México

Ciudad de México, demencial

* México es un Apocalipsis en el que perdimos a la UNAM, a Garibaldi, donde a los pocos minutos de la tragedia los mariachis comenzaron a tocar otra vez: la celebración y la muerte, afirma Juan Villoro

* Es una escenificación del horror. La Ciudad de México está fuera de control. Es en sí misma un milagro, dado el nivel de complejidad que tiene. La ciudad se ha deteriorado mucho en los últimos años

CIUDAD DE MEXICO, 23 de septiembre (SinEmbargo).- En esta ciudad donde cabe todo y nada sobra, hay una portada para el libro El vértigo horizontal en donde se ve a México en una toma aérea. Luego, viene la portada de Magallanes: una flecha que va, otra que viene y ese color rojo que todo lo define.

Juan Villoro tiene 61 años. Ya no tiene pelos y está muy delgado. Dice que no ha sido Tryno Maldonado el protagonista de su sátira, sino un hater. A quien le quepa el sayo, admite, aunque lo suyo va por el tema de la cultura creando nuevos públicos. ¿Quién será el obstáculo para esa nueva situación? Los propios artistas, dice. Habla de la UNAM, donde Jorge Graue parece tan débil en un estado de las cosas donde “hasta los lápices son autónomos”.

Habla de Plaza Garibaldi. ¿Verdad que a los pocos minutos de la tragedia los mariachis comenzaron a tocar otra vez? El apocalipsis en la plaza pública: la celebración y la muerte, en un país donde las expectativas hacia el nuevo gobierno son demasiadas e irrealizables.

De todo eso habla Villoro.

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–Este libro te llevó mucho tiempo escribirlo, ¿verdad?

–Efectivamente, el texto más antiguo de aquí proviene del 94, yo estaba en la Universidad de Yale, dando clases, el levantamiento zapatista fue el 1 de enero y yo salí el 6 de enero. Lo que tenía en mente era lo que estaba pasando en Chiapas. Una de las cosas más interesantes era que nos llevó a un viraje cultural. Todo lo que tenía que ver con las culturas indígenas no tenía que ver con el pasado ni con las cosas que veríamos en los museos, sino con el presente. Los zapatistas pusieron el tema de oos pueblos originarios en el tema de la modernidad. ¿Qué tenemos que ver nosotros que con esto? Entonces me ofrecieron en la Yale escribir un texto y se me ocurrió escribir sobre el Metro, que tiene contacto con el subsuelo. Sobre todo por las señalizaciones pictográficas, viendo frisos precolombinos modernos que aluden al pasado, como en el estación Insurgentes, en la estación Panteones había una efigie prehispánica con una leyenda que decía: “La tierra es nuestra matriz y nuestra tumba”. Esta idea, la de la matriz proviene de las cosmogonías prehispánicas, que todas ellas tienen que ver con una gruta del origen. De hecho la ciudad de México fue fundada por los habitantes de Chicomóztoc, lugar de las siete cuevas. La vida para los prehispánicos, empieza y termina debajo de la tierra. Es una especie de metáfora muy parecida a la del Metro. ¿Cómo nos insertamos en todo eso? Esto es algo que te puedo decir ahorita, no lo había pensado entonces. Sólo lo estoy pensando a partir de la publicación del libro. Fue el primero de los textos que hice. Sin pensar que el Metro es un sistema de segregación. Hay exclusivamente gente que parece provenir del México indígena. Este mecanismo de segregación racial me pareció muy importante ponerlo en contacto con lo que escribía entonces. Me tardé mucho en hacer el libro. En un vértigo avasallador, tardé mucho en darle una estructura que pareciera la ciudad pero que no fuera tan caótico que la gente repudiara leerlo. Así que finalmente el libro adquirió esta categoría de álbum y ciertos ejes temáticos que equivalen a las estaciones del Metro, el índice que hizo Alejandro Magallanes se parece al mapa del Metro.

–Es muy interesante que el libro esté escrito por un mexicano.

–El libro tiene que ver con un registro muy personal, quería dejar constancia de ciertas cosas personales, discusiones con amigos, cómo se vive una ciudad de una manera íntima, pero al mismo tiempo quería ver la ciudad como un metiche, como un colado, es decir, como la de un cronista. Creo que combinan los dos tonos y es una de las muchas maneras de conocer esta ciudad.

–Decías que el Apocalipsis había pasado, uno era post-apocalíptico. ¿Cuántos apocalipsis te tocó vivir escribiendo este libro y ahora mismo vivimos un apocalipsis con Garibaldi, con la UNAM?

–Carlos Monsiváis creo una categoría que no llegó a explorar del todo que es la del Post-Apocalipsis. Es la idea de que cuando vemos desgracia en vez de pensar que algo grave va a ocurrir, las vemos como algo grave que pasó y nosotros pudimos sobrevivir. Estuvo duro pero la libramos. Pensamos que ninguna tragedia es para nosotros, explica que vivamos con gran alegría y dinamismo en un entorno amenazado por deslaves, contaminación terremoto e inseguridad. Eso es una cultura colectiva que participa de un engaño. Explica que en zonas de riesgos como en Nápoles cuando el Vesubio estaba muy activo y podía cubrir de lava la ciudad, fuera uno de los lugares más visitados de Europa. Susan Sontag escribió una novela sobre esto, El amante del volcán. La cercanía con el riesgo es atractiva y esto ha caracterizado mucho el estilo de vida en la ciudad. En el 2017 volvimos a ver la demostración de solidaridad que vimos en el 1985, a causa del sismo, pero tienes toda la razón, los horrores se multiplican a diario.

La UNAM, que ha sido para nosotros como una reserva de la razón, la Máxima Casa de Estudios, desde hace mucho tiempo se ha visto contaminada por los problemas de la sociedad. Hay porros que están vinculados con las autoridades, hay un narcomenudeo que no sólo no se ha detenido sino que crece, hay una gestión totalmente corrupta en el equipo de futbol, que dejó de ser la cantera del balompié mexicano para convertirse en un negocio, el auditorio Justo Sierra rebautizado como “Che Guevara” está ocupado de manera delictiva y es absurdo que no se pueda recuperar. Se han ido dejando pudrir los problemas. ¿La autonomía no está siendo sustituida por cuotas de impunidad?

–¿O la autonomía es la impunidad?

–Esa es la gran pregunta.

–¿Hablaste con Enrique Graue?

–No, no he hablado con él, algunas presentaciones de libros, lo he saludado…

–Parece alguien muy débil frente a todo lo que pasa en la UNAM.

–Efectivamente. Es un universo que se ha desbordado; me ha dicho Jorge Volpi que “hasta los lápices son autónomos” en la universidad. Así, ¿cómo controlarlos?

–¿Qué te pasa con los problemas y las muertes en Plaza Garibaldi?

–Eso es horrible. Esta escenificación del horror me recuerda inevitablemente a una película del kitsch mexicano que se llama Gángsters contra charros, de Juan Orol, en donde hay una banda de criminales disfrazados de charros que combaten contra los gángsters habituales. Ese apocalipsis en que se convierte una plaza pública de celebración y que, a los pocos minutos, los mariachis comenzaron a tocar, me parece demencial. Si se pudiera seguir cantando después de esta desgracia es algo tremendo. La criminalidad que no habíamos visto en la Ciudad de México, hoy la estamos viendo de manera muy grave. Es una ciudad sin control.

–Tiene muchas expectativas con respecto al próximo Gobierno de Claudia Sheinbaum…

–Tengo la mejor opinión de Claudia Sheinbaum, está muy preparada, pero el problema que enfrenta es mayúsculo. Esta ciudad en sí misma es un milagro, dado el nivel de complejidad que tiene. Ojalá haga una gestión muy buena, que nos hace falta, porque la ciudad se ha deteriorado mucho en los últimos años.

–Con respecto a Miguel Ángel Mancera, la ciudad se convirtió en hostil para sus habitantes…

–Hemos perdido la posibilidad del encuentro urbano. En esta ciudad, el mecanismo rector de expansión recientemente han sido los malls, la gente ahí discute, platica, no puede ser que un santuario destinado al comercio, que se sustrae a la lógica de la ciudad y le da la espalda, sea un lugar de encuentro. No tenemos lugares caminables, no tenemos plazas públicas, lugares que hagan ciudad. Cada predio que se libera se convierte en un centro comercial. Se liberó el Parque Deportivo del Seguro Social, la catedral del béisbol mexicano, se hizo un centro comercial, el del Estadio Azul, otro centro comercial. ¿Qué pasará con el espacio del aeropuerto si se libera? Acá, en Coyoacán, en dos kilómetros de la avenida Universidad, hay seis centros comerciales. ¿Somos ciudadanos o somos clientes?, esa es la gran pregunta. Esto favorece la especulación vertical. Mi libro, El vértigo horizontal, tomado de la descripción de la pampa argentina, es en buena medida porque la ciudad se está “manhatanizando”, redensificando y entre los nuevos métodos de ingeniería que permiten construir en zonas sísmicas edificios más o menos seguros (aunque yo no quisiera estar en un piso 67 cuando viene un terremoto), estos tiene que ver con la especulación inmobiliaria, creando una ciudad con distintos pisos. Una ciudad para ricos, que volarán en helicópteros de edificio en edificio y abajo los que traten de subir para conseguir trabajo o de darle servicios a ellos.

–El Metrobús de Reforma tendría que haber llegado a Las Lomas, pero lo de las Lomas dijeron que no, como si la desigualdad ahora se viera más…

–Es cierto. Fíjate que en los túneles de Santa Fe van los trabajadores, no tienen otro lugar por donde caminar, en una mínima banqueta, no tienen otra zona de acceso. Van caminando arriesgando la vida. Esto es dramático. Es cierto que la ciudad en espacios expansivos construidos en zonas no sólidas, minas de arena, ya ha habido deslaves, como Santa Fe, contrastan enormemente con una zona como Chalco. Si ves la película Elysium se utilizó Chalco como una apocalipsis del futuro, para una zona totalmente degradada. Toda la tierra es como Chalco y en el espacio exterior está Santa Fe. Es preocupante que México haya servido de escenario natural para ese apocalipsis.