Opinión

María Teresa Jardí

El presupuesto, con clara dedicatoria de dar más a los que menos tienen, es obvio que molesta a los convertidos en riquísimos al costo de haber acabado con el Estado mexicano. Los pobres les estorban y los poderes y las instituciones al servicio de unos cuántos cada día más pervertidos es a lo que quiere regresar la derecha.

Quitadas las caretas: el PAN tiempo ha que dejó de argumentar aquello, vendido por las iglesias, del bien común, abortado antes de nacer. Las niñas ricas desde siempre, acompañadas por sus madres y padres, abortan en lugares higiénicos. El castigo para las pobres perseguidas como si fueran delincuentes por verse obligadas a tomar la difícil decisión de no tener un hijo al que no se puede mantener o producto de una violación o porque sí, porque las mujeres somos dueñas de nuestro cuerpo y esa es una decisión que sólo compete tomar a la mujer. La doble moral de la derecha impulsada por el capitalismo es asquerosa, a extremos que dan vergüenza. Y así presente está de nuevo la Conquista en Bolivia con la Cruz y la Biblia. Al final del siglo pasado era impensable que regresara el fascismo, cuando todo apuntaba a la construcción de un nuevo siglo incluyente para todos.

Pero así las cosas, es inaceptable la desafortunada declaración del Presidente más votado de la historia. Lo ocurrido con los normalistas de Ayotzinapa es un crimen de Estado, sin importar quién sea el que encabece el Estado mexicano ni la legitimidad que le hayamos otorgado los ciudadanos que votamos por él para convertirlo en Presidente de la República Mexicana.

Los crímenes de Estado no se lavan con lejía ni dejan de ser una mancha en el Estado ni siquiera cuando no quedan impunes y son castigados sus autores por la justicia.

Los crímenes de Estado son imperdonables y lo imperdonable no tiene perdón. Y sin importar los siglos que pasen no pueden ni deben ni van a ser olvidados. Ahí están Francisco Franco, Leonidas Trujillo, Fulgencio Batista, Pinochet, Videla… como ejemplos de lo imperdonable y ahí está Ayotzinapa y Tlatlaya y Samir Flores, quien sí fue ejecutado gobernando ya la 4 transformación, no se sabe todavía a qué, quién sabe a dónde, con cosas buenas y otras igual de abominables que las anteriores.

Aunque se castigue, como debería hacerse, a todos los involucrados en el crimen cometido en contra de los estudiantes de la Normal Isidro Burgos, Ayotzinapa no dejará nunca de ser un crimen de Estado ni un genocidio en contra de jóvenes estudiantes normalistas y como tal un crimen de lesa humanidad y decir otra cosa es mentir.

Muchas son las razones por las que se debe abortar la construcción del mal llamado Tren Maya. Empezando por la mentira de llamarlo así para usar a los mayas por lo que al nombre toca. La mentira envilece al que como verdad la afirma y al que se busca engañar se le trata con desprecio y como si no existiera, como zombi, como fantasma… Y eso aplica también para las clases medias que apoyan sin aquilatar lo que detrás del tren maya se esconde. Lo que incluso puede ser distraer la atención de los megaproyectos depredadores. La construcción de un tren en el siglo que amenaza con desaparecer a todas las especies de la faz de un planeta que a la humana, no merece, no debería seguir siendo motivo de consulta por la depredación de naturaleza que trae consigo su construcción y menos aún de una falsa consulta que no toma en cuenta a los que sí están dispuestos a defender su territorio. Desarrollo no es progreso y menos aún cuando es desarrollo depredador.