue la intención ni de quien la expresó ni del periodista. Todo lo contrario, deseo trasmitir a los lectores cómo los cubanos ponemos en práctica nuevamente la idea de “¡Resistir y desarrollarnos!” que lanzó Fidel Castro cuando inició la crisis de los años noventa del siglo pasado, bautizado como “Período especial en tiempos de paz”. Cuando la escuché por primera vez, pensé que el Comandante había enloquecido.

La historia una vez más le absolvió, porque en esos terribles mil 865 días transcurrido entre 1991 y 1995, Cuba comenzó a cambiar radicalmente su economía, permitiendo la inversión extranjera para ampliar como nunca antes el turismo, así como la exploración y la explotación petrolera; admitiendo que los emigrados cubanos enviaran remesas a sus familiares; implantando la circulación del dólar y creando el CUC para que el Estado controlara la tasa de cambio del peso cubano por las monedas libremente convertibles; introduciendo los negocios en los centros urbanos basados en la pequeña propiedad privada, que con la creatividad nacional se denominan hasta ahora “cuentapropismo” .

La crisis cubana de los años 90 sólo conmocionó a Cuba, primero porque perdimos de momento a nuestros básicos socios económicos, comerciales y financieros miembros del CAME, con quienes mantuvimos relaciones ventajosas por casi 30 años: los 6 países europeos orientales renunciaron al sistema socialista a fines de 1989, así como hizo la URSS cuando se transformó en la Federación Rusa en diciembre de 1991. Este aislamiento lo arreció el bloqueo de Estados Unidos con sus leyes Torricelli (1992) y la Helms-Burton (1996). Esto fue lo que en Cuba denominamos “doble bloqueo”.

Retomo la expresión con la que inicié este trabajo para reafirmar que no observo que estemos reproduciendo las imágenes de aquellos nefastos días en que sufrimos apagones de hasta 14 horas en la capital; cesó prácticamente el transporte público, por lo que nos trasladábamos en bicicletas chinas sin poder alimentarnos debidamente, sudando a mares hasta convertirnos en seres casi cadavéricos; los teléfonos no funcionaban; los alimentos eran casi inexistentes; no había medicamentos; el detergente y el jabón desaparecieron, algo que fue tan traumático como el desabastecimiento de alimentos, porque los cubanos tenemos siglos de hábitos de higiene personal. La desnutrición causó la neuropatía y el aumento de los nacimientos con bajo peso al nacer.

Sin embargo, las escuelas nunca cerraron. En la Universidad de La Habana comenzábamos las clases a las 7:30 am porque no había electricidad. Las bibliotecas cerraron a las 5 pm., por lo que los profesores acarreábamos en las bicicletas libros de nuestras casas para prestarlos a los alumnos. No teníamos tizas y ni pensar en computadoras.

A diferencia del “Período Especial”, la pandemia que causa el Coronavirus desde mediados de diciembre de 2019 se ha abalanzado sobre todo el mundo de forma súbita. Aunque la crisis ha cobrado desastres económicos, políticos y sociales a nivel planetario, su origen radica en una enfermedad que se propaga como ninguna otra pandemia lo ha hecho anteriormente y con una letalidad muy alta. Al cabo de cuatro meses que aparecieran los primeros casos en una ciudad china, el desarrollo precipitado de la pandemia ha dificultado que la comunidad científica y la médica hayan descubierto sus características esenciales, lo que implica que no existe una vacuna que la prevenga. Tampoco existen medicamentos que con certeza curen a quienes enfermen del Covid-19; sólo hay fármacos que de manera experimental han contribuido a evitar la muerte a miles de pacientes afectados por ella. La inmensa mayoría de los países ha seguido las medidas indicadas por la OMS a partir de la experiencia china, básicamente practicar el aislamiento social en los hogares y una rigurosa higiene personal. Por primera vez en la historia de la humanidad, las imágenes que difunden los medios muestran a los países con sus fronteras cerradas, las calles de los centros urbanos vacías, a los ciudadanos portando cubrebocas, lavándose las manos constantemente y empleando desinfectantes para evitar al virus.

Cuba, por tanto, es una parte del cataclismo mundial.

¿Por qué en estos tiempos de la Covid-19 en mi país cesaron de manera presencial las clases en todos los niveles de enseñanza y sólo las guarderías se mantuvieron abiertas para infantes entre 1 y 5 años, cuyas madres eran imprescindibles en sus ocupaciones? Esta es una de las variables que me permitirán argumentar las diferencias y las semejanzas entre las políticas cubanas que se desplegaron para enfrentar la crisis del “Período especial” y las más de 500 medidas que se han implementado en Cuba desde el 11 de marzo, cuando aparecieron los 3 ciudadanos italianos que se convirtieron en los primeros casos de enfermar con el Covid-19.

En mi artículo “La Revolución según las cubanas (V)” prometí que emplearía las ideas que Yanetsy Pino Reina expuso en su libro Hilando Y deshilando la resistencia (pactos no catastrófico entre identidad femenina y poesía) 1 sobre cómo el ejercicio de la resistencia formó parte de la identidad de las cubanas en la crisis de los 1990, para explicar las habilidades que han desplegado las cubanas en estos tiempos de combatir al Coronavirus. En el capítulo final la autora dice: “Las regularidades explicadas en este libro… constituyen no solo un punto de partida para describir cómo se articula y comporta la resistencia femenina en textos líricos, sino también son parte de ese nuevo concepto - discurso de resistencia – con el que contará la crítica literaria feminista para ejercicios posteriores, tal vez aplicados a otros género o a otros textos, cubanos o no, con la voluntad de ir edificando, gestando saberes y métodos propios”. 1

Decidí utilizar las ideas de Pino Reina para explicar cómo han transcurrido las estrategias que la Dirección cubana ha implementado sobre la marcha para combatir la pandemia, apelando siempre a la imprescindible participación de toda la población. Ello está enriqueciendo la cultura de la resistencia 2 cubana, que, en esta ocasión, ha evidenciado el papel esencial que están desempeñando las mujeres.

Por tanto, esta nueva serie de artículos la considero como una continuación de los siete trabajos que publiqué bajo el título “La Revolución según las cubanas”.

El Presidente Miguel Díaz Canel sintetizó el 7 de mayo la esencia de las estrategias que la Dirección del país ha ido desarrollando desde el 11 de marzo: “Los grandes problemas se resuelven con la mayor participación”. Ello significa que, para enfrentar la Covid-19, toda la población tiene que cumplir sus responsabilidades “desde arriba y desde abajo”. No se trata de cumplir como corderos las órdenes que surjan de la Dirección del país, sino que cada quien tiene que incorporar conscientemente a sus modos de vida nuevas maneras de actuar, adaptando sus cotidianidades a las regulaciones que han reorganizado la vida de la Nación para prevenir el Covid-19. Y que, al hacerlo, lo hagan convencidos que son políticas justas y, además, que aporten sus iniciativas para modificarlas, ya sea en sus empleos, en sus comunidades o en sus hogares.

La “cultura de la resistencia” cubana en esta coyuntura bebió no sólo de las experiencias del Período Especial, sino de las experiencias que hemos atesorado durante casi 61 años de bloqueo de EE.UU. contra Cuba. Sin embargo, en la actualidad la Nación cuenta con un capital humano altamente calificado que se acumuló desde 1959. Las cubanas integran mayoritariamente esta fuerza vital, porque constituyen la tercera parte de los profesionales y técnicos. “Deshilaré” esta afirmación por pasos.

Todas las mañanas el Presidente de la República, el Vicepresidente y el Primer Ministro controlan las medidas que poco a poco han ido conformando las estrategias para que la economía y la vida del país marchen bajo las restricciones que impone la lucha contra el Coronavirus. Simultáneamente se está creando un plan para que el país retorne a la normalidad, una vez que se levanten esas prohibiciones. El Presidente y el Primer Ministro convocan estas reuniones con los Vice Primeros Ministros, los Ministros, los gobernadores y los vice gobernadores de las provincias y del municipio especial Isla de la Juventud, por la vía de las teleconferencias para evitar los contagios y asegurar la inmediatez de los intercambios. Los contenidos que se debaten se comunican por los medios de comunicación, desde la prensa impresa hasta las redes sociales, para cumplir con el principio de actuar con transparencia.

Las mujeres han estado presentes en todas las instancias que se movilizan para contener el Covid-19. El 53% de los parlamentarios son mujeres; ellas son la mitad de los miembros del Consejo de Estado, así como de los gobernadores y de los vice gobernadores en cada una de las provincias. Desconozco las cifras de cuántas mujeres dirigen los Consejos municipales, pero veo que están permanentemente presentes en las imágenes de la TV que observo desde mi aislamiento hogareño.

Referiré brevemente las funciones fundamentales que han cumplido las féminas al frente de los ministerios que han sido claves en esta resistencia.

La Ministra del Trabajo y de la Seguridad Social es una mujer, a quien acompañan varias viceministras. Reorganizaron a los casi 4 millones de trabajadores en los sectores público y privado para asegurar la capacidad productiva del país en aquellas actividades imprescindibles para que hasta los cubanos más vulnerables puedan sobrevivir, ante las exigencias sanitarias que nos han llevado a aislarnos social y físicamente en los hogares. Hasta el 11 de mayo, de los 3 millones de ocupados en el sector estatal, 58% permanece laborando en sus entidades. Se amplió la figura del trabajo a distancia para quienes puedan ejercer sus funciones desde sus hogares, actividad que permanecerá al finalizar el aislamiento porque ahorra, entre otras cuestiones, transporte y electricidad. Para quienes no estén activos en sus puestos habituales existen las opciones de reubicarlos laboralmente. Existen modalidades salariales para quienes no accedan a estas opciones, para las madres trabajadoras que deben cuidar a sus hijos pequeños y para los trabajadores estimados vulnerables porque padecen de enfermedades crónicas que agravarían su recuperación si llegaren a infectarse con el virus.

1 Pino Reina, Yanetsy. Hilando y deshilando la resistencia (pactos no catatastróficos entre identidad femenina y poesía), Premio Casa de las Américas 2018. Premio de Estudios sobre la mujer. Fondo Editorial Casa de las Américas 2018.

2 Op. Cit., página 243