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México

El adiós de Deschamps

El sindicalista del Rolex de oro

MÉXICO, 16 de octubre.- Nunca un conductor de camión que no se llamara Nicolás Maduro había llegado tan lejos. Solo el presidente de Venezuela hace sombra a Carlos Romero Deschamps, el poderoso líder sindical de la empresa pública de petróleo (Pemex), en su habilidad para rentabilizar sus conocimientos al volante. Con 26 años fue contratado como chófer de pipa y este miércoles, a los 76, anunció su salida de uno de los sindicatos más grandes y poderosos del continente para el que había sido elegido hasta 2024. Desde hoy será sustituido por Manuel Limón, secretario interior de la organización.

Durante casi 30 años, Romero Deschamps ha estado al frente de un sindicato con casi 100,000 afiliados que gozan de las mejores condiciones de trabajo del sector, y ha visto pasar a seis presidentes, de Carlos Salinas de Gortari a Andrés Manuel López Obrador.

Este último fue el encargado de anunciar el martes su muerte sindical con un puñado de frases, cuando reveló que está siendo investigado por la Fiscalía General. Sutilmente López Obrador insinuó que lo mejor que podía hacer es dejar el cargo y encarar un juicio “apegado a la legalidad”. “Si toma la decisión de dejar el sindicato para atender estos asuntos, está en su derecho. Nosotros no nos vamos a meter (…) y él sabrá cómo responder a las denuncias presentadas sin que haya persecución, sino con apego a la legalidad”, dijo durante su rueda de prensa diaria.

Tras la detención en julio de su abogado Juan Collado, el mismo del expresidente Enrique Peña Nieto, Deschamps estaba en el punto de mira del jefe de Inteligencia Financiera Santiago Nieto quien lo investigaba por denuncias de robo de combustible o huachicol. Nieto encabeza las investigaciones contra algunos de los hombres más conocidos del país señalados por corrupción como el juez de la Suprema Corte Eduardo Medina Mora, quien dejó su cargo la semana pasada.

El viejo líder sindical Carlos Romero Deschamps, nacido en Tamaulipas en 1943, es el mejor exponente de un modelo que se extingue poco a poco tras décadas protagonizando las páginas más infames de la corrupción y el cacicazgo sindical. La opulencia y los excesos de Deschamps eran conocidos por todos y los yates, las casas de Acapulco y Cancún o el Ferrari que manejaba su hijo, un secreto a voces.

Sin embargo, durante décadas mandatarios de ideologías distintas se apoyaron en un hombre capaz de movilizar medio millón de votos sin despeinarse pero suficientes para inclinar las presidenciales de 2006 –resueltas por 250,000 votos de diferencia– o la elección de gobernadores y alcaldes en la zona petrolera del Golfo. Paralelamente, el control sindical fue una pata estratégica sobre la que pivotaba el Partido Revolucionario Institucional (PRI) durante los casi 80 años que retuvo el poder y cuyo modelo heredaron los Gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón.

“Durante varios gobiernos Deschamps manejó el sindicato como su caja chica para pagarse los lujos y las campañas de los candidatos del PRI como Labastida –derrotado por Fox en el año 2000– sin rendir cuentas a nadie”, explica Ana Lilia Pérez, autora de los libros El cartel negro y Pemex RIP (Grijalbo). Desde su creación en 1938, tras la expropiación a las empresas estadounidenses, “Pemex ha operado como un apéndice de los diferentes Gobiernos y el sindicato hacía negocios al amparo de la protección que obtenía del Gobierno”, añade la investigadora.

Desde la llegada al poder de López Obrador en diciembre de 2018, a quien Deschamps dio la bienvenida con costosos desplegados en la prensa, el sindicalista “ha estado en la congeladora”, a pesar de su habilidad para colaborar con todos los gobiernos, señala David Shields, analista y Director de la publicación Energía a debate. Shields describe la organización liderada por Deschamps como un sindicato que goza de prebendas únicas en el mundo “a cambio de haberlo hecho dócil y nunca conflictivo”.

López Obrador recibió la empresa pública más grande del país al borde de la quiebra técnica y una de sus obsesiones desde la campaña es la recuperación de la industria petrolera que cuenta con 122,000 trabajadores. Pero nada de esto preocupaba al líder sindical. En 2016, durante la discusión del Sistema Nacional Anticorrupción, la prensa lo exhibió hojeando un catálogo de yates. Los periódicos recordaron que el sindicalista que jamás colocó una tuerca y gana una elección tras otra, viaja en avión privado, tiene un barco en Acapulco similar al de Luis Miguel, una casa en Cancún y mira la hora en el Rolex de oro que lleva en la muñeca. En 2013 el diario Reforma publicó que Deschamps le había regalado a su hijo un Enzo Ferrari diseñado en exclusiva por la casa italiana.

Sin embargo, no ha sido esto lo que ha hecho tambalear su monarquía, sino el huachicol. El sindicato disidente de Pemex lo denunció ante la Fiscalía General por estar implicado en el robo hormiga de combustible una práctica que, según Ana Lilia Pérez, “se disparó durante su gestión”. “El sindicato defendía prácticas de robo y protegía el huachicoleo”, denuncia la investigadora sobre una gigantesca mafia que extrae el combustible directamente de los ductos y en la que están implicados desde carteles de la droga a trabajadores y conductores de camiones. El huachicoleo, junto a las onerosas condiciones laborales de los trabajadores y la sequía de algunos yacimientos, ha puesto en riesgo la viabilidad de la paraestatal que produce 1.7 millones de barriles diarios de petróleo y es la tercera fuente de ingresos al país tras las remesas y el turismo.

La sentencia del martes de López Obrador contra Deschamps augura el comienzo de la tradicional limpia sindical que emprende cada mandatario. Durante el gobierno de Peña Nieto, Elba Esther Gordillo, lideresa de los maestros, terminó en la cárcel y con Felipe Calderón, el minero, Napoléón Gómez Urrutia, se salvó por poco de la cárcel cuando huyó a Canadá.

Al último líder petrolero que se enfrentó al poder, Joaquín Hernández Galicia, alias “La Quina”, le duró la rebeldía apenas unas semanas. Las que tardó Carlos Salinas de Gortari en llegar al poder en 1988 y acusarlo de homicidio por el que pasó nueve años de cárcel. López Obrador no ha necesitado un Quinazo sino un puñado de frases en rueda de prensa para descabezar al chofer de camión que más lejos llegó.

(EL PAÍS)

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