CIUDAD JUAREZ, Chihua-hua, 30 de enero (AFP).- Entre congoja y desconcierto, migrantes brasileños amanecieron este jueves en la mexicana Ciudad Juárez, adonde autoridades estadounidenses los enviaron a esperar la respuesta a sus solicitudes de asilo, en una ampliación de la estrategia de Washington para frenar el flujo de indocumentados a su frontera sur.
El grupo de sudamericanos, que incluye a cuatro menores de edad, arribó a la ciudad fronteriza la tarde del miércoles, el mismo día en que el Departamento de Seguridad Interior (DHS, por su sigla en inglés) anunció la inclusión de ciudadanos brasileños en los Protocolos de Protección del Migrante (MPP), un acuerdo conocido también como “Quédate en México”.
“No nos explicaron nada, no sabemos por qué hemos vuelto acá”, dice Tania Costa da Silva, de 32 años, quien fue devuelta a México junto a su esposo Jones Silva de Brito, de 35 años, y su hija Isabella de seis.
En 2019 Estados Unidos selló con México los MPP, donde se estipula que los demandantes de asilo que lleguen a la frontera común deben esperar en este país la tramitación de sus solicitudes.
Según el DHS, la cantidad de brasileños que llegaron a la frontera sur se multiplicó por once entre el año fiscal 2018 y el de 2019, que terminó en septiembre.
El canciller Marcelo Ebrard explicó que fue el gobierno mexicano el que abogó ante Estados Unidos por incluir a los migrantes brasileños irregulares en el MPP, de manera que éstos puedan pedir asilo en ese país y aguardar la respuesta en territorio mexicano, evitando así su deportación.
“Si México dice que no, a todos esos brasileños los van a deportar mañana a Brasil”, afirmó Ebrard, quien aseguró que los solicitantes del país sudamericano “no son tantos”.
- Con frío y lejos de casa
Tania, Jones e Isabella partieron desde Minas Gerais el 21 de enero y una vez en Juárez cruzaron el río Bravo y se entregaron a los agentes de la Patrulla Fronteriza, esperanzados en quedarse en Estados Unidos aunque fuera detenidos.
Sin embargo, los cinco días en El Paso, Texas, resultaron penosos, entre el hacinamiento, el frío y muy mala comida, relataron.
“La celda era para 14 personas y había 32. Todos en el piso. 32 en lugar de 14, es demasiada gente”, denuncia el padre de familia.
Las autoridades estadounidenses registraron sus rostros y huellas dactilares antes de devolverlos a México junto a otros siete compatriotas.