CIUDAD DE MEXICO, 20 de octubre (El Economista).- La salida de Carlos Romero Deschamps de la dirigencia nacional del sindicato de Pemex constituye una señal simbólicamente poderosa: el gobierno requiere una dirigencia sindical en consonancia con su idea de rescatar a Pemex y hacerla productiva; busca mandar el mensaje de que ataca la corrupción y no necesita del charrismo sindical como intermediario social, planteó el politólogo Juan Luis Hernández Avendaño.
En entrevista, el director del departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana Puebla dijo que esa renuncia es simbólicamente muy poderosa, sobre todo porque se trata de un sindicato priista relevante, que durante los gobiernos panistas (los de los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón) mantuvo sus cacicazgos prácticamente intocables.
Este y otros sindicatos siguieron siendo útiles al gobierno en turno, como lo fueron durante las administraciones públicas surgidas del PRI, indicó.
En ese sentido, el reconocido académico destacó que, a lo largo de su historia, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) sirvió, como las demás organizaciones sindicales priistas, como instrumentos de control social y para evitar huelgas.
Hernández Avendaño expuso que en la política pública del presidente Andrés Manuel López Obrador se aprecia claramente que la apuesta de su gobierno es por recuperar a Pemex como empresa pública paraestatal productiva, la empresa que el régimen del presidente Enrique Peña Nieto se encargó prácticamente de destruirla.
En esa idea, el sindicato liderado por Romero Deschamps no estaba en consonancia y ello explica, en parte su salida.
Yo pensaría que, por lo menos está buscando una representación sindical más colaboradora con esa idea de recuperar la empresa, pero también se observa la lucha contra la corrupción endémica en Pemex y el sindicato.