México

Tlatelolco, de la represión a la expresión

Este 2 de octubre se cumplen 54 años de la matanza de Tlatelolco, la cual ha marcado a la historia moderna del país
Elementos del Ejército reprimieron y arrestaron a los manifestantes / Por Esto

Como heridas abiertas, históricas, las represiones en México han sido hechos con saldos rojos, entre heridos y muertos, que han lastimado el tejido social, la democracia y el ánimo de la población.

Lamentablemente, un lugar especial ocupa la masacre de Estado durante el movimiento estudiantil de 1968, en su capítulo del 2 de octubre, hecho que hoy conmemora 54 años de acontecido. Una de las fechas que más ha marcado la historia moderna del país y no dejará de doler a los mexicanos, sin importar generaciones.

La brutal represalia que sufrieron los jóvenes estudiantes en aquel acontecimiento, marcó un antes y un después sobre la libre manifestación y expresión a nivel nacional; también representó un fuerte llamado de atención para que la sociedad mexicana diera el primer paso hacia una transición democrática, que llegaría décadas más tarde. Muy importante han sido las posturas de los gobiernos federales en el tratamiento de los conflictos sociales que han derivado magnas protestas por parte de sindicatos, colectivos y agrupaciones estudiantiles, entre otros.

Mientras que las administraciones de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) y Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) fueron regímenes autoritarios marcados por los homicidios en eventos como la Marcha del 2 de Octubre de 1968 y El Halconazo en 1971, la evolución de la sociedad nacional ha obligado a que, en la actualidad, sea el presidente Andrés Manuel López Obrador quien adopte una política diferente, la de la “no represión”, como él mismo la ha llamado, mostrando mayor tolerancia al derecho de manifestación que tiene cualquier persona, sobre todo, en causas estudiantiles.

En esta edición, POR ESTO! presenta una muestra de cómo el derecho a la manifestación que ejercen los estudiantes ha tenido un crecimiento importante desde aquella noche trágica en la Plaza de la Tres Culturas en 1968, y cómo 54 años después se hacen esfuerzos por evitar cometer errores del pasado.

Movimiento de 1968

Durante el movimiento estudiantil de 1968, con efervescencia en todo el mundo, estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y otras instituciones fueron brutalmente reprendidos por el Ejército Mexicano la noche del 2 de octubre.

La inconformidad de los estudiantes inició el 23 de julio de 1968 cuando un grupo de cerca de 200 granaderos del Batallón Número 19 de la Policía del Distrito Federal irrumpió de forma violenta en la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN), ubicada cerca de la Ciudadela, luego de dos días de riñas entre jóvenes de preparatoria de la UNAM y el IPN. Al interior de la Voca 5, los agentes de seguridad dispararon gases lacrimógenos y golpearon a estudiantes y profesores.

Aquel hecho derivó en un movimiento que llevaba tiempo planeándose en universidades públicas del país como la ya mencionadas, así como El Colegio de México, la Escuela de Agricultura de Chapingo, la Universidad Iberoamericana, la Universidad La Salle, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Instituciones privadas, sindicatos de trabajadores y la sociedad civil también se unieron.

Las manifestaciones fueron inspiradas por diversos acontecimientos sociales de los años 60, entre ellos, el movimiento estudiantil del mayo francés, que surgió como una crítica hacia la disciplina escolar y al sistema educativo de Francia.

La mañana del 2 de octubre de 1968, el Consejo Nacional de Huelga (CNH) dialogó con los representantes del Presidente, Gustavo Díaz Ordaz, en la casa del Rector de la UNAM, Javier Barros Sierra.

Esa misma mañana arrancó la vigilancia por las autoridades en el Reloj Chino, la Asamblea del Sindicato Mexicano de Electricistas, la Plaza de las Tres Culturas, Zacatenco, el Casco de Santo Tomás, La Ciudadela, Voca y Prepa 4, así como en el mitin de Ciudad Universitaria.

A la postre, agentes del Ejército se infiltraron y subieron a las azoteas de las unidades habitacionales de Tlatelolco y Nonoalco. Trascendió que tenían tres departamentos en el edificio Chihuahua, el mismo en donde estarían los representantes del CNH.

Asimismo, en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, los integrantes del movimiento estaban manifestándose; no obstante, el Consejo anunció que se suspendía la marcha que harían rumbo al Casco de Santo Tomás.

Sólo media hora después, un grupo de elementos del Estado Mayor Presidencial, conocido como el Batallón Olimpia e identificados por usar un guante blanco, recibieron la orden de disparar: rodearon todas las salidas de la plaza y entraron a ella con 300 tanques ligeros y transporte militar.

Elementos del Ejército ingresaron a la zona donde estaban estudiantes y ciudadanos. Los jóvenes intentaron escapar, mientras muchos quedaban inertes en el lugar y otros más eran llevados al Campo Militar Número 1, para ser torturados.

Los que se escondieron en departamentos de la zona fueron perseguidos por miembros del Batallón Olimpia, en una brutal cacería documentada por pocos medios, como POR QUÉ?, del Fundador y Director Honorario de los Diarios POR ESTO!, Don Mario Renato Menéndez Rodríguez.

El movimiento estudiantil terminó de forma trágica con incontables víctimas mortales y cientos de desaparecidos. No hay una cifra exacta de muertos, aunque se estima que fueron alrededor de 300, además de 700 heridos y más de 5 mil desaparecidos.

El Gobierno Mexicano reconoció sólo a 26 víctimas. El presidente Gustavo Díaz Ordaz y su secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, fueron señalados como los principales responsables de la masacre.

El Halconazo

El 10 de junio de 1971, en el marco del Jueves de Corpus, salió una marcha estudiantil compuesta principalmente por alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) a la altura de la estación Normal, de la Línea 2 del Metro, en apoyo a la huelga que se desarrollaba en la Universidad de Nuevo León (UANL).

La marcha estudiantil comenzó en el Casco de Santo Tomás y recorrió las avenidas Carpio y de los Maestros para salir a la Calzada México-Tacuba para finalmente dirigirse al Zócalo capitalino.

No obstante, las calles que desembocaban a la Avenida de los Maestros estaban bloqueadas por granaderos y agentes policiacos, los cuales impidieron el paso de los estudiantes. Asimismo, había tanques antimotines a lo largo de Av. Melchor Ocampo (hoy Circuito Interior) junto con transportes del Ejército y también vehículos con granaderos en el cruce de esa avenida y San Cosme.

Sin embargo, un grupo paramilitar entrenado por la Dirección Federal de Seguridad y la C.I.A., conocido como Los Halcones, que llegó en camiones, camionetas y transportes de granaderos, atacó brutalmente a los jóvenes en las calles aledañas a la Avenida de los Maestros después de que los granaderos abrieran sus filas.

Los Halcones estaban armados con varas de bambú, palos de kendo y porras, por lo que en un principio fueron repelidos por los estudiantes. En un contraataque, los paramilitares agredieron a los manifestantes una vez más, pero esta vez, no sólo con garrotes; sino con armas de fuego de alto calibre.

Los heridos fueron llevados al Hospital Rubén Leñero, pero fue inútil, pues Los Halcones llegaron al nosocomio para rematar a los estudiantes que estaban siendo atendidos e intimidar al personal de salud.

Esa misma noche, elementos del Ejército resguardaron el Palacio Nacional y el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez anunció una investigación sobre la matanza y afirmó que se castigaría a los culpables.

No obstante, La Masacre del Jueves de Corpus o El Halconazo fue un hecho calificado, décadas después, como “genocidio”, por el que nadie fue condenado.

Ayotzinapa, la prueba del cambio

La noche del 26 de septiembre de 2014, durante el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, un grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, Guerrero, de entre 17 y 25 años, acudió a Iguala, en ese mismo Estado, para “tomar” autobuses con el fin de acudir a la Marcha del 2 de octubre.

Sin embargo, policías municipales de Iguala con apoyo de integrantes del cártel Guerreros Unidos dispararon contra ellos para impedir que salieran de la ciudad con autobuses. De ello, lograron cerrar el paso a cinco vehículos y fueron detenidos 43 estudiantes, a quienes no se les ha vuelto a ver.

El saldo de la Noche de Iguala fue brutal: 43 estudiantes normalistas desaparecidos; seis personas ejecutadas, entre ellas tres normalistas, incluyendo un joven cuyo cuerpo apareció al día siguiente con claras muestras de tortura.

Al día de hoy, el crimen sigue bajo investigación y la Comisión de la Verdad y Justicia por el caso Ayotzinapa, creada por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, reveló recientemente que fue un “crimen de Estado”, en el que participaron autoridades de los tres órdenes de gobierno, así como elementos del Ejército Mexicano e integrantes del crimen organizado. El informe desembocó en la captura del exprocurador general de la República, Jesús Murillo Karam, gestor de la “Verdad Histórica” del sexenio de Peña Nieto, y tres militares, incluido un General.

Asimismo, la hoy Fiscalía General de la República ordenó detener a otras 83 personas involucradas en la desaparición de los estudiantes.

Por ello, miles de personas marcharon apenas este lunes 27 de septiembre al cumplirse ocho años de la desaparición de los normalistas.

La multitud que marchó desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo capitalino, de la Ciudad de México, denunció, sin embargo, “retrocesos” en el esclarecimiento del crimen de los alumnos de la Escuela Normal de Ayotzinapa, Guerrero y el castigo a los responsables.

Vidulfo Rosales, abogado de los familiares de las víctimas, señaló que la Fiscalía ha retirado al menos una veintena de las órdenes de captura anunciadas inicialmente.

Las protestas del 2022 por el caso Ayotzinapa no estuvieron exentas de violencia, pues el viernes anterior a la marcha, unos 40 elementos de la Policía capitalina resultaron lesionados al enfrentarse con jóvenes encapuchados que lanzaron piedras y explosivos artesanales, entre ellos, bombas molotov, al interior de un campo militar en Ciudad de México.

Sólo un día antes, en otra protesta por el caso, pero frente a la Fiscalía General de la República, otros 11 elementos resultaron heridos por impacto de petardos. Además, los normalistas vandalizaron el día anterior la parte exterior de la Embajada de Israel en México, con la exigencia de que el gobierno israelí extradite a Tomás Zerón, exdirector de la extinta Agencia de Investigación Criminal y acusado de irregularidades en el caso. Algunos pintaron consignas.

Al respecto, la orden de la administración federal fue de contener, pero no agredir a los protestantes. El presidente López Obrador ha mantenido un llamado a los manifestantes por el Caso Ayotzinapa a no caer en hechos de violencia y a procurar el diálogo. Condición obligada para cualquier gobierno democrático, que no siempre se ha respetado en México.

 

 

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JG