Guillermo Fabela Quiñones
La escalada de violencia en México está siendo aprovechada por la cúpula neofascista estadounidense para demandar más firmes presiones a nuestro país, a tono con la táctica del presidente Donald Trump de aprovechar el problema como tema central de su campaña por la reelección. No aceptan los ultra conservadores que América Latina avance bajo formas de gobierno acordes con el imperativo de salir de la crisis sistémica que nos dejaron los gobiernos neoliberales.
El editorial del martes del influyente diario The Wall Street Journal no deja dudas sobre las perversas intenciones de la camarilla que busca a toda costa seguir manteniendo su hegemonía sobre la Patria Grande, sometiendo a México a sus designios decimonónicos. Su afirmación de que no debe descartarse una intervención armada en nuestro territorio, con el pretexto de que la violencia es un problema que rebasa al gobierno mexicano, es una provocación que se suma a las bravatas del inquilino de la Casa Blanca.
Si hay un repunte de la inseguridad en México, como lo demuestra la ola de crímenes cometidos con saña inaudita, particularmente en Chihuahua y Ciudad Juárez, es porque en Washington hay la convicción de que alentar la descomposición social en nuestro país conducirá el proyecto de nación del presidente López Obrador a un fracaso inevitable. El triunfo electoral del mandatario boliviano, Evo Morales, prendió en la Casa Blanca la alarma y confirmó que para frenar la concientización y organización de las masas, la solución menos costosa es un golpe de Estado.
En los centros de poder estadounidenses se magnificó la violencia en México con los arteros crímenes contra la familia Le Baron y las atrocidades en Ciudad Juárez. No es casual que coincidan en sus planteamientos Trump y el diario mencionado, pues sus objetivos son los mismos: obstaculizar la marcha de nuestro país hacia un sistema político que abra paso a la democratización de las instituciones y afiance el Estado de derecho. Eso es inaceptable para la cúpula neofascista del país vecino, porque se resisten a olvidar la meta delineada por la Doctrina Monroe: “América para los americanos”, o sea seguir expoliando a los latinoamericanos.
De ahí la importancia de que el presidente López Obrador se mantenga en su actitud mesurada en su trato con su contraparte en la Casa Blanca, y que al mismo tiempo proclame el derecho de México a su libre autodeterminación, y rechace vigorosamente la “ayuda” de Washington para enfrentar la violencia, supuestamente desatada por el crimen organizado, mediante una escalada a cargo del gobierno federal, como lo hizo Felipe Calderón durante su sexenio.
Nadie debe ignorar que la causa de los problemas de violencia extrema en nuestro país está en el gran negocio que representa la venta de armas, el cual se activa con la descomposición social que propicia el creciente consumo de enervantes en territorio estadounidense. Sin embargo, allá nadie habla de las consecuencias nefastas que provocan en nuestro país, tan demoniaca e ilícita realidad mercantil. Nosotros ponemos los muertos y ellos se quedan con ganancias escalofriantes.
Trump, de manera oportunista, afirma que los trágicos sucesos en su frontera Sur están convenciendo al pueblo estadounidense de que la mejor solución para enfrentar tan grave problema es la construcción del muro. Lo dramático del caso es que muchos se lo creen, no por convicción sino por la domesticación del pueblo gracias a su alto nivel de consumo, sobre todo de drogas prohibidas.
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