Opinión

Alberto Híjar Serrano

Mario Orozco Rivera murió el 20 de noviembre de hace 20 años. Margarita León y Luciano López organizaron un homenaje en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes, sitio emblemático de ceremonias culturales de Estado. Años atrás, hicieron lo propio a la par de una exposición en la Universidad de Guerrero. Queda pendiente la exposición fuera del monopolio para satisfacer los compromisos surgidos en las visitas presidenciales.

Con precisión rigurosa, Maritere Espinoza dio cuenta de la vida y obra de quien hizo de la militancia comunista una praxis estética de pleno dominio técnico y disciplina colectiva, por lo que fue jefe del Taller Siqueiros de Cuernavaca donde se hicieron los paneles del Polyforum Cultural Siqueiros. Margarita León y Graciela Mota aportaron reflexiones sobre el sentido estético de la obra plástica realizada en Veracruz, Puebla y la capital de México y de su presencia en colecciones de museos europeos y norteamericanos. Señalaron la situación incierta del mural en Puebla y el estado lamentable en que se encuentran los de Jalapa. Roberto López Moreno le dio dimensión poética al homenaje y dio a conocer el Corrido a Siqueiros hecho a raíz del fallecimiento del muralista, musicalizado y cantado por Orozco Rivera. Herlinda Sánchez Laurel, connotada pintora y maestra de su propio taller, estableció la dialéctica entre la resistencia política a los crímenes de Estado y las necesidades de su significación estética con excelencia. Hube de anotar en mi intervención, la pertenencia de la maestra a la juventud comunista en 1968 y su calidad de delegada de la Escuela Nacional La Esmeralda en el Consejo Nacional de Huelga del Movimiento Estudiantil y Popular. En mi turno, me referí a un texto programático de Siqueiros, escrito para una conferencia organizada por el Club John Reid en Los Angeles en 1932 adonde llegó luego de ser expulsado y correteado por la seguridad del Estado de Uruguay y Argentina. “Los vehículos de la pintura dialéctico subversiva” narra las necesidades políticas y técnicas para la realización de murales al aire libre como los dos realizados en la Plaza Art Center, borrados por la censura y rescatados hace unos diez años. Competir con la publicidad capitalista exige la apropiación de sus técnicas de reproducción, sus soportes, sus pinturas sintéticas, sus instrumentos eléctricos como los taladros, martillos y brochas de aire, los proyectores y amplificadores de fotos y testimonios, en fin, todo aquello que contribuya a superar la “estética arcaica” con su brochas de pelo y palo, el óleo, el fresco tradicional. Todo en beneficio de la construcción de espacios dinámicos más allá de los intentos de pintura nueva en edificios viejos. Precisé que esa es la propuesta socialista: liberar las fuerzas productivas para procrear nuevas relaciones de producción, reproducción y valoración. Sobre esta base, la militancia comunista prueba su lucha contra el individualismo y el aura artística, con la organización colectiva del trabajo como en el Bloque de Muralistas de Los Angeles, una de las decenas que Siqueiros echó a andar.

Aunque tenía trayectoria musical, por ejemplo, al acompañar como guitarrista la gira europea del Ballet Nacional, Mario Orozco Rivera sorprendió como cantor en los plantones y mítines del Movimiento del 68. Con su potente voz impostada y su correcto acompañamiento con la guitarra, dió a conocer “Sol Redondo y Colorado” de Carlos Gutiérrez Cruz, conocido como el Poeta Rojo en los años treintas cuando difundió sus libros de poesía sobre la tierra, los trabajadores del campo y la ciudad, la naturaleza pródiga, todos cargados de tendencia proletaria. Un fragmento sobre los mineros fue incluido por Diego Rivera en uno de los murales de la Secretaría de Educación Pública, de donde tuvo que retirarlo porque llamaba a hacer puñales con el metal extraído. Lo sustituyó por un cuarteto menos violento. Orozco Rivera llamó la atención a la memoria comunista sin registro en las antologías de Estado. Esta memoria histórica es la que hace que Raúl Fornet Betancourt llame “marxismo transformado” al desarrollado con los movimientos de lucha en América. No hay acá tradición intelectual como la que en Europa dio lugar a discusiones entre Marx, Engels, Kautsky, socialistas y anarquistas con alto rango intelectual. Acá, la raíz de los partidos socialistas y comunistas está en organizaciones de artesanos como los sastres, impresores, con agrupaciones campesinas y con la incursión de intelectuales europeos y algunos mexicanos y americanos con formación universitaria. Sobre estas bases se desarrolla el comunismo como trabajo “sentipensante”, como lo denomina Eduardo Galeano. En algunos casos deslumbrantes esto exige el sarcasmo, la ironía, la irreverencia, lo cual explica el vitalismo de Mario Orozco Rivera que no impidió su tenaz trabajo como productor plástico y esforzado cantor popular. No alcanzó la escritura como recurso estético-político, tal como ocurre con Roque Dalton.

La obra maestra de Orozco Rivera fue La Fuente de Los Monstruos instalada en un costado del Polyforum Cultural Siqueiros con las figuras a manera de alebrijes de su tío José Clemente Orozco, Rivera, Siqueiros y Posada, también destacados como relieves delineados con metal en el muro del fondo conocido como Del Centenario. La fuente monumental y no menos de 20 metros del muro de chatarra sobre la Avenida Insurgentes fueron destruidos sin necesidad para dar paso al World Trade Center. Elocuente acción del capitalismo salvaje. También esta acallada destrucción con alcances urbanos forma parte de la memoria comunista exigida de luchar por la significación de todas las tendencias libertarias. A su manera, Mario Orozco Rivera cumplió como trabajador de la cultura comunista, tal como mostraría su exposición pendiente que deberá incluir los retratos de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, como dinámicas figuras coloridas entre referencias a la naturaleza pródiga.