Opinión

Caídas necesarias

Uuc-kib Espadas Ancona

Hace algunos días Ricardo Monreal, coordinador de MORENA en el Senado, presentó una iniciativa destinada a eliminar o limitar algunas de las comisiones que los bancos cobran a sus clientes. El efecto financiero fue inmediato. La Bolsa mexicana tuvo su peor caída desde 2011, los bancos extranjeros vieron sus acciones disminuir de forma tal que impactaron en los mercados bursátiles de sus países de origen, el peso se depreció y los bancos en su conjunto perdieron valor por 85 mil millones de pesos. La iniciativa ha sido fuertemente criticada, señalando que era correcta en el fondo, pero que se intentó implementar con torpeza.

No es así. La relación de los bancos y sus inversionistas con la sociedad y el gobierno no pasa por los modos, ni siquiera por la negociación. La medida de la satisfacción de aquéllos es la de las ganancias. Ninguna otra.

El cobro de las usurarias comisiones genera ganancias extraordinarias a los bancos en nuestro país. Se trata de comisiones abusivas, que rebasan con mucho los cobros que se realizan en otros lugares y que desde luego no se corresponden con la pésima calidad de los servicios financieros que las personas reciben; pero que generan ganancias. Cualquiera que sea la justa razón, cualquiera que sea el conciliador tono en que se intente, limitar estos cobros excesivos resultará, inevitablemente, en la reducción de las ganancias de los bancos. Y la consecuencia de esa disminución será, necesariamente, un descenso en el valor de sus acciones, es decir, pérdidas para sus inversionistas.

Esta situación, u otras semejantes, se repetirá cada vez que por cualquier vía se traten de modificar relaciones económicas injustas de las que se beneficien las grandes empresas. Si se hacen respetar los derechos del consumidor, si se exige el cabal cumplimiento de la ley a los concesionarios estatales, si se impone el respeto a los derechos laborales, o si se garantiza la transparencia de las adquisiciones públicas, en cualquier caso, se afectarán las ganancias –ilegítimas, pero ganancia– de grandes inversionistas, y esto se verá reflejando en bajas en la Bolsa de Valores, entre otras cosas.

Cuando en 1938 Lázaro Cárdenas expropió la industria petrolera, evidentemente generó pérdidas monumentales a las empresas extranjeras afectadas por la medida. Desató también una avalancha de críticas internacionales y hasta ocasionó la ruptura de relaciones diplomáticas. Sin embargo, esa decisión permitió también el control nacional de un recurso que sería clave para el desarrollo social y económico del país durante las siguientes siete décadas, y que no se hubiera logrado sin confrontación con los propietarios de aquellas empresas.

En los Estados Unidos, la abolición de la esclavitud tuvo un impacto mayúsculo en la economía rural de Sur, y significó la quiebra de innumerables plantaciones. Cosas semejantes, e incluso a mayor escala, generaron los procesos de independencia nacional, desde América hasta Asia y Africa.

Las relaciones sociales injustas, sea el cobro de una comisión por el uso del cajero automático, sea la propiedad de un esclavo, existen porque alguien resulta beneficiado de ellas. Modificarla, desaparecerlas o incluso atemperarlas, significa eliminar ese beneficio. La única alternativa es aceptar la perpetuación del abuso. Que las colonias no sean independientes para no afectar la economía de las metrópolis, que los esclavos sigan siéndolo para que los amos también, que el petróleo mexicano siga siendo de los ingleses para que sus empresas no pierdan y que los banqueros sigan sacando tributo a los mexicanos para que sus inversiones no se devalúen.

No se puede esperar hacer de México un país más justo sin afectar los intereses del gran capital. La pobreza y la desigualdad no se pueden solucionar con medidas administrativas, sino con profundos cambios económicos. Cambios imposibles si tienen que satisfacer a los dueños del dinero.

Hay caídas de la Bolsa que son indispensables.