Jorge Lara Rivera
Como ironiza el dicho popular, “éramos muchos y parió la abuela”. Por si no fueran suficientes los numerosos y gravísimos problemas –el de su supervivencia como especie, incluido– que la Humanidad atraviesa por estos días sombríos, conflictos en zonas neurálgicas del mundo se recrudecen.
Así, en la que bien puede interpretarse como la respuesta de Moscú a la derrota infligida a mediados de abril a mercenarios rusos y sirios de la Warner Group, empresa del magnate Evgueni Prigozhin, intimo de Vladimir Putin, al mando de su patrocinado (con apoyo de Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita) Gral. Halifa Haftar en Libia –donde se dirime la suerte de la enorme riqueza petrolera, una posición geoestratégica en el mediterráneo central y la zona de pruebas del más sofisticado armamento de alto poder de potencias como China– por los turcos y sus propios milicianos sirios a sueldo quienes (junto a Italia y Catar) apoyan al gobierno reconocido por la ONU del premier Fayez Sarraj recuperando para él los alrededores de Trípoli; el miércoles 3 de junio el noreste (Latakia, Hama e Idlib) de Siria, aún en control de opositores al sanguinario régimen de Bashar Al Assad y pertenecientes a facciones distintas y rivales, sufrió un bombardero de aviones rusos, primero en 3 meses, rompiendo la tregua del aire pactada por el Kremlin y Damasco con Ankara (que intervino en Siria para destruir a los kurdos apoyados por kurdos sirios) desde marzo 6 –la ofensiva terrestre sirio/rusa/iraní contra ellos ha proseguido pese a esporádicos éxitos suyos como el del 10 de mayo cuando causaron 30 bajas al ejército progobiernista. Las víctimas del bombardeo son mayoritariamente civiles. La acción también puede leerse como un mensaje indirecto a Israel para que refrene sus incursiones aéreas contra blancos iranios e iraquís en Siria y tiene concomitancia con los roces de Moscú y Washington a partir de que Estados Unidos se retiró del tratado con 34 países de ‘Cielos Abiertos’ en el cual Rusia participaba sin adherirse con reservas y exclusiones a sobrevuelos de la OTAN.
A principios de mayo la tensión regresó a la no demarcada ni reconocida frontera en la zona que separa a China e India en la región de los montes Himalaya (Las relaciones entre las 2 naciones más pobladas del mundo, ambas potencias nucleares asiáticas se deterioraron tras el despojo por Pekín de una porción de territorio que reclama como suyo Nueva Delhi –1962– al costo de 50 mil muertos, y entraron en crisis –2017– por la construcción de una carretera china en el Valle de Doklam cuya soberanía reclama el reino de Bután, cercano a India; aparte de sus ríspidos y constantes incidentes). El 5 hubo un intercambio de fuego en la meseta tibetana, cerca del lago Pangong Tso que dejó decenas de soldados heridos. El 9 otro se saldó 4 indios y 7 chinos tras una confrontación que involucró 150 personas en la frontera entre los estados fronterizos de Sikkam, India, y la llamada ‘región autónoma de Tíbet’ –que China se anexó a la fuerza–. Está además el recelo pekinés a los recién concluidos puente y carretera en el Valle de Galwan por India. El que Washington se apresurara a ofrecer a ambos gobiernos su mediación, según informó Donald J. Trump, podría implicar una señal de advertencia a Pekín de que Estados Unidos contaría con aliados de peso en el continente en caso de una conflagración que los enfrentara. Bien, es cierto que India es rival de Paquistán y éste es próximo a la Casa Blanca, pero en el pasado la Casa Blanca ha tendido la mano a Nueva Delhi; las relaciones internacionales son complejas y la contención del expansionismo de China hace causa común en varios de sus vecinos.