México

Repatriar fallecidos, un calvario

CIUDAD DE MEXICO, 14 de junio.- Cuando Pablo Juárez murió tras contagiarse de coronavirus en abril en Nueva York, su madre en México sólo pidió una cosa: recibir el cuerpo de su hijo para poder enterrarlo en su país natal.

Sin embargo, su hermano Mario lleva casi tres meses hablando con funcionarios de México y Estados Unidos para intentar repatriar el cuerpo, pero hasta el momento no ha logrado que le den ni siquiera una fecha, mientras el cuerpo embalsamado de Pablo permanece en una funeraria de Brooklyn.

Pablo Juárez, un trabajador en los campos de Estados Unidos desde hacía por lo menos 12 años, enfermó de repente y sólo cuatro días después murió en un hospital estadounidense.

“Lo hago porque mi madre, de 85 años, que vive en la Ciudad de México, quiere dar cristiana sepultura a mi hermano, ella quiere enterrarlo allá y quiere verlo por última vez, aunque no sé si podrá ser posible porque los trámites son casi imposibles y el traslado es muy caro, creo que terminaremos cremándolo para hacerlo más fácil o igual y ya lo enterramos acá para cerrar ya esto porque me traen de un lado a otro”, afirmó Mario en entrevista para El Sol de México, desde Nueva York.

Pero la situación de la familia Juárez no es única; según las cifras de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), un total de mil 308 migrantes mexicanos han muerto de coronavirus en Estados Unidos, y numerosas familias están intentando enviar sus restos a México sin éxito.

“Repatriar un cuerpo a su país de origen nunca es fácil, pero el coronavirus ha agregado nuevos obstáculos burocráticos y retrasos en el proceso”, afirmó por su parte Araceli Lucero, presidenta de Masa, organización comunitaria que apoya a los migrantes con rezagos educativos en el Bronx.

Destacó que para los familiares de quienes no ganaron la batalla al COVID-19, en ambos lados de la frontera, los desafíos son muchos pues las funerarias están abrumadas de trabajo o no tienen la capacidad para enviar los cuerpos, los retrasos de papeleo son cada vez mayores porque las oficinas tanto en México como en Estados Unidos no cuentan con todo su personal y los vuelos internacionales y nacionales aún no se normalizan, pero sobre todo por la falta de dinero para pagar el traslado de los restos, cuyo costo oscila entre los 8 mil y 10 mil dólares.

“Los mexicanos están viviendo un calvario para repatriar los cuerpos de sus familiares que han muerto de COVID-19 acá, sabemos de personas que llevan más de tres meses intentándolo y nada más no pueden”, aseguró en conversación con este diario.

Los desafíos son tantos que los propios consulados mexicanos en la Unión Americana animan a los connacionales a usar la cremación en lugar de la repatriación de cuerpos. “El consulado lo que me dice es que lo mejor es la cremación ante la situación que vive el mundo con esta enfermedad, eso me recomienda que lo creme y eso es lo que recomiendan a todos”, agregó Mario.

La crisis ha sido tal, que obligó, en abril pasado a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), que encabeza Marcelo Ebrard, a emitir una guía para el Traslado de Restos o Cenizas de personas Mexicanas que fallecen en el Extranjero, en la cual también recomienda la cremación por representar un menor riesgo en términos sanitarios y también un costo financiero menor.

“El Gobierno de México, a través de la Secretaría de Salud, ha señalado que la disposición final del cadáver debe ser preferiblemente mediante la cremación, puesto que las cenizas pueden ser objeto de manipulación sin que esto suponga ningún riesgo”, afirma la guía de la SRE, que ha sido distribuida, además, a la red de 50 consulados con los que cuenta el país en Estados Unidos.

Sin embargo, como señala Javier Urbano, especialista en temas migratorios de la Universidad Iberoamericana, la cultura mexicana se enfoca mucho en que se cumpla el último deseo de un ser querido y ese deseo en la mayoría de los migrantes que se van a Estados Unidos, es que sea devuelto a México cuando muera.

“Muchos de ellos son católicos y orgullosos de su país a pesar de los motivos que los fuerzan a emigrar, por lo que viven con la esperanza de algún día poder regresar a casa, aunque sea en un ataúd”, agregó Urbano.