Opinión

Tres Ríos de Sangre

León García Soler

No son partes de guerra, porque aseguran los de la Cuarta Transformación que se acabaron los palos de ciego al avispero. Pero arde Culiacán y en reunión del gabinete de seguridad volvemos a topar con las líneas habituales: “El día de hoy a las 15:30 horas una patrulla integrada por 40 elementos de la Guardia Nacional y efectivos del Ejército se encontraba realizando un recorrido de rutina en el fraccionamiento Tres Ríos de la ciudad de Culiacán, Sinaloa, cuando fueron agredidos desde una vivienda”. Y ardió Troya. Cinco horas de balazos. Largo día de pánico.

“Rutinario recorrido”, como el de Tepochica, Guerrero, donde de pronto se encontraron frente a frente las fuerzas de gobierno y las del mal al que no se combate con fuego. Salvo en encuentros fortuitos en los que ambos bandos echan mano a sus fierros como queriendo pelear. Pero no es un corrido de duelo ranchero, sino la repetición interminable de la violencia desatada por el control del país. Del nuestro, sin excepción. Del que hemos convertido en una extensión sin límites de tumbas colectivas. Y en el eco de los balazos en el vacío del lenguaje oficial atrapado en las versiones anticipadas de la agresión a la que “tuvieron que responder” las fuerzas del Estado con patente de víctimas, para no actuar conforme al imperio de la ley. Hacerlo es ahora, “reprimir”, “violar derechos humanos”.

El resto es silencio. Alfonso Durazo, secretario de Seguridad Ciudadana, rindió informe hace unos días en la sesión mañanera de la agenda presidencial. El de Sonora procuró ser cauto y no festinar una victoria moral y material de la 4T: “Nada de qué presumir”, anticipó. Pero aseguró que la de ahora es estrategia eficaz y resolverá el dilema a fondo.

Todavía se escuchaban los gritos de una joven madre michoacana que exigía al patético gobernador viera el dolor del hijo que había perdido a su padre en la matanza de Aguililla. Catorce policías fueron emboscados y muertos al ser enviados a proteger a una mujer y su hija. Y en el aire flotaba la versión de Silvano Aureoles Conejo: el crimen organizado es asunto federal y las policías del estado mal pueden imponer el orden sin armas, sin capacitación, sin los recursos que debería entregar el Gobierno Federal.

Y en Guerrero, donde hay policías del pueblo en cada población de la sierra invadida por los narcos y víctimas de la violencia ancestral, el gobernador Héctor Astudillo llega a las vísperas de su informe de gobierno con la novedad del enésimo encuentro fortuito en el recorrido de tropas federales y presuntos delincuentes, a los que perseguían hombres armados hasta los dientes. Las imágenes de video muestran a los muertos amontonados en el vehículo que topó con los federales y recibió disparos de quienes los perseguían. A lo mejor hay investigación a cargo de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. O a lo mejor, no. Ya se va el comisionado González y vendrá el relevo de la nueva era.

Mala hora esta para buscar culpables, Los responsables están a la vista. Alfonso Durazo no tiene de que presumir. Pero en la conferencia de prensa y reporte de la toma de Culiacán por los sicarios de Sinaloa, rechazó que estuviéramos ante el triste caso de un “Estado fallido”. Si acaso, dijo, se trata de un operativo fallido. En la casa desde la que dispararon a los efectivos de la Guardia Nacional, que pasaban por ahí en uno de los recorridos recurridos, estaba uno de los hijos del Chapo Guzmán. La narrativa espanta: Ovidio Guzmán es detenido y estalla la violencia organizada, implacable, que siembra la muerte y el espanto entre las llamas de Culiacán. Atacan el cuartel de Ejército y bloquean las carreteras y liberan a decenas de presos del Centro Penitenciario de Aguaruto.

Horas de balazos y vehículos incendiados en el Sector de Tres Ríos. Ensangrentados, ahí donde está la Fiscalía General del Estado. La ciudad quedó paralizada. Los negocios cerraron, la población encontró refugio en restaurantes y tiendas de las que no pudieron salir durante horas, No había clases en las escuelas, afortunadamente. Pero los guardianes de Ovidio Guzmán resultaron prisioneros de los sicarios que formaron un cerco y veían crecer el número de sus fuerzas con las que llegaban de la sierra. Hay grabaciones en las redes con voces de apoyo que se convierten en lamentos.

Quizá por la disciplina. O tal vez por no incrementar la violencia. Hoy sabemos que no usaron los helicópteros Blackhawk porque los sicarios disponían de armamento capaz de derribarlos. Y el general secretario, Luis Crescencio Sabdoval, diría después que el operativo se hizo de manera precipitada y deficiente planeación: Y así, “el gabinete de seguridad no fue advertido de las acciones que realizó”: Cinco horas de silencio oficial entre los estallidos y disparos. Una derrota, una dura, amarga derrota de las fuerzas del orden, de las fuerzas armadas de la Nación.

Pero más grave fue la explicación dada a la liberación del hijo de El Chapo Guzmán:

“El personal de la patrulla repelió la agresión y tomó el control de la vivienda localizando en su interior a cuatro ocupantes.

“Durante dicha acción se identificó a uno de ellos como Ovidio Guzmán López. Lo anterior generó que varios grupos de la delincuencia organizada rodearan la vivienda con una fuerza mayor a la de la patrulla; asimismo, otros grupos realizaron acciones violentas en contra de la ciudadanía en diversos puntos de Culiacán generando una situación de pánico.

“Con el propósito de salvaguardar la integridad y tranquilidad de la sociedad culiacanense, los funcionarios del gabinete de seguridad acordamos suspender dichas acciones”.

Y fueron a Sinaloa. Y se reunieron con el gobernador Quirino Ordaz. Y el secretario Durazo narró la versión oficial de los hechos. Y en Oaxaca, el Presidente Andrés Manuel López Obrador confirmaba que había sido liberado el hijo de El Chapo Guzmán; y que en respuesta a la violencia se había actuado conforme a la convicción de que “no se combate al fuego con fuego”; que antes del cambio no mostraban respeto alguno por la vida. Pero ahora ya nada es igual. La noche del jueves, el abogado de la familia Guzmán Loera confirmó que Ovidio Guzmán López, alias El Ratón, fue puesto en libertad. Se retiraron los sicarios, tropas de choque. Y el viernes llegaron 230 militares de fuerzas especiales a Culiacán.

Ah, en otros frentes se dan encuentros y desencuentros causales y no casuales. Carlos Romero Deschamps anuncia en los medios de comunicación que renuncia a la secretaría general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana. Permanece en su escaño y tras el nombramiento del diputado priísta Manuel Limón, en los sectores sindicales anticipan que en tres meses el nuevo líder será Ricardo Aldana, de viejo cuño y por largo tiempo tesorero del sindicato.

Y el dirigente de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado, Joel Anaya, renunció a su militancia de cuatro décadas en el PRI. Muy formalito, envió una carta a Alejandro Moreno Cárdenas: agradeció “las oportunidades brindadas” por el partido tricolor: De nada. Y ante sus huestes anunció el voto unánime recibido para la creación de una organización política nacional “independiente, plural y democrática”.

“Desde Navolato vengo...”