México

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TULA, Hidalgo, 19 de enero (SinEmbargo).- De la explosión y sirenas al silencio. Una fila de ambulancias entró al Hospital General Tula ayer por la noche. Hoy por la tarde, la mayoría ha sido trasladada a nosocomios de la capital del país y del Estado de México.

Sólo quedan los menos graves, según él área de recepción.

A unos pasos del hospital, está la Funeraria “El Ángel”, que recibió este mediodía a al menos 40 cuerpos calcinados trasladados en camionetas desde Tlahuelilpan, epicentro del accidente.

Los peritos y miembros de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) de Hidalgo, sentados en una de las entradas, se niegan a hablar.

Adentro, familiares desesperados intentan reconocer a su desaparecido, para poder por fin llevárselo. Algunos están irreconocibles.

A un joven quemado lo reconocieron por la esclava que traía, contó Jorge, de la funeraria Tepeyac.

En el Centro Cultural de Tlahuelilpan, sobre los vidrios del edificio con remates coloniales, se han pegado listas sobre las personas que son atendidas, pero también de quienes están desaparecidos o no están identificados. Sin embargo, todos sospechan que están en la peor de las listas posibles: la de aquellos que quedaron carbonizados. Eran los que se habían acercado más a la fuga del ducto. Los que llenaban bidones y cubetas con producto robado.

En ese mismo espacio cultural se colocaron mesas para que la gente coma. Las familias que se amontonan en busca de información, se sientan por algo de arroz, frijoles, guisados. La autoridades están usando ese punto de convergencia para dar la información disponible y ofrecer, además, traslados a hospitales.

En el centro de Tlahuelilpan, Hidalgo, la información de desaparecidos y nuevos fallecidos por la explosión en el ducto Tuxpan-Tula se concentra en el Centro Cultural Regional.

Una pantalla blanca proyecta el nombre, edad, origen y descripción de decenas de desaparecidos (a las 14 horas del sábado).

Juan Briones y Martha Vaca pasaron la noche afuera del centro cultural en espera de saber sobre su hijo Jaime, de 34 años. Ya ubicaron su nombre en la lista de desaparecidos.

No han dormido.

Les dijeron ayer que los cuerpos estaban adentro. La gente, desesperada, dio el portazo. No estaban. Hasta hoy supieron que aún ni siquiera los habían recogido del área de la explosión, donde por la mañana aún había cadáveres regados a lado de garrafones y un impregnante olor a gasolina.

Jaime y su hermano estaban juntos ayer, manejando por carretera. Vieron mucha gente con garrafones ir rumbo a la toma clandestina.

“Se les hizo fácil agarrar el garrafón de agua de la cajuela e ir”, aseguró Juan sobre sus hijos.

“No nos dan una explicación”, dijo su madre Martha. Ella espera que su hijo esté entre los desmayados que se llevaron a hospitales de la Ciudad de México. En el regional de Tula no está. Y a la funeraria “El Ángel” no han ido.

En entrevista, el Presidente Municipal Juan Pedro Cruz Frías aseguró que el municipio no cuenta con muchos recursos, pero están apoyando con comida.

A lado del Centro Cultural y el Palacio Municipal hay mesas y sillas, el refugio de pobladores mientras comen arroz, chicharrón, consomé, agua de jamaica.

Ya habló con el Presidente Andrés Manuel López Obrador. “Estuvo con nosotros en la madrugada. Respaldó el apoyo al municipio”, dijo.

“No puede ser que PEMEX no haya deshabilitado la toma clandestina en el ducto”, acusó el Edil.

De los 71 heridos reconoció que “no es muy alentador” lo que le informan sobre las heridas de quemaduras externas e internas. Un funcionario de la SEGOB le comentó que las autoridades de salud estiman que sólo sobrevivirán un 15 por ciento.