Opinión

México, de Todos

Alejandro Solalinde

Cuando la gente pidió y esperó un cambio en el año 2000 y ahora en 2018, nunca se imaginó todo lo que éste implicaba. La sola votación del 1 de julio ya fue un paso inédito, porque se logró superar el miedo, la tentación de vender el voto y no hacer caso de la influencia eclesiástica cargada hacia el oficialismo prianista. Los cambios no son lo fuerte de la alta jerarquía católica. El electorado se atrevió a decidir libremente ¡Fue algo así como alcanzar la mayoría de edad ciudadana! Los sectores más pobres, otrora feudos exclusivos del priato, que habían sido administrados electoreramente para afianzar los intereses de la oligarquía, se rebelaron. A partir de este hecho histórico se ha venido en cascada una mutación como fichas de dominó. En un año, esta estructura explotadora del pobrerío, ¡tronó! Y se va diluyendo a medida en que el nuevo presidente va llegando a todos los rincones patrios. Con su presencia, su trato, su justa distribución de la riqueza, pero sobre todo con su amorosa preferencia hacia los pobres está dinamitando la base dura del antiguo régimen. Se les acabó su minita electorera. De ahora en adelante ningún candidato podrá comprar a nadie, porque ya es un delito federal, además porque la gente ya se dio cuenta que el dinero con que la compraban ¡era su propio dinero! Sin dinero ya no pueden corromper. La ciudadanía sabe por primera vez, lo que tiene el país, en qué y cómo se está gastando; hoy se da cuenta que el presidente es un mandatario, su servidor, y quien ordena es el pueblo.

A raíz de este nuevo modo de gobernar, obedeciendo, el país ha entrado en una dialéctica, un debate que algunos llaman polarización. La verdad es que nos estamos dando cuenta de cosas que antes no se veían o nos las ocultaban; sentimientos que no habían aflorado. Es como si hubiésemos estado mucho tiempo a oscuras y de repente se encendiera un gran reflector que nos permite mirar y mirarnos. Entonces palpamos un país en venta, en remate, descompuesto, endeudado y en quiebra, en estado crítico, y una sociedad ignorante, sometida, herida, desconfiada, confundida y confrontada. Al mismo tiempo constatamos la esperanza y buena voluntad en la mayoría. Afortunadamente no pusieron en ganga los valores de nuestro pueblo.

Es un hecho que el neoliberalismo nos afectó de muchas maneras, incluso ha determinado nuestras relaciones debido a intereses materiales. Pero son muchas más cosas las que nos unen, que las que nos dividen; con tal que haya buena voluntad. Todas y todos podemos intentar un proceso de paz: Abrir nuestro corazón, perder el miedo al otro, acercarnos, creer en la buena voluntad de los demás, iniciar un diálogo, escucharnos con respeto y empatía ¡ojalá con amor! Enfocar la conversación en lo que estamos de acuerdo, restando importancia a las diferencias.

El hecho es que tenemos un país tirado y hay que levantarlo ¡todas y todos! No al antojo de unos ni a las conveniencias de otros. Todo esto, ¿para qué? Para construir acuerdos que nos permitan caminar juntos hacia la democracia y vivir en paz. Poner énfasis en el futuro dejando los delitos a las instituciones competentes. Todo mundo tenemos que convertirnos, regenerarnos o como quieran llamarle, poner nuestro granito de arena: Reeducarnos, reconocer nuestras limitaciones, pero también cualidades y recursos humanos para compartir, aprender a ser respetuosos con todos. El respeto no es únicamente urbanidad, sino una bella forma de amar.

Como punto de partida tenemos que ser muy realistas: entregaron un país hecho trizas; un modelo económico neoliberal empotrado en un sistema político corrupto y corruptor, servido, no servidor, desentendido de su pueblo (“Y yo ¿por qué?”), socio y empleado del crimen organizado, que se dejó crecer a niveles difíciles de controlar.

Otro campo vital es el de la educación alienante, bancaria, reducida a instrucción de conocimientos disociados. Paulo Freyre expone que hay dos tipos de educación: la bancaria, que se imparte a través de pequeños depósitos de conocimientos aislados de la conciencia, de la vida y orientada al mercado, al servicio de las oligarquías. El otro tipo es la educación liberadora, la que se genera desde la experiencia, desde la cultura, desde la conciencia de opresión y explotación. Una enseñanza integradora de conocimientos, desde la vida cotidiana: una educación que libera y reafirma.

El sistema de justicia, hecho y operado para políticos influyentes, para la oligarquía, para quien pudiera comprarla, mientras se hundían a muchas personas inocentes y se castigaba la oposición. ¡La PGR era un asco!

Y ni qué decir de la mayor parte de los medios de comunicación ¡casi todos acostumbrados a recibir subsidios del gobierno! El daño en la mente de quienes recibían esa información sesgada, o no recibían datos verdaderos ¡fue enorme! Las gestiones pasadas controlaban por estos medios.

Cuando a un gobierno no le importa su pueblo no procura su seguridad y bienestar. Sobre todo, la gestión de Peña Nieto hizo un gran negocio con la inseguridad pública: no cuidaba, o simulaba que lo hacía, con 45 mil policías federales para más de 100 millones de habitantes, pero en cambio, más de 700 mil policías privados, la mayoría de empresas de políticos, especialmente del grupo Atlacomulco, como el CUSAEM. ¡Negocio redondo! Ellos mismos contrataron a sus empresas con dinero del erario. ¿Dónde está un solo periodista que haya investigado a fondo este desfalco criminal a la nación? ¿Seguridad sólo al que podía pagarla? Lo peor de todo es que los policías federales estuvieron muchos de ellos involucrados en asaltos, extorsiones, secuestros, trata, sobre todo de migrantes. Y claro, todo quedó en la impunidad. La gestión pasada pasará a la historia como el mayor caso de delincuencia organizada de estado.

Gracias a Dios, el presidente Andrés Manuel llegó justo en el último momento de la puja por la subasta del país; México estaba al punto de venta, en remate. No, no es exagerado afirmar que estaba desapareciendo en su gobierno, al servicio de los poderes fácticos neoliberales, en nuestras raíces originarias, memoria histórica; una nación que se desvanecía entre la desigualdad, la violencia y el empobrecimiento.

Los que soñaban con tener éxito económico, político y social, mientras sus hermanos y hermanas pobres estuviesen en situación miserable, están ahora muchos de ellos enojados con el nuevo régimen, contra el presidente López Obrador. No aceptan que, por el bien de todos, primero sean los pobres, ¡y hasta se sienten discriminados, por ya no ser los primeros de siempre!

Afortunadamente, son cada vez más los empresarios que están entendiendo que tienen que compartir con los trabajadores y se están solidarizando con el proyecto de nación. No se arrepentirán porque se está acuñando un modelo alternativo al neoliberal. Tal vez se gane menos dinero, pero se obtendrán valores intangibles que dan sentido a la vida, como la satisfacción de compartir con quien menos tiene, la alegría de ayudar a los más empobrecidos.

Quiero socializar un bello ejemplo de lo que estoy diciendo: Una mujer profesionista, de buena posición, incansable luchadora social, va sin necesidad alguna desde la Ciudad de México hasta la montaña de Guerrero. Mira una escuelita muy dañada por el temporal de lluvias. El alumnado, muy pobre, de los pueblos originarios, manda mensaje de SOS, a través de imágenes que hablan por sí mismas. Esta mujer solidaria se comunica con otra mujer de gran corazón, en Mérida. Ambas le hacen llegar a un empresario la petición de los pequeñitos serranos. De inmediato se activó el gran corazón cristiano de un buen hombre de Dios que, a su vez forma parte de una buena familia. No menciono su nombre porque a él no le gustaría. Quien lo tiene que saber es Dios. ¡Sí los apoyó! Y en este momento ya la comunidad se está organizando para trabajar por su escuelita.

¿No es esto, conmovedor? Personas que han trabajado y siguen trabajando en sus empresas son solidarias. Estos actos de generosidad, nos hermanan y nos llenan de esperanza.

Retos para una vida nacional

más sana para todas y todos

1. Superar las ideas maniqueas de buenos y malos que, confrontan y excluyen

2. Afanarnos hasta lograr la unidad en la diversidad, somos una riqueza, nos podemos complementar, nadie tiene todos los valores humanos, espirituales, experiencias.

3. Superar los contrastes de consciencia que ocasionan conflicto por falta de diálogo y escucha. Hay criterios más abiertos y otros, cerrados, alienados y desinformados.

4. Disponer instancias para la formación integral de la consciencia en servidores públicos, a fin de que con su palabra y hechos sean fieles a la 4T.

5. Edificar una estructura de participación amplia ciudadana: Por parte del gobierno, informar, rendir cuenta, con transparencia, adecuadamente; por parte del pueblo, asegurarse de recibir la información, procesarla en equipo, familia, comunidad, elaborar opiniones y asegurarse que la recibirán y tomarán en cuenta sus decisiones ciudadanas.

6. Hacer labor de convencimiento para que todas y todos jalemos parejo en la tarea de seguridad pública: pueblo y estado: poderes de la Unión, tres niveles de gobierno, poniendo énfasis en el municipal.

7. Reforzar o crear instancias de inteligencia en diversas áreas con la participación de ciudadanía honesta, leal, patriota con el gobierno, para una mayor seguridad y mejor entendimiento de las causas y estructuras de la violencia. Urge ir desmantelando las bases sociales del narcotráfico, a partir de la atención ciudadana y oportunidades de bienestar y desarrollo.

8. Y lo más importante: juntar el amor de todas y de todos; la generosidad de todos los sectores del país ¡sin faltar alguno! Intercambiar saberes, teneres, visiones. Encontrarnos sin miedo, sin prejuicios, con respeto y esperanza.

9. Crear mecanismos valientes, constructivos de autocrítica, tanto del Estado, como de parte de la ciudadanía.

Es admirable que nuestro pueblo mexicano, a pesar de haber sufrido tanto, conserve tantos valores. Una fortaleza decisiva es nuestra fe cristiana, sustentada en el Joven maravilloso de Nazaret, vigente, inspirador, insuperable. Otra fortaleza es nuestro amor a la Guadalupana, ella ejerce una magia que nos hermana; que nos iguala en la condición de hijos predilectos. La Madre del Dios por quien se vive, del Dios del cerca y del junto, nos pidió un templo social, un espacio donde ella pueda darnos todo su amor, protección, ayuda y consuelo. Esa casa la podemos construir todas y todos los que creemos en México; los que estamos seguros que más allá de cualquier diferencia ideológica, política, religiosa, económica o cultural, podemos convivir en paz en esta bendita tierra que Dios Padre y Madre nos prestó para realizar su Reino. Lo que parece imposible, como pacificar y levantar el país, para Dios nada es imposible. Sólo tenemos que creer que se puede.