Jorge Gómez Barata
En Cuba, donde durante unos 35 años hubo una especie de “apagón teórico”, parcialmente levantado al calor de las reformas impulsadas por el general el ejército Raúl Castro y la insistencia del presidente Miguel Díaz-Canel de incorporar la ciencia e insertar a las universidades en la actividad social que contribuyen a desempolvar el pensamiento económico y filosófico.
Pocas veces se recuerda que los primeros debates al interior de la Revolución Cubana fueron de naturaleza económica, y aludieron a los fundamentos de la construcción del socialismo en Cuba. La pregunta es si ahora, cuando la sociedad cubana, empujada por una crisis agravada por el Covid-19, se propone acelerar la actualización de su modelo económico sería prudente retomar el espíritu de la época fundacional.
El primer “round” de aquellos debates, tuvo lugar en 1959, se asoció con la Ley de Reforma Agraria cuya elaboración partió de un consenso nacional, acerca de la necesidad de eliminar el latifundio y repartir tierras. Entonces la estrategia que Fidel Castro esbozó en “La Historia de Absolverá”, no se asociaba con la estatización ni la colectivización, sino con la búsqueda de la prosperidad del campo, lo cual era compatible con la existencia de grandes propietarios tolerados por la ley y equilibrados por una próspera clase campesina.
Lo cierto es que la Revolución se propuso no solo convivir con la propiedad privada en el campo, sino utilizarla como palanca para desarrollar el país. Todo es proceso fue alterado por la actitud de la burguesía rural que, estimulada por Estados Unidos torpedeó tales procesos.
El establecimiento del bloqueo norteamericano (1960), la definición del carácter socialista de la Revolución, la invasión por Bahía de Cochinos (1961) y la autoctonía del proceso cubano, alimentaron otro de los grandes debates del período inicial cuyo eje fue el diseño del socialismo en Cuba, comenzando por la organización del sector estatal de la economía, surgido de la nacionalización de las empresas, tierras, bancos, centrales azucareros propiedad de firmas norteamericanas y cubanas que constituyeron el sector público de la economía nacional.
En 1963 se aprobó la Ley de Financiamiento Presupuestario, la cual convirtió a las empresas nacionalizadas en unidades presupuestas carentes de sin autonomía, lo cual fue la génesis de un debate, que además de altos dirigentes cubanos como el Comandante Ernesto Che Guevara y Carlos Rafael Rodríguez, involucró a elementos de la izquierda europea como Charles Bettelheim, profesor de economía y miembro del Partido Comunista francés, y Ernest Mandel, uno de los líderes la Internacional trotskista.
Entre las decenas de artículos y libros editados a propósito, resalta el que en abril de 1964, publicó Charles Bettelheim “Formas y métodos de la planificación socialista y nivel de desarrollo de las fuerzas productivas” en el cual el teórico francés, condicionaba el progreso socialista al desarrollo de las fuerzas productivas, confrontando las tesis del Che. El francés sostenía la vigencia en el socialismo de las categorías monetarias, la ley del valor y las prácticas de mercado, por lo que se debía otorgar libertad de acción a las unidades productivas, justificando la autonomía financiera, el cálculo económico, el autofinanciamiento y el “sistema de estímulos materiales”.
La repuesta del Che Guevara llegó en junio del propio, en la revista Cuba Socialista en el artículo: “La planificación socialista, su significado”, en el cual defendía la idea de la gestión centralizada y presupuestada, opuesta a la política aplicada en las empresas agrícolas por Carlos Rafael Rodríguez quien defendía el Sistema de Cálculo Económico (SCE) y presidia en Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA).
Por si solos aquellos debates no definieron el curso de la Revolución, que nunca estuvo en los gabinetes ni en los libros, cosa que hoy con, con las mismas urgencias y otros acentos se repite. Entonces no importó quien tenía la raazón, porque con importantes apoyos, guiados por Fidel y Raúl, se avanzó por caminos conocidos, cosa que no ocurre hoy cuando sin un referente claro, es preciso adoptar decisiones claves respecto al diseño del modelo económico.
De nuevo lo importante es exponer ideas que contribuyan a blindar el proceso, proteger las conquistas sociales hasta donde sea posible, la vez que se alientan las aperturas y se asisten a los líderes del momento que deben tomar decisiones trascendentales. La vanguardia política cuenta con la calificación y es depositaria de toda la confianza.