Opinión

Graciela Machuca Martínez (POR ESTO! de Quintana Roo)

En menos de 11 semanas se cumplirán tres años de que un grupo de 12 religiosas fueron expulsadas de la jurisdicción de la Prelatura Cancún-Chetumal, en el estado de Quintana Roo, y hasta el momento ninguna autoridad de la Iglesia Católica en el país ha informado del paradero de estas mujeres, (así lo reporta diariamente el portal mayasinfronteras.org) a pesar de que el asunto ha sido conocido por millones de personas en diferentes partes del mundo, quienes piden una explicación.

El responsable de la estadía de estas 12 monjas en la prelatura de referencia es directamente el Obispo Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, integrante de Los Legionarios de Cristo, quien en todo momento se ha negado a informar a la opinión pública de los motivos reales y con evidencia de la expulsión, pero principalmente el paradero de ellas, quienes al parecer se las tragó la Tierra, porque la Iglesia Católica trata este caso como si no fueran seres humanos.

La expulsión de estas religiosas se registró precisamente el 12 de febrero de 2016. El 30 de diciembre de 2018 se cumplen mil treinta y ocho días de esas desapariciones. Tanto en redes sociales, como en diversos medios de comunicación se le pregunta a diario al Obispo Elizondo y él sólo guarda silencio. Facebook me ha notificado que el aviso para buscar a estas 12 monjas ya ha rebasado los dos millones y medio de visitas.

Ya es el momento que las autoridades de procuración de justicia, de oficio, como lo mandata la ley, empiece a investigar qué ha pasado con estas personas, ya que como están las cosas en el país, la línea de investigación por desaparición de personas se debe contemplar en la búsqueda.

Además de las autoridades de procuración de justicia de Quintana Roo y en su caso de la Procuraduría General de la República (PGR) debe intervenir la jerarquía de la Iglesia Católica en México, pues la opacidad en este caso sigue empañando su imagen y, por omisión, pueden estar siendo cómplices de algún hecho fuera de la ley.

El 12 de febrero de 2016, cuando se encontraba el Papa Francisco en México, el Obispo Elizondo, por medio de un comunicado, informó su determinación de expulsar de la iglesia clerical al sacerdote Heriberto Monroy Camiragua, fundador del movimiento Misioneros Eucarísticos Marianos bajo el Signo de la Cruz (MECM), quien fue señalado de abuso sexual infantil.

Esta expulsión, según Elizondo, fue por instrucciones de la Santa Sede y “su movimiento no podrá continuar en Quintana Roo”.

En esa misma fecha, también se les notificó a las 12 monjas que colaboraban con Monroy que estaban expulsadas de la Prelatura y desde entonces se ignora su paradero. Simplemente desaparecieron y nadie da razón de ellas, además de que en ningún momento se informó de las razones reales de la expulsión. Sobre el caso de Monroy se dieron razones, pero sobre la expulsión de las monjas no se ha dicho nada, como si no se tratara de 12 seres humanos.

La secrecía y la obscuridad con que se siguen tratando asuntos en la Iglesia Católica, particularmente en Quintana Roo, afecta directamente a la dignidad de las personas, lo cual, no es del interés de la jerarquía escucharlo.

Una vez más le pregunto al Nuncio Apostólico Christopher Pierre, ¿qué sabe sobre este caso? ¿La feligresía que tuvo contacto con estas monjas y que les preocupa su estado de salud, su paradero, no es digna de una respuesta? ¿Qué más esconden los Legionarios de Cristo en Quintana Roo sobre la desaparición de estas monjas que no quieren dar la cara a la opinión pública, no sólo estatal, sino nacional e internacional, que pregunta por ellas? ¿La Iglesia Católica en México está efectuando juicios por cuenta y riesgo sin informar a las autoridades civiles? Son muchas las preguntas y nada de respuestas.

Recordemos que Emiliano Ruiz Parra escribió en el mes de noviembre de 2015 un reportaje en la Revista Gatopardo que llamó El Paraíso de los Legionarios. En la presentación del trabajo periodístico escribió: “La Legión de Cristo goza de un poder desmedido en Cancún y varias poblaciones de Quintana Roo. La Prelatura Cancún-Chetumal, a cargo de los legionarios desde 1970, ha servido a la congregación religiosa para refugiar a sacerdotes acusados de pederastia o para desterrar a algunas voces críticas dentro de su comunidad. También se han apropiado de terrenos públicos y proyectan construir una basílica que podría tener un fuerte impacto ecológico”.

Continúa Ruiz Parra diciendo: “Todo esto ocurre con la complicidad del Estado y bajo la siniestra presencia de su fundador, el fallecido Marcial Maciel”.

En el mismo trabajo se lee:

“En la Prelatura de Cancún-Chetumal, a cargo de los Legionarios de Cristo desde 1970, también se cuentan dos historias. La versión oficial retrata la Prelatura de Cancún-Chetumal como la abnegada evangelización del pueblo maya y de los cientos de miles de inmigrantes que poblaron el Caribe mexicano con el auge del turismo. Llegaron cinco sacerdotes legionarios y, 45 años después, se multiplicaron a 75. Encontraron siete parroquias y en menos de cinco décadas construyeron más de cincuenta. Y se adaptaron a uno de los crecimientos demográficos más acelerados del país, pues Quintana Roo pasó de menos de 90 mil habitantes a un millón 500 mil entre 1970 y 2015”.

La investigación periodística de Emiliano Ruiz Parra, sostiene que el 21 de noviembre de 2015, “la Prelatura de Cancún-Chetumal cumple 45 años, todos ellos bajo el control de los Legionarios de Cristo, la congregación que fundó Marcial Maciel el 3 de enero de 1941 en un sótano de la colonia Juárez de la Ciudad de México. Los Legionarios, ahora, emprenden dos obras monumentales: la construcción de la basílica de Santa María Guadalupe del Mar, un templo de 110 metros de altura que pretenden convertir en el icono de Cancún, con un costo anunciado de unos doce millones de dólares; y un seminario de 57 millones de pesos con alberca olímpica y canchas de fútbol y básquetbol y capacidad para cien seminaristas”.

En Quintana Roo se sabe que Los Legionarios de Cristo no sólo violan las leyes divinas, sino también las normas mexicanas al construir sus obras monumentales, invaden predios, dañan el medio ambiente y ahora su silencio los involucra en desaparición de personas, 12 monjas, de quienes nadie quiere hablar…