CIUDAD DE MEXICO, 16 de febrero.- La que durante décadas fue considerada la mujer más poderosa y una de las personas más influyentes de la política mexicana; que fue encarcelada tras enfrentarse al expresidente Enrique Peña Nieto y, más de cinco años después, absuelta de todos los delitos, pero no tanto de las dudas y la controversia que aún permean en ella, vuelve a la primera línea política.
Elba Esther Gordillo tuvo un poder casi omnímodo mientras dirigió durante más de 20 años el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación de México (SNTE), el mayor de América Latina, al que llegó de la mano de Carlos Salinas de Gortari, del PRI, partido del que fue secretaria general, diputada y senadora y en el que militó hasta su expulsión en 2006. Bajo los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón alcanzó la cúspide de su carrera y de su poder. Hasta que llegó a la presidencia Enrique Peña Nieto.
“La Maestra”, el apodo por el que se la conoce en México, después de apoyarlo en su campaña, se opuso a una de las medidas estrellas del exmandatario: la reforma educativa, que desactivaba parte del ecosistema del poderoso sindicato, con más de 1.6 millones de afiliados, que Gordillo dirigía con mano de hierro. En 2013 fue detenida acusada de desvío de fondos, fraude fiscal, delincuencia organizada y lavado de dinero. Su arresto fue uno de los primeros golpes de efecto del recién inaugurado Gobierno, que prometía un combate a la corrupción. Su puesta en libertad más de cinco años después, absuelta de todos los cargos después de que la fiscalía no pudiese probar los delitos, simbolizó también el fracaso de lo que un día se llamó nuevo PRI.
Desde que recobró la libertad en agosto de 2018, las apariciones públicas de Gordillo han sido escasas, inversamente proporcionales a los sigilosos movimientos que se le atribuyen este año y medio. Pocos dudan que La Maestra no vaya a querer intervenir -cuando no ser partícipe- en la Cuarta Transformación que ha prometido el presidente, Andrés Manuel López Obrador. Sobre el futuro del SNTE, asegura que hay que “tomar la voz” del presidente y procurar unas elecciones limpias. “Queremos una democracia participativa, plural, para la elección de las dirigencias y para la toma de decisiones. No queremos ser meras correas de transmisión”, dice, siempre en primera persona del plural, por si hubiese dudas de su implicación.
Gordillo recibe a EL PAÍS al mediodía en su casa de Polanco, un barrio acomodado de Ciudad de México; en el penthouse donde pasó también los últimos meses de prisión domiciliaria. Mantiene desde entonces un imponente cuadro de Gabriel Orozco al que ahora le acompañan dos de Rafael Coronel y un lienzo de Rodolfo Morales, todos artistas mexicanos. La Maestra acaba de regresar de España, donde ha celebrado su cumpleaños. Disfrutó, dicen, del Museo del Prado, por el que estuvo paseando durante seis horas. Esta es la primera entrevista que da desde que fue absuelta de todos sus cargos y recobró la libertad. “Tengo resistencia a ella, hay que ser justos, siempre que hablo he generado olas de reacciones”, dice con una modestia que se disipa pronto y se pone, sin freno, a conversar durante más de una hora.
Pregunta. ¿Por qué regresa?
Respuesta. ¿Regresar a dónde? Tengo que vivir, tengo que hacer cosas, está mi familia, mi historia. No sé si me fui. Es más, creo que nunca me he ido.
P. Pero, ¿qué busca?
R. Algo esencial. Hay mucho que decir. Vuelvo porque hay una historia que no ha terminado. Mi intención es incidir en que en México se realice lo que hemos soñado los trabajadores durante mucho tiempo.
P. Todo eso qué quiere decir, ¿desde dónde lo va a hacer? ¿Quiere volver a dirigir el sindicato de maestros?
R. Estoy convencida de que no es necesario un cargo para alzar la voz y decir lo que se cree. Yo quiero ser una voz actuante, vigente y comprometida con la transformación del mundo sindical mexicano. ¿Querer volver a ser lo que fui? No necesariamente.
P. ¿Cuánto poder tiene ahora a la que se consideró la mujer más poderosa de México?
R. Depende la perspectiva con que me hayan visto. Si lo que quieren decir es que influía en la toma de decisiones en algunas situaciones, sí, y qué bueno, para eso es. El poder es transformar las cosas. Hay que juzgarnos a cada uno de acuerdo a su tiempo. Mire, hoy que está tan de moda y me agrada muchísimo, este asunto de los derechos de la mujer y veo a tantas jovencitas, a veces un poco radicalizadas pero que las comprendo perfectamente, me pregunto si yo no habré sufrido acoso por ser mujer en un mundo de machismo puro cuando era la única mujer dirigente en este país, que ante presidentes decía lo que pensaba y se me juzgaba por el bolso que usaba, por mis zapatos, por mi vestido.
P. Su nieto y su yerno han creado un movimiento político. ¿Piensa afiliarse, ser parte de él?
R. No, no, no, no, no. Mi yerno es un hombre preparado, tiene méritos, no se vale endosarle ni mis méritos ni mis deméritos. Mi nieto es un muchacho inteligente, capaz, le gusta la política, pero le falta meterse más, irse a la tierra, no solo a la teoría, se lo he dicho a él. Yo no pienso estar en ningún partido. Yo pienso hablar, voy a opinar y actuar en la vida democrática de mi país.
P. ¿Qué imagen cree que tiene la sociedad mexicana de usted?
R. Una que me duele mucho, no es positiva. Y no la puedo cambiar de la noche a la mañana. No es como yo quisiera ni es real lo que dicen.
P. Siempre se le ha criticado que llevaba un tren de vida elevado para una dirigente sindical. ¿Sigue manteniéndolo?
R. Yo creo que sí hay algunos errores de mi parte. Siempre prioricé mi imagen, mis vestidos, mis zapatos, siempre viví, guste o no, en Polanco y eso es vivir en un estatus superior al que vive cualquier maestro. Hay una imagen de que vivo en una gran mansión y no es cierto. Ahora, cuando compré la casa no vale lo que hoy. Y sí, tengo una casa en San Diego. Vivo bien, no es el estatus de cualquier maestro, pero lo que he hecho no ha sido por mi profesión como maestra ni como dirigente de maestros. He sido diputada, senadora… Cuando fui legisladora y pertenecíamos a una comisión, se nos daba una compensación. Sí, la acepté, pero no la robé. Ni lavé dinero ni hice cosas indebidas. Hay un problema serio. Yo creo en la libertad de expresión y en la libertad de prensa, pero me duele que en el periodismo en México, que es lo que conozco, hay poca investigación y se vayan todos por los rumores.
P. Eso no es así. Hay buen periodismo de investigación en México.
R. Hoy. Pero en mis tiempos no era así. Y es relativa la investigación. La prensa también ha tenido sus controles. Y no me refiero a los reporteros. Los dueños de los medios también servían al Estado corporativo y recibían líneas. Es un tema que no debería abordar siendo políticamente correcta, pero no soy así. Y eso es lo que molesta mucho. Eso incomoda. Me incomoda a veces a mí, pero por qué tengo que estar siempre del lado de los que pierden.
P. Más bien usted ha estado siempre del lado de los que ganan.
R. No, eso es lo que creen. Nunca he sido amiga de ellos, solo de un presidente puedo decir que he sido amiga.
P. ¿De quién?
R. De Vicente Fox, por el Grupo San Ángel, pero de ninguno más. Sí, soy sui generis, Elba Esther es eso, una mujer que irrumpe, dice que lo que piensa y que no es perfecta, que ha cometido algunos errores.
P. Su regreso coincide con el Gobierno de López Obrador, la denominada Cuarta Transformación, donde muchos de los actores son los mismos que en el pasado. Da la impresión de que en México todo cambia para que no cambie nada.
R. El gran vacío que tenemos es de líderes, de grandes jefes de Estado, hay una gran confusión. Hay crisis en todos los partidos, en organizaciones, pareciera que todo se desgastó.
P. ¿Y ustedes de cuánto son responsables?
R. Yo sí me siento responsable en parte. Siento que somos una generación que le debe mucho a los que vienen. Nuestra experiencia, la poca, no necesariamente está en el cargo que nos den, sino en lo que podemos compartir.
P. ¿Qué le parece el Gobierno de López Obrador?
R. Me dio mucho gusto que ganara. Si el triunfo no se hubiera concretizado hubiésemos tenido un estallido, con o sin su voluntad, porque el nivel de presión, de desencanto, de enojo era muy alto. En lo personal, me agrada mucho y creo que hay que apoyarlo para que se logre voltear a ver a los indígenas, somos un país con una profunda inequidad en casi todo. Soy una convencida de que para lograr muchas de esas cosas se requieren reformas, sacudimientos del sistema político.
(EL PAIS)