Los utilizaban contra los carteles rivales, revela Vicentillo Zambada, uno de los principales testigos en el juicio contra Joaqun Guzmán Loera en EE.UU.
NUEVA YORK, EE.UU., 4 de enero (SinEmbargo/EFE).- Joaquín “El Chapo” Guzmán e Ismael “Mayo” Zambada utilizaron a la policía para que ésta se enfrentara con los hombres de los carteles rivales de los hermanos Beltrán Leyva y los Carrillo Fuentes en la guerra que mantuvieron en México, aseguró hoy el hijo del “Mayo”, Vicentillo Zambada.
En su segunda jornada de comparecencia ante la Corte Federal del Distrito Este de Nueva York, en Brooklyn, Zambada, uno de los principales testigos en el juicio contra “El Chapo”, explicó que su padre y el principal acusado tenían influencia sobre las autoridades policiales, y que las utilizaban a su antojo.
Zambada detalló cómo durante el conflicto con sus rivales, en 2008, se dedicaban a buscar localizaciones, oficinas y casas de seguridad de las bandas rivales, y cómo transferían la información al Gobierno, la Policía Federal Preventiva (PFP) y la Policía Militar.
De acuerdo con Vicentillo, de esta forma se aseguraban neutralizar a sus enemigos sin necesidad de entrar en choques armados ellos mismos, ya que si identificaban una oficina o casa de seguridad con 15 o 20 personas, ellos tendrían que haber enviado por lo menos al doble de sicarios para acabar con ellos, según su testimonio.
Preguntado por la Fiscalía, el testigo explicó que gracias a la connivencia con las fuerzas de seguridad y el control sobre las autoridades, “El Mayo”, “El Chapo” y Vicentillo se aseguraban deshacerse de sus contrarios.
El objetivo del Cartel de Sinaloa en esta guerra con los Beltrán Leyva y los Carrillo Fuentes era encontrar cuantas más oficinas de sus contrarios y “mandar a la gente a pelear”, detalló Zambada, que enumeró a alguno de los pistoleros fieles al “Chapo” como “El Negro”, “Fantasma”, “Chino Antrax” o “M1”.
Tras el inicio de la guerra, en el mes de abril del 2008, contó Vicentillo, sólo pasó dos meses más en Culiacán -la ciudad más grande de Sinaloa, en el norte de México-, ya que sus contactos le detallaron que había un piso franco de pistoleros de los hermanos Beltrán Leyva cerca de la casa donde Zambada vivía.
Allí encontraron fotos del coche de su mujer, a la que estaban siguiendo cuando llevaba a sus niños al colegio para secuestrarla, matarla y enviarle su cabeza, según el testigo, que hoy declara por segundo día consecutivo en el juicio por narcotráfico contra “El Chapo”.
Ayer, Vicente Zambada narró en el juicio cómo su “compadre” “El Chapo” le explicó su huida de la cárcel en 2003 escondido en un carrito de la lavandería, al tiempo que negó la corrupción al más alto nivel. Dijo que el capo mexicano no sobornó al ex Presidente Vicente Fox para salir de Puente Grande.
“La prensa dijo que ‘El Chapo’ sobornó al Presidente Fox y al director del penal de Puente Grande pero eso no fue verdad”, dijo “El Vicentillo”.
En la primera sesión del juicio tras el parón navideño y de acuerdo con el relato de “El Vicentillo”, “El Chapo” le contó que el encargado de la lavandería del presidio mexicano, un hombre llamado “Chito”, lo escondió debajo de una carga de sábanas y mantas sucias para conseguir que escapara del presidio.
Según le narró “El Chapo”, el narco iba contando cada una de las puertas por las que iba pasando ya que, cada vez que tenía que pasar por un control de la policía, escuchaba el sonido de apertura.
En un momento, además, cuando “Chito” dejó suelto el carrito para hablar con un policía, “El Chapo” le dijo que el carrito se cayó hacia atrás y tuvo miedo, contó entre risas en su reunión, de lo que podría haber ocurrido si la ropa se hubiera volcado con él dentro. Finalmente consiguió escapar.
“El Vicentillo”, que saludó cortésmente con una sonrisa a “El Chapo” desde el estrado y fue correspondido, no parecía estar pasando un buen rato mientras declaraba en contra de su “compadre”, que miraba atentamente desde la mesa de la defensa.
Vicente Zambada fue detenido en 2009 y se declaró culpable de dos delitos de conspiración e importación y distribución de miles de kilos de cocaína en Estados Unidos y se enfrenta a una condena de diez años a cadena perpetua.
Con la esperanza de una reducción de condena, como aseguró en el estrado, se declaró culpable y se comprometió a declarar y aportar toda la información que pudiera necesitar la Fiscalía.
Además, se comprometió al pago de mil 373 millones de dólares estadounidenses como parte de su acuerdo de culpabilidad.
El acuerdo también recoge un permiso especial para permitir el acceso a su familia a Estados Unidos, que vinieron por su “seguridad”, ya que era mejor estar aquí que en Sinaloa.